Mucho se habla de la derecha dura, la que hoy representa José Antonio Kast, esa que se la tilda de pinochetista, de conservadora o simplemente retrógrada. Pero poco se habla de la derecha cuica, un grupo que a veces se confunde con los duros, pero son diferentes. Porque su esencia no está anclada en los valores ni la religión, porque aquí hay también liberales y agnósticos. Lo suyo es simplemente el origen social. Para ellos, lo que determina todo es el apellido, el colegio, las costumbres. Es un asunto de clase, algo que no se puede adquirir; solo heredar.
Eso explica que el sistema de mercado, por ejemplo, ha sido un problema para la derecha cuica. Porque si bien lo reconocen como el modelo adecuado, miran con un cierto desprecio el que sea el mérito lo que determine el estatus de una persona. Por eso inventaron el concepto de "nuevo rico", que es la esencia de capitalismo, transformándolo en algo peyorativo, casi de segunda categoría.
Llevado al extremo, incluso el desarrollo económico, que es a lo que un país debe aspirar, puede ser finalmente una amenaza, porque es demasiado inclusivo o democrático. Frases como "ahora cualquiera viaja", "tiene auto" o usa ropa de tal marca, son comunes en este grupo. Y la reacción a todo esto es una: encerrarse en sus clubes, sus colegios, sus veraneos.
Es interesante cómo hacen esto, porque es otra manera de develar su forma de operar. El otro día presencié una discusión donde alguien dijo que había ido a esquiar a Valle Nevado -algo sospechoso para este grupo- y destacó la calidad de ese centro frente a La Parva, uno de los reductos clásicos de la derecha cuica. La respuesta fue tajante: lo que pasa es que Valle Nevado es para turistas; si La Parva fuera igual de buena, se llenaría de gente.
O sea, estamos frente a un grupo que, si puede, es capaz de detener el desarrollo -de un centro de ski, un balneario, un barrio-, con tal de que no lleguen otros, para no mezclarse, para no ver amenazado su estilo de vida.
¿A qué viene todo esto? Bueno, es un asunto central en estos días, cuando parece evidente que la derecha se instalará nuevamente en el gobierno. En este escenario, no son pocos los que sueñan con un proyecto político más moderno e inclusivo, uno que pueda trascender en el tiempo. Para que eso sea así, Piñera tendrá no solo que ocuparse del ala dura de la derecha, sino también de la cuica, que no son muchos, pero sí tienen poder.
Al final, esto también es un negocio para los cuicos. Porque la historia señala que la única manera de que ciertos grupos perduren es mostrando una cierta capacidad de evolución, esto es, abrirse y ajustarse a los tiempos. Es cierto, nunca será lo mismo ni los mismos, pero al menos podrán tener más legitimidad para defender las cosas que realmente importan y ser un aporte. Porque este no es un problema de personas; es de costumbres.