Menos querible que Groddeck, menos audaz que Freud y menos desatado que Reich, el neurólogo y psicoanalista alemán Fritz Perls fue, empero, una de las figuras que durante la República de Weimar (1918-1933) contribuyeron significativamente al desarrollo y a la divulgación del psicoanálisis y de otras técnicas asociadas. A Perls se le conoce como uno de los creadores de la terapia Gestalt, junto a Lore, su mujer, y Paul Goodman. Según Bernd Bocian, autor de este completo estudio, "el tejido básico de la terapia Gestalt se genera a partir del material cultural e intelectual de estos años", es decir, el Berlín de "los locos años 20".

Conscientes de que al ser judíos de izquierda no serían bien tratados por el triunfante régimen nazi, los Perls optaron por abandonar Alemania en 1933. Se fueron un año a Holanda y luego a Sudáfrica. En 1946 se mudaron a Manhattan, en donde conocieron a Goodman e idearon la terapia Gestalt. Más tarde, en 1960, Fritz se trasladó a California, lugar en el que llegó a ser una especie de celebridad. Su apariencia durante sus últimos años de vida, según Bocian, resumía una mezcla de aspectos: "rabino, Papá Noel y Rasputín, con una barba tupida y overoles con pechera y tirantes". Autodenominado "viejo verde", Perls murió en 1970 y tuvo un funeral en San Francisco digno de "un rey hippie".

El estudio de Bocian se centra en la existencia de Perls desde su nacimiento, ocurrido en una familia berlinesa de clase media en 1893, hasta que abandona Alemania. Con seguridad en sí mismo, el autor afirma que "el presente libro llena una brecha en la historia pre-nazi del psicoanálisis". Yendo más lejos, declara: "A título póstumo, yo proclamaré a Perls como el primer y único Gestalt-Dadá". Afortunadamente, Bocian no escribió una obra para eruditos. Fritz Perls en Berlín, 1893-1933. (Expresionismo, psicoanálisis, judaísmo), es un documento didáctico, útil para entender las raíces de la psicología germana moderna, los movimientos artísticos que la circundaron, buena parte de la historia política alemana entre 1890 y 1933, y el rol que jugaron ciertos judíos prominente.

De muchacho, Perls temía que el exceso de masturbación lo pudiese matar. Por ello, siempre le agradeció a Freud el haber salvado al sexo "de su pecaminosa reputación en la cultura occidental". Ya de adulto,  Perls, un tipo bastante feo, se convirtió en gran amante. "Hacía el amor como un virtuoso, como quien toca el violín. Fue una experiencia maravillosa", sostuvo una de sus muchas aventurillas extramaritales. No obstante, Perls se sintió bastante decepcionado con otros aprontes de Freud y varias veces renegó del maestro. Nuestro hombre admiraba al grandísimo Georg Groddeck, a quien Freud le había robado varias de las ideas que más tarde le rindieron tantos frutos.

Por aquí circulan todas las grandes figuras de los orígenes del psicoanálisis, personajes con los que Perls se relacionó a menudo con cercanía. Junto a ellos aparecen los precursores del expresionismo alemán y del Bauhaus, movimientos cuasi revolucionarios en los que el padre de la terapia Gestalt también formó parte. En resumen, el libro es valioso por el completísimo cuadro que entrega de una época fascinante. Y para finalizar sin entrar en mayores honduras, valga recurrir a la llamada "Oración de la Gestalt", esa suerte de declaración de intenciones del movimiento en la que prima su marcado acento individualista: "Yo hago lo mío y tú haces lo tuyo. No estoy en este mundo para cumplir tus expectativas. Y tú no estás en este mundo para satisfacer las mías. Tú eres tú y yo soy yo, y si por casualidad nos encontramos, será hermoso. Si no, no hay remedio".