Esta semana va a ser recordada por siempre en la historia política chilena. Lo que parecía una segunda vuelta aburrida se ha convertido en un embrollo con campañas del terror y acusaciones de todo tipo. La escasez de datos fiables que permitan hacer una predicción de los resultados hace aún más erráticos los comportamientos de los comandos. Todo puede pasar.

Nadie quiere aventurar públicamente un resultado, a diferencia de la vez anterior, donde los medios estaban llenos de pronósticos hechos por los analistas de la plaza. Pero hay algunos datos que, si se exprimen con cuidado, hablan de qué esperar el próximo domingo.

Uno de ellos es la cantidad de votos que cada candidato debe reunir. Las segundas vueltas son un ejercicio de captura de nuevos electores. Quienes votaron por Guillier o Piñera el pasado 19 de noviembre no querrán dejar de ser actores en la serie de televisión que se ha convertido la segunda vuelta. El gran problema consiste en capturar a los que votaron por otros y los que se quedaron en la casa.

Según un análisis publicado por el chat conversacional de noticias Labot, la mayor dificultad es para el senador por Antofagasta. Si votan los mismos que lo hicieron en primera vuelta, tendría que conseguirse 1 millón ochocientos mil votos para ganarle a Piñera. Esto es mucho más de lo que obtuvo en primera vuelta. En contraste, a Piñera le faltan pocos para llegar a la mitad más uno. En términos de proporciones, por cada voto adicional que se consigue el candidato de la derecha, el de la Nueva Mayoría debe buscar tres. Muchos en la izquierda, incluyendo el gobierno, creen que el antipiñerismo puede llevar más gente a votar, pero olvidan que por muchos errores que cometa, el ex presidente no va a perder los votos que ya tiene o los que le sumó Kast.

El bolsón de votos más interesante para Guillier son los del Frente Amplio en la Región Metropolitana, y sobre todo, como en los Juegos del Hambre, en el distrito 12. El apoyo de la Sinsajo ayuda mucho, pero no garantiza el traspaso. Las redes territoriales en realidad las maneja el "Bromance", como se denominan a sí mismos los diputados Jackson y Boric. Y en ninguno de los dos se ve mayor pasión por mover su infantería a favor del senador por Antofagasta.

Esto podría haber sido un desastre para la Nueva Mayoría si no fuera por la gran ayuda por parte del comando de Chile Vamos. Su estrategia ha sido polarizar la elección e insultar al gobierno, al sistema electoral, a los migrantes, a "Joven y Alocada" y a las personas transexuales, entre otra larga lista de estridencias. Tanto trumpismo motiva a electores de izquierda a abandonar sus remilgos hacia la Nueva Mayoría y apoyar a Guillier. Piñera no les ha sacado el jugo a los rostros moderados que han ido a apoyarlo. Como símbolo de lo que realmente pasa por su cabeza, en el acto donde varios de ellos fueron a apoyarlo -incluyendo al prestigiado ex ministro Alejandro Jadresic- ocupó la tribuna de ese espacio para comparar a Guillier con Maduro.

La Moneda ha sido, contrario al sentimiento que primaba en el invierno de centrarse en el legado de la Presidenta, un factor en esta campaña. En una entrevista reciente a este medio, el candidato de Chile Vamos se queja amargamente de ello. El problema es que fue su propia campaña antirreformas la que convenció a la Presidenta de que con la foto de devolución de la banda presidencial no había legado que valiera; pues Piñera en la Moneda se iba a dedicar a desmantelar, tornillo por tornillo, su gestión. Por ello, y no por simpatías a Guillier, La Moneda entró en la batalla. Se anotará entre la larga lista de errores de la campaña de la derecha haber despertado a la leona dormida.