Desde que empezó a regir como Ley en el año 2012, ninguna otra elección fue más categórica a la hora de evidenciar las consecuencias que tiene el fuerte sesgo de clase que se ha hecho característico del voto voluntario en Santiago, que la segunda vuelta presidencial que terminó con Sebastian Piñera como ganador.
Al analizar las preferencias reveladas de los votantes de la Provincia de Santiago por comuna, se observa que éstas son notoriamente distintas según el estrato socioeconómico que representan. Si se agrupan las 14 comunas más ricas, que reúnen a cerca de un millón de personas inscritas, se observa que de forma sistemática, en todas ellas, Sebastián Piñera se impuso holgadamente, obteniendo en el agregado el 67% de los votos válidamente emitidos.
En tanto, en todas las comunas más pobres, en las cuales los habilitados para sufragar superan los 3 millones de votantes, se observa que ganó Alejandro Guillier, con un porcentaje agregado en estas comunas de 54% (ver gráfico).
Es decir, el resultado está fuertemente mediado según el ingreso del electorado.
¿Pero acaso no son más grandes las comunas de Santiago?, ¿cómo es posible que siendo el grupo de comunas pobres tres veces más numerosos, se impongan las preferencias de la minoría rica?
Dos factores explican esta paradoja: Primero, las diferencias ya largamente discutidas en las tasa de participación a favor de los grupos más pudientes, implican una sobrerrepresentación efectiva en las urnas de las comunas más ricas respecto a las más pobres. Esto queda manifiesto de forma muy clara en la última elección, donde la participación electoral llegó al 67% en el grupo de comunas ricas, cifra muy superior al 48% que registraron los votantes de las otras 16 comunas que integran esa zona geográfica.
¿Qué habría pasado si no hubiese sesgo en la participación? Supongamos por un momento que la participación hubiera sido similar en ambos segmentos: hoy sería otra la coalición política que estaría celebrando el triunfo en Santiago, ya que una participación "pareja" –esto es, en torno al 67% en ambos grupos- habría sido suficiente para dar vuelta el resultado: Guillier habría obtenido un 50,5% y Piñera un 49,5%.
Como consecuencia, el sesgo según ingreso al agudizarse en el tiempo, ha horadado la representación en una de las formas de participación más importantes –aunque no la única- de una democracia. Más allá del resultado final en Santiago de esta segunda vuelta, este es un llamado de alerta para las autoridades y ciudadanía en general, por cuanto una democracia se fortalece en la medida que más representativa es. Y en tiempos en que las instituciones se encuentran altamente cuestionadas, urge una ciudadanía más activa que sea capaz de involucrarse en decisiones claves para el país como elegir a quien lo gobierna, haciendo que el voto sea un catalizador más efectivo de las demandas, y de la respuesta a ellas, por parte del sistema político como un todo.