Esta columna fue escrita junto a Ricardo Hurtubia, Centro de Desarrollo Urbano Sustentable, CEDEUS.
Hace unos días tuvimos el privilegio de tener en Santiago y Temuco a Janette Sadik-Khan y Brent Toderian, invitados por la Cámara Chilena de la Construcción, para participar en la conferencia Reinvención Urbana. Ambos son representantes de una tendencia cada vez más predominante en la planificación urbana del mundo desarrollado, que busca cambiar los paradigmas tradicionales de inversión y gestión de la infraestructura, así como las prioridades en la planificación del desarrollo y movilidad urbana. Además, ambos no sólo son excelentes comunicadores de este nuevo paradigma, sino que están avalados por haber protagonizado su implementación -con muy felices resultados- en sus respectivas ciudades (Nueva York y Vancouver, donde ambos fueron autoridades), lo que se ha visto replicado posteriormente en muchos otros casos.
Su mensaje está alineado con lo que muchos académicos y otros actores hemos venido proponiendo para las ciudades chilenas. Ambas presentaciones dejaron muchos mensajes muy destacables, que resumimos a continuación, y que debiéramos considerar seriamente si aspiramos a que nuestras ciudades lleguen a ser consideradas referentes del desarrollo, la sustentabilidad y la calidad de vida.
- El foco de la inversión y la prioridad en el uso del espacio urbano debe estar en los peatones, ciclistas y transporte público, relegando al automóvil particular a un lugar secundario. La insensata prioridad que se da al automóvil en muchas ciudades (incluyendo las chilenas) es una de las principales causas del deterioro urbano y la decadencia de los espacios públicos.
- La base del problema de la movilidad urbana es la planificación del uso del suelo; es decir, qué, cómo y dónde se construye. Tanto una expansión desmedida como una densificación extrema, deterioran los espacios urbanos y aumentan los costos de transporte. Las inversiones en el sistema de transporte deben coordinarse con un plan de desarrollo de cada ciudad.
- El transporte público debe combinar distintas tecnologías (Metro, bus, tranvía, bicicletas públicas, colectivos, etc.), donde cada una sea más necesaria y eficiente. No existe una "receta" para esto. Se debe asegurar un buen acceso al transporte público en toda la ciudad, lo que exige una red bastante densa y que estos modos tengan una prioridad clara sobre el transporte privado.
- Muchos cambios de alto impacto tienen bajo costo de inversión; por ejemplo, eliminar estacionamientos para instalar plazas y ciclovías. En muchos casos basta con demarcar en el pavimento (y mantener) el espacio que se quiere construir. La experiencia de Nueva York y Vancouver muestra que esto genera un efecto inmediato en términos de atracción de usuarios y revitalización de los espacios públicos. Adicionalmente, el temido colapso vial debido a la disminución de la capacidad no ocurre.
En las ciudades que han adoptado este paradigma, se observa que estos procesos de transformación no van en desmedro del crecimiento económico de la ciudad, sino que, al contrario, contribuyen a este. Ciudades donde se camina más, donde hay más y mejores espacios públicos, amplios y de calidad, resultan más vibrantes, incentivan el comercio, producen menos externalidades negativas y generan un ambiente más adecuado para el trabajo creativo y la innovación. Este nuevo paradigma promueve, felizmente, que las ciudades no deben diseñarse para los vehículos que las transitan, sino para los seres humanos que las habitan.