AVECES, SIN pretenderlo, nos podemos encontrar haciendo defensas insospechadas. Me tocó recientemente cuando unos amigos españoles me señalaron que encontraban inexplicable que el expresidente Sebastián Piñera liderara las encuestas presidenciales. No me dejaban terminar de decirles que, desde que abandonó La Moneda, no ha dejado de hacer campaña y que, en todo caso, estamos ante un final abierto porque más del 30% está todavía indeciso, cuando me espetaron: "¿Cómo puede ser posible cuando le ha tocado declarar en calidad de imputado con relación a los posibles negocios realizados por una de sus propiedades, Bancard, en el mercado peruano, en momentos en que se desarrollaba en La Haya el juicio entre Chile y Perú?". Para ellos, supone un contraste ya que Chile, aunque no escapa del flagelo de la corrupción, se mantiene en el ranking de Transparencia Internacional del 2016 en el lugar 24, siendo el segundo de América Latina. Ello lleva a pensar que, después de todo, la probidad se mantiene como un valor preciado. Les digo que eso es cierto y que el chileno de a pie se resiste a ver la corrupción como algo normal pero que, al parecer, existe una difundida percepción de que el gobierno que condujo tuvo un buen desempeño en materia económica. Durante sus cuatro años en La Moneda, la economía creció un promedio sobre 5%, por contraste con el promedio de 2,1% del segundo gobierno de Bachelet creándose, además, casi un millón de nuevos empleos. Pero mis amigos, gente informada desde una juventud que se admiró con la "vía chilena al socialismo", me refutan que se debió más al "viento de cola" que al hecho de ejecutar cambios estructurales mayores. Es tal su conocimiento que añaden que entregó el país con signos evidentes de desaceleración, con Codelco descapitalizado, con el problema energético al rojo vivo y que buena parte del empleo creado era precario.
Desplegué otras cartas sobre la mesa como su mejor capacidad relativa de coordinación y gestión política, por contraste con un gobierno de la NM tan mal diseñado para enfrentar su promesa de reformas estructurales que se vio obligado a hacer el cambio de gabinete más radical desde los 90, amén de vivir en estado permanente de redefinición de prioridades. Mis amigos me miran sonrientes y me dicen: "Pero , ¿qué nos dices si la derecha llegó a la contienda presidencial de 2013 con cuatro candidatos que, entre todos, no lograron hacer uno?
Cuando ya los argumentos se me agotan, uno de ellos trae a colación el reciente anuncio de fideicomiso ciego del exmandatario, hecho prácticamente con fórceps, en caso de alcanzar la presidencia de nuevo. Le informo del escándalo producido tras el conocimiento reciente de la maquinaria financiera de inversiones del PS, ideada para rentabilizar los fondos recibidos por el Estado como indemnización por los bienes requisados post golpe 1973. Me miran desolados y pensando que los chilenos, al menos por ahora, parecen estar optando por el original antes que por una mala copia.