LA CONTIENDA presidencial se ha ido convirtiendo en un proceso crecientemente pedregoso. Uno de sus aspectos es que las primarias, fórmula ideada originalmente para enfrentar la crítica ciudadana a los partidos, se han transformado en un incordio. Así lo reflejan las palabras del expresidente y nuevamente candidato a la primera magistratura, Ricardo Lagos. En el último Consejo Nacional del PPD señaló: "Si vamos a hacer la primaria de la primaria para llegar a la primaria, es no entender en qué consisten los tiempos en política". Colocado de otro modo, les dijo a los partidos que ya está bueno de rizar el rizo. Si bien su advertencia ha sido leída como preocupación acerca de los tiempos que considera necesarios para desplegar su propia campaña, vale la pena reflexionar acerca de otros efectos que demuestran que el mecanismo en cuestión está lejos de responder a las expectativas que sobre él se levantaron.
Se instalaron en nuestra historia democrática reciente como una práctica política más asociada a la centroizquierda al punto que en 2012, en el marco de una desangelada celebración del aniversario del triunfo del No, la vocera de la Concertación en ese entonces, Carolina Tohá, afirmó una voluntad de definir a sus candidatos a través de primarias abiertas y "vinculantes". La promesa quedó consagrada en un documento solemne que nadie recuerda a pesar de lo popular del lugar de su firma: el Manifiesto de la caleta El Membrillo. Posteriormente, ambos conglomerados han ido empatando en una implementación más bien ambigua. En 2013, solo RN las usó para definir algunos candidatos a diputado y, en 2015, la Nueva Mayoría las realizó en 53 comunas mientras la Alianza, en 43. Adicionalmente, se ha visto que el hecho de realizarlas no estimula necesariamente la participación electoral. Al igual que sucedió en 2012, cuando la Nueva Mayoría hizo primarias convencionales, los datos provisorios de los que se dispone (puesto que Servel todavía no entrega los resultados oficiales), indican que en las comunas sin primarias la participación bordeó 36% mientras que en las comunas con primarias, ésta bordeó 33%. Con relación al éxito o fracaso de los candidatos a primarias, tal como lo ha demostrado el experto electoral Mauricio Morales, solo 22 de los 96 ganadores en este tipo de comicios triunfaron en las recientes elecciones municipales. El académico ha sido taxativo: las primarias no son el único ni el mejor mecanismo de selección de candidatos.
Que los problemas de la democracia se solucionan con más democracia parece ser la premisa que abrazan sus defensores aunque, al mismo tiempo subestiman que, tal como indica la experiencia comparada, contravienen las posibilidades electorales de las mujeres, que tienen menos recursos financieros para enfrentarlas, pero también menos redes. Pero, lejos, los más entusiastas en una defensa para nada altruista son los candidatos desafiantes ya que permiten darse a conocer amplia y rápidamente. Sin embargo, dados los graves problemas que enfrenta la democracia representativa, no solo en Chile, ¿no será hora de pensar en fórmulas alternativas?