EN CONTRASTE con el proyecto de ley de educación superior, que considera a las universidades como apéndices de un sistema mayor, muchos creemos que el libre emprendimiento puede concebir y realizar grandes proyectos educativos de largo alcance, incluso a costa de riesgos y peligros que las entidades públicas no suelen afrontar de buena gana.
Es el caso de la Clínica Universidad de los Andes, que se comenzó a gestar hace 15 años y que abrió sus puertas en mayo de 2014. Este proyecto constituyó un desafío de gran envergadura, tanto por sus aspectos humanos como materiales. Fue necesario armar equipos médicos y de apoyo con alta capacidad resolutiva, poner en marcha un sistema logístico e informático complejo y crear las instancias de coordinación con las distintas facultades del área de la salud de la Universidad.
A lo anterior se sumó el desafío de conseguir los recursos financieros para la construcción y puesta en marcha del hospital clínico. Proyectos como éste toman algunos años en llegar a tener resultados positivos. Sin embargo, este esfuerzo se ha visto claramente recompensado por el gran beneficio que la clínica aporta a la docencia, la investigación y el desarrollo tecnológico que se lleva a cabo en la Universidad de los Andes.
Muchas universidades estatales y privadas tienen proyectos de esta naturaleza y complejidad, que podrían llegar a ser un inmenso aporte al país. En estos momentos en los que Chile está reflexionando acerca del futuro de su educación superior, es necesario poner los medios para crear un "ecosistema" en el cual se fomente la magnanimidad y la innovación de las instituciones universitarias.
Las grandes universidades de Estados Unidos surgieron en un ambiente en el que el Estado las consideraba sus aliadas, los filántropos las veían como puentes para hacer realidad sus sueños al servicio a la comunidad y la ciudadanía estaba orgullosa de ellas. Nadie discute que estas instituciones públicas y privadas han sido una palanca fundamental para hacer posible el "sueño americano".
Hoy, en cambio, parece prevalecer en Chile la idea de que las universidades son objeto de sospecha y que, por tanto, hay que controlarlas en la forma más estricta posible.
Indudablemente tiene que haber un control eficaz de las universidades porque hay algunas que han abusado gravemente de la confianza pública y han perjudicado a los estudiantes. Pero este control y esta aparente desconfianza no pueden marchitar otros muchos proyectos que van bien encaminados y que necesitan apoyo de parte del Estado -reglas claras, espacios de autonomía, horizontes de mediano y largo plazo y apoyo financiero- para desarrollar todo su potencial.
Una de las principales fortalezas del sistema universitario chileno es la diversidad y pluralismo de instituciones estatales y privadas. Tenemos que cuidar y seguir nutriendo este precioso patrimonio.