Desde las movilizaciones de 2006 que existe un acuerdo relativamente transversal de que la formación escolar de los dos últimos años de enseñanza obligatoria está desactualizada, es poco pertinente y en la práctica entrega escasas opciones de especialización a los estudiantes. Algunos, incluso, relacionan la desafección de jóvenes con lo que la educación escolar les propone con la deserción escolar en esos niveles. A esto hay que agregar que la presión desmedida que la PSU ejerce sobre alumnos y establecimientos ha distorsionado profundamente el currículum de estos años, poniendo en evidencia que cualquier cambio en los aprendizajes de 3° y 4° medio implica una modificación sustancial en la prueba de selección universitaria.

El gobierno emprendió hace un año una reforma al currículum para los dos últimos años de Educación Media, la cual debió someter a consulta pública y luego presentar al Consejo Nacional de Educación (CNED) para su aprobación. Sin embargo la opinión técnica del CNED fue categórica: la propuesta del Ministerio de Educación requiere ser completamente reformulada. Aspectos estructurales fueron fuertemente cuestionados, así como la pertinencia del plan común. Asimismo, el Consejo consideró insuficiente el diagnóstico realizado por la autoridad y solicitó claridad sobre la factibilidad de la implementación. Si bien los problemas identificados son varios, hay dos que requieren mayor cuidado.

En primer lugar, la positiva idea de una formación general común – es decir, igual para los alumnos de técnico profesional y humanístico científica – está interpretada incorrectamente en la propuesta del Ministerio. Es deseable que todos los estudiantes del país tengan una formación común, pero tras 10 años de escolaridad, en 3° y 4° medio esta formación común debiese concentrarse en lenguaje, matemáticas y educación física, asignaturas que entregan las habilidades clave para el mundo del trabajo y los estudios superiores, y dar amplio espacio para asignaturas electivas. Sin embargo, la propuesta del Ministerio no solo ocupa casi la mitad de la jornada, sino que incluye nada menos que diez asignaturas, cada una con una asignación horaria muy baja. Esto profundiza la percepción de una formación dispersa, poco profunda y contraria a la especialización. Lo anterior se agrava para la educación técnico profesional, para la cual esta propuesta reduce radicalmente el horario para la especialización, tanto que la hace incompatible con los programas de estudio vigentes.

En segundo lugar, el CNED hace ver un problema identificado por variados actores: la forma en que están redactados los objetivos de aprendizaje no permite establecer metas claras para lo que queremos que nuestros estudiantes aprendan. Si bien esto mejoró tras la consulta pública, aún hay un amplio espacio para acotar los objetivos. Mientras más claramente se especifique cuáles son nuestras metas, será más fácil coordinar y alinear al sistema educativo en pos de aprendizajes profundos y significativos.

¿Cómo se puede solucionar esto? Ante el volumen y la gravedad de las críticas, puede ser conveniente repensar en mayor profundidad la propuesta, evitando la restricción legal que obliga a subsanar las críticas en un mes. El Ministerio podría retirar la propuesta y reingresarla posteriormente, una vez que de forma reflexiva se puedan tomar decisiones en la dirección de los que el Consejo sugiere. Si el Ministerio busca persistir, corre el riesgo real de que la propuesta se rechace, y la continuidad de la formación de los estudiantes se pierda.