EN LA MEDIDA que decanta el panorama presidencial, vamos conociendo las propuestas programáticas de los candidatos a primarias y de aquellos que quedaron en el camino. Revisando las propuestas de transporte hasta ahora conocidas: Lagos, Piñera y Felipe Kast -y a la espera de aquellos otros que irán a primarias o directo a primera vuelta-, los tres anteriores coinciden en la necesidad de avanzar hacia un sistema de transporte integral para nuestras ciudades, que no sólo se concentre en buses sino además avance decididamente en transporte masivo de calidad; ya sea como trenes de cercanía, metro, tranvía o teleféricos según las características de cada ciudad; así como medidas para desincentivar el uso del automóvil promoviendo modos sustentables como la caminata o la bicicleta.
Pese a las coincidencias también hay énfasis, siendo el más llamativo la decisión de Piñera de ponerle fecha de caducidad a Transantiago, reconociendo el fracaso del plan y anunciando su disolución paulatina en los próximos ocho años. No se trata de eliminar el plan, sino reconfigurarlo hacia un sistema sustentado en una red de Metro ampliada al doble, integrada a otros rieles y buses más flexibles que los de hoy.
Esta propuesta ha despertado airadas discusiones entre expertos de transporte, que lamentablemente han polarizado sus posiciones entre los pro-buses versus los pro-metros, casi desconociendo al transporte como sistema integral. Si bien el bus es la solución más eficiente desde el punto de vista costo-beneficio, el problema de Transantiago es que suponía una red de recorridos troncales basada en corredores segregados que nunca se terminó de construir debido al alto costo y complejidad de expropiaciones y obras para garantizar las fajas-viales. Este problema puede ser hoy una gran oportunidad, ya que su atraso evitó el impacto urbano irreparable que habrían generado estos corredores enrejados para muchos barrios y bulevares. Santiago, a diferencia de Buenos Aires o Bogotá no cuenta con amplias avenidas que permitan este tipo de obras, y lamentablemente los técnicos de Transantiago en su ansiedad por mejorar el sistema privilegiaron condiciones operativas por sobre calidad urbana. Esta es la razón por la cual los nuevos alcaldes de Providencia y Santiago han levantado aprensiones ante el mega-corredor Nueva Alameda-Providencia, que pese a contar con grandes arquitectos, podría comprometer para siempre la integridad del único gran espacio de conmemoración que tenemos en la capital. La posibilidad de replantear estos proyectos, apostando por líneas de metro paralelas a la Alameda y sistemas de tranvías mucho más amigables con el entorno urbano presentan una nueva oportunidad para el transporte de la capital y también de otras ciudades de Chile.
Pese a los enormes costos sociales, políticos y económicos, Transantiago logró terminar con el cartel de las amarillas, eliminar las carreras por boleto, rentabilizar socialmente a metro y lo más relevante, integrar tarifas. Estos logros hay que reconocerlos y potenciarlos en esta nueva fase. Aún esperamos las propuestas en esta materia del oficialismo y el Frente Amplio, pero todo indica que el futuro de la movilidad urbana en Chile más temprano que tarde irá dejando atrás los traumas del Transantiago y apostará a invertir con decisión y visión de largo plazo por un transporte más integral, mas diverso y que promueva nuevos modos más sustentables.