DESDE HACE tiempo ya que el gobierno hace agua por los cuatro costados. Tiene un 75% de desaprobación y un 20% de apoyo. Lo que pasó esta semana de alguna manera da cuenta del porqué. Es un gobierno sin dirección, y por ende completamente desarticulado y básicamente incompetente, con algunas excepciones.

El día jueves de la semana pasada, la Mandataria dice textualmente que el tema del padrón electoral es sólo una historia, que es un tema simple, basta con entrar a la página web del Servel y listo. Es más, dijo que había "que atreverse", frase que nadie fue capaz de entender como tantas otras que le hemos escuchado. Es decir, mostró literalmente que a esas alturas, aún no tenía idea alguna de la magnitud del problema generado en su propia administración. Seguía aislada en su mundo de fantasía de las grandes transformaciones estructurales.

Dos días después la Mandataria preparaba un proyecto de ley de urgencia para resolver el gigantesco problema que todos veían, menos ella, hasta el día anterior. Por supuesto era un proyecto de ley delirante para cambiar en tres días nada menos que el padrón electoral del país. Tan descabellado era el proyecto que ni la propia Nueva Mayoría se lo toleró. Todo esto terminó en una crisis de gabinete, una vez más mal manejada por la Mandataria. La tozudez increíble, aunada a un carácter indeciso da una mezcla muy mala para gobernar. Eso hace que finalmente tome las decisiones cuando el problema le estalla en la cara, y obviamente las decisiones no sólo son inadecuadas, sino que ella misma paga costos innecesarios. Así ocurrió con Caval, Peñailillo, Arenas, Riquelme, Burgos. Para qué recordar el 27F. Esta vez fue igual con Javiera Blanco.

Los comentarios de la semana son elocuentes. Pepe Auth dice que "la característica dominante del equipo político es la ausencia, rayana en el descompromiso"; Boric, a su vez, señala que la "ministra de Justicia está desaparecida, Interior no existe y Segpres no hace la pega". Pérez Yoma remata señalando que "hay ineficiencia y falta de prolijidad muy grande en este gobierno".

Pero el problema fue aún mayor. Ricardo Lagos, a tres días de la elección municipal, en medio de una enorme crisis del gobierno, da una muestra de fuerza levantando al único ministro prestigiado del gabinete, lo nombra "su socio" y nada menos que generalísimo de su campaña presidencial. El ministro le dice a la Mandataria que se va en un par de días y le da así una bofetada a la Presidenta, que se queda impávida. Luego, Pacheco parte corriendo al aeropuerto a abrazar a su nuevo jefe que va al sur por un par de días, y después no se sabe más. Algo inédito, casi de Kafka. ¿Cuál era la urgencia? ¿No podía esperar al lunes? Algo ciertamente no cuadra aquí. La movida de Lagos es magistral. No sólo muestra quién es el que manda, y no le tiene respeto alguno a Bachelet, sino que da una enorme señal con Pacheco que es un socialista realmente renovado que le da confianza a muchos, partiendo por los empresarios. Mi hipótesis es que Pacheco es un tapado presidencial, algo que él siempre ha acariciado, y que emergerá cuando sea evidente que Lagos no llega a la papeleta.

La historia sigue. Al día siguiente de su nombramiento es cuestionado el nuevo ministro de Justicia de modo que su primera aparición pública es para dar explicaciones, con lo que ya queda marcado. Lo peor es que las explicaciones son un poquito cantinfleras. Nos dice que el animal tiene cuatro patas, siete vidas, dice miau, le gusta la leche pero no es gato. Al parecer es gata. El gobierno parece un reality show.

En suma, simplemente el gobierno no funciona, y Bachelet perdió el poco respeto que le quedaba en su propia coalición que exige un cambio radical en el equipo político. Por cierto la Mandataria no actuará hasta que nuevamente le explote el problema en la cara. Por todo lo anterior, el comentario recurrente de los analistas fue que Bachelet dio fin anticipado a su gobierno. El problema es que aún queda un tercio del periodo. ¿Mandará Lagos desde la sombra?