El gabinete anunciado por el presidente electo Sebastián Piñera reúne en los ministerios centrales a personas de su confianza política y personal, con los que ha trabajado por períodos prolongados y en gabinetes de su anterior gobierno. En los ministerios sectoriales ha nombrado a personas de los partidos de su coalición con representación parlamentaria y en diversos casos a especialistas, como en salud, energía, transportes o agricultura (aunque en este último caso se hace un gesto al clan DC de la familia Walker). No es un gabinete de técnicos, sin embargo, pues incorpora a muchas figuras directamente partidistas como los primos Monckeberg y Baldo Prokurica de RN o Hernán Larraín y Felipe Ward de la UDI.
Queda, no obstante, una cierta sensación de debilidad. Dos de los ministros nominados para La Moneda son partícipes directos, en los mismos puestos, de la mayor derrota política de la derecha en los tiempos actuales, la del 15 de diciembre de 2013. El nuevo ministro de la Secretaría General de la Presidencia tiene un perfil más volcado a la coordinación interna de gobierno que al vínculo con el parlamento. Desde su victoria el 17 de diciembre, Piñera y su coalición no han logrado aproximarse a lo que parecía una necesidad imperiosa: arrimar al gobierno y a los acuerdos políticos de administración del Congreso -lo que siempre está vinculado- a algún grupo adicional a los de la derecha tradicional, lo que por el momento parece no ocurrirá. La gestión legislativa del nuevo gobierno se acerca, a falta de otra alternativa, a un enfoque caso a caso pero sin un conductor claro para esa difícil tarea, dada la diversidad del nuevo parlamento y la ausencia de mayoría para el nuevo gobierno.
La nominación del futuro ministro de Relaciones Exteriores, que nadie en verdad ha defendido mucho por la curiosidad que representa, tiene una lógica: asegurarse que el conductor cotidiano del área sea el propio presidente. Esto no es necesariamente una buena idea, en tiempos en que se necesita una diplomacia avezada para recomponer las relaciones con los países vecinos del norte y fortalecer aquellas con el continente en general (que enfrenta turbulencias a la vista en Brasil y México, nada menos), junto a una observación muy atenta de las consecuencias para Chile del impredecible actual gobierno de Estados Unidos, para no hablar del vacío frente a la necesidad de fortalecer un vínculo específico más intenso con China, Japón e India. Es de esperar que las relaciones exteriores de Chile no se sigan resintiendo y manteniendo por el canal unívoco y miope dela irritación antiboliviana y en su momento antiperuana.
Los que se resentirán sin lugar a dudas son los terrenos de la educación, el trabajo y los derechos de la mujer, en los que han ocurrido en el actual gobierno reformas rechazadas ideológicamente y con virulencia por la derecha, aunque no hayan tenido una gran radicalidad. El récord en materia de extremos verbales lo ostenta el nuevo ministro de Educación y su defensa acérrima del libre mercado en el área. Se ha nombrado en este caso y en los otros a ministros de discurso previo duro, llamados a conducir contra-reformas. Pero no son de los más fuertes de la actual coalición y más bien lucen como candidatos predeterminados a ser fusibles en caso de complicaciones con el mundo social. La nominación en el ministerio de Cultura de una ejecutiva de la televisión, en este caso del siempre presente en asuntos de poder grupo Luksic, habla por sí sola de la profundidad cultural de la nueva coalición de gobierno. ¿Será esto compensado por la nominación de un escritor local a cargo de las relaciones exteriores? Veremos los próximos capítulos.
Queda la incógnita de la política macroeconómica. Felipe Larraín mostró en el primer gobierno de Piñera un sesgo relativamente keynesiano, que él mismo seguramente no está dispuesto a admitir (dada la virulencia de los economistas ortodoxos en Chile). Supo acompañar los tardíos impulsos fiscales que heredó de la administración anterior y logró una buena tasa de creación de empleo y de crecimiento utilizando las holguras previamente construidas. Logró una razonable salida de crisis. Las holguras hoy día son menores, pero aún existen. No aprovechar las circunstancias externas más favorables para provocar un impulso de crecimiento, coordinando políticas fiscales y monetarias suficientemente expansivas, sería un gran error. Persistir en las equivocadas políticas restrictivas llevadas por la dupla Valdés-Vergara en el actual gobierno mantendría a nuestra economía en una senda inferior a su crecimiento potencial y de reducción de ese crecimiento potencial. El aumento de este último, en lo que cabe a la política de gobierno, pasa por reactivar la deprimida inversión púbica y por aumentar sustancialmente el esfuerzo en investigación, desarrollo tecnológico e innovación. No es, por el momento, un buen índice de orientación de la política económica hacia el interés general la propuesta programática de Piñera de volver a la integración completa del impuesto a las utilidades de las empresas con el impuesto personal, es decir una fuerte baja de los impuestos a los más ricos, que aumentaría una vez más la desigualdad y restaría recursos para fortalecer el crecimiento a largo plazo. Tampoco es un buen antecedente la cantidad de ministros con vínculos con el grupo Penta y otros de la misma índole, así como la ideologizada postura del nuevo ministro de Economía, contraria a toda estrategia de diversificación productiva fruto de su orientación de caricatura del tipo Chicago Boy. Una política orientada, por ejemplo, a alianzas para pasar a la electromovilidad industrializando el litio y el cobre con actores nacionales no está en su horizonte. El tipo de cambio en valores bajos hará, además, bastante duros los tiempos mejores para la agricultura y la industria. De la nueva ministra del Medio Ambiente no se conoce que piensa en la materia. Es de esperar que su tarea no se remita a permitir ahora sin más las inversiones que dañan el medioambiente y que las mineras Domingas y sus destrucciones de los ecosistemas no sigan campeando en los territorios en los que se explota nuestros recursos naturales.
Finalmente, la proyección del gobierno, en la idea de actuar en un horizonte para la derecha de ocho años, parece haberse depositado por Piñera en la figura de Alfredo Moreno. Se entiende poco que esto pueda ocurrir trasladando a quien preside hoy al gran empresariado corporativo a hacerse cargo del desarrollo social de Chile, en el mismo momento en que se planea rebajar los impuestos a los muy ricos. Será interesante observar qué diseños en la materia se irán evidenciando, si es que existe alguno. Así, en la conformación del gabinete se reconocen rasgos del estilo del presidente electo, que es más bien impulsivo que reposado, más de corto que de largo plazo. Y sobre todo sigue en el aire una pregunta de rigor: ¿volverá a emerger una conducción errática del gobierno frente a las expresiones de la sociedad, que no dejarán de manifestarse de una u otra manera?