Anu Bradford: “El incentivo de Trump es acelerar la guerra tecnológica”
En entrevista con La Tercera, esta influyente académica de Columbia aborda el futuro de la regulación tecnológica y los movimientos de sus tres principales actores: Estados Unidos, China y la Unión Europea. En el caso del futuro gobierno estadounidense, plantea que una de las principales cartas la jugará Elon Musk. “Pero él depende mucho de los ingresos de China, incluyendo sus conexiones con Tesla”, dice.
Anu Bradford es una de las más influyentes abogadas y pensadoras sobre uno de los temas más candentes de estos años: cómo regular la tecnología. Es autora de The Brussels Effect: How the European Union Rules the World (2020), nombrado como uno de los mejores libros de 2020 por Foreign Affairs. Su última publicación, Digital Empires: The Global Battle to Regulate Technology, fue uno de los mejores libros de 2023 según el Financial Times, y galardonado con el Premio Stein Rokkan 2024 de Investigación Comparada en Ciencias Sociales.
Profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Columbia, Bradford es directora del Centro de Estudios Jurídicos Europeos. También es profesora del Instituto Jerome A. Chazen de Negocios Globales de la Columbia Business School y profesora no residente de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional. En su libro Digital Empires, Bradford examina la rivalidad de los tres imperios digitales -China, Estados Unidos y la Unión Europea- una que a su juicio dará forma al mundo en las próximas décadas. Bradford conversa con La Tercera vía Zoom sobre los cambios y desafíos que vienen.
¿Cómo ve que estos tres imperios se han movido en su postura respecto a la tecnología, desde el momento en que terminó su libro y hoy?
Es un modelo muy dinámico, pero hay un par de direcciones que vemos. Una es que ahora el Estado juega cada vez un papel más importante en la regulación, por lo que tanto Estados Unidos como la UE en muchos sentidos están empezando a jugar el juego de Beijing. Estados Unidos ya no está tan comprometido con el libre mercado, si miras las carreras masivas de subsidios en el dominio de los semiconductores, la IA; si miras los controles de exportación, las restricciones a la inversión: esto no es libre mercado. En el espacio digital hay mucha participación estatal en términos de restringir el acceso de China a capacidades tecnológicas clave, y un esfuerzo patrocinado por el Estado para construir esas capacidades a nivel nacional.
¿Y cómo se ha movido la UE, que se caracteriza por la regulación?
También la UE ahora está muy preocupada de convertirse en una víctima de la guerra tecnológica y comercial entre Estados Unidos y China. Y se está obsesionando mucho con esta noción de autonomía estratégica, de soberanía tecnológica, como todas las naciones. En realidad, hablamos de soberanía de la IA y de cómo se tienen capacidades en las que no se puede confiar en las cadenas de suministro internacionales, de modo que en muchos sentidos eso nos está llevando al territorio de China, y ese es el juego que China siempre ha estado jugando, y en el que China es muy buena.
¿Le preocupa?
Me preocupa hasta cierto punto que Estados Unidos esté renunciando a los beneficios innatos que ha tenido en esta carrera. Los mercados le han servido muy bien a Estados Unidos, y todavía es una pregunta abierta cuán efectiva será esa intervención estatal, así que eso es algo que ha cambiado, que este movimiento hacia el modelo impulsado por el Estado se ha acelerado, en parte debido a las tensiones geopolíticas. Lo otro es que en muchos sentidos también vemos un movimiento creciente hacia el lugar donde está la UE: no solo porque Corea ha adoptado una ley de IA que se parece mucho a la de la UE, sino que la forma en que China ha estado regulando, ya que en parte ha estado siguiendo lo que está haciendo la UE. China está muy preocupada por las prácticas abusivas de la empresa privada, por lo que se siente muy cómoda con que el Estado extraiga los datos de las personas y los use para mejorar la estabilidad social y la seguridad nacional, pero ha habido una gran preocupación por el hecho de que las empresas privadas están extrayendo datos de individuos y monetizando eso. Así que en ese sentido se ve parcialmente un movimiento hacia el tipo de modelo europeo impulsado por los derechos. No se puede permanecer en el poder solo oprimiendo a sus ciudadanos, (en China) hay una vigilancia masiva, hay una censura masiva y propaganda, pero también hay un esfuerzo por proteger a los consumidores de la discriminación de precios que puede ser sostenida por algoritmos, y hay un esfuerzo por proteger la privacidad frente a estas empresas privadas.
Hablemos de Estados Unidos: Trump 2.0 y su relación muy estrecha con Elon Musk tendrá gran efecto, ¿no?
Estados Unidos se estaba acercando a China en términos de participación estatal, pero también a la UE en términos de hacer un mayor esfuerzo para regular este espacio. Lo vimos en todos estos casos antimonopolio, los diversos tipos de esfuerzos bipartidistas en el Congreso para comenzar a regular, la orden ejecutiva sobre inteligencia artificial, pero ahora es realmente interesante qué sucederá. Pero creo que es impredecible… A Trump no le gustan todas estas empresas tecnológicas. Trump odia a Facebook. Algunos de estos grandes casos antimonopolio se iniciaron durante su primera administración. Pero ahora tenemos a Elon Musk, que es un fundamentalista absoluto de la libertad de expresión, así que se podría suponer que habrá un enfoque en apegarse a la sección 230, la libertad de expresión, internet libre, una especie de libertad total en lo que respecta a la moderación de contenido. También es dueño de empresas de inteligencia artificial, no quiere verse limitado por la regulación, pero curiosamente Musk está muy preocupado por los riesgos existenciales en torno a la inteligencia artificial y apoyó el proyecto de ley de California que fue diseñado para controlar las amenazas existenciales. Hay elementos de la regulación de la inteligencia artificial en los que Musk es un firme defensor, por lo que será muy interesante ver qué sucede.
¿Cómo ve esa relación, considerando las diferencias que comenta?
El incentivo de Trump es acelerar la guerra tecnológica, pero Elon Musk depende mucho de los ingresos de China, incluyendo sus conexiones con Tesla, que tiene a China como un mercado importante. Así que se puede esperar que haya un poco de idas y vueltas y batallas internas. Un tema es este: si piensas en cuál es la gran fortaleza de Estados Unidos, es la inmigración y tener todos estos trabajadores calificados de alta tecnología, todo el talento que fluye hacia EE. UU. Y ahora ya hay una gran grieta entre Musk y los demás que apoyan la continua inmigración de ingenieros talentosos, versus el movimiento MAGA (Make America Great Again), que no quiere inmigración. Entonces no creo que haya una manera clara de decir hacia dónde se dirigirá Estados Unidos. En muchos sentidos, sí, vamos a ver menos enfoque en la regulación. Ya ha dicho que derogará la orden ejecutiva sobre antimonopolio. Obviamente, Trump es impredecible, cambia de opinión. Así es que vamos a entrar en un período de mayor imprevisibilidad y de batallas internas sobre dónde vamos a terminar con la regulación.
En cuanto a la IA, ¿cree que si no se regula adecuadamente es una amenaza existencial para la humanidad?
Te diría que me preocupan más los riesgos ciertos e inmediatos que rodean a la IA. La IA a gran escala facilitó la desinformación. (Afecta) nuestra relación con la verdad, cuando las imágenes, los vídeos y los textos son manipulados por la IA de maneras que son realmente engañosas y nos dificultan mucho distinguir qué es ficción y qué es realidad. Y especialmente en el contexto del debilitamiento de la democracia, el uso de la IA para mantener la desinformación a gran escala en las elecciones ha sido mi principal preocupación. Y también me preocupa mucho el uso de la IA para la vigilancia masiva, las violaciones de la privacidad a gran escala. Y esos no son riesgos remotos, son riesgos que ya tenemos. La difusión de los sistemas de reconocimiento facial y vigilancia basados en inteligencia artificial que China está exportando y utilizando en el país me preocupan. Y debo decir que me resulta más difícil atribuir probabilidades a esos riesgos existenciales. Y, por ejemplo, la Ley de Inteligencia Artificial de la UE no es particularmente eficaz para abordar el riesgo existencial. Es mucho más eficaz para los riesgos cotidianos, pero creo que hay pruebas suficientes de que no podemos permitirnos ignorar los riesgos existenciales, así que no, no soy alarmista, pero me los tomo en serio. Y me preocupa especialmente que necesitamos cooperación transfronteriza para abordar riesgos existenciales y comunes a toda la humanidad. Y, de alguna manera, tengo esperanzas de que incluso Estados Unidos y China puedan dejar de lado algunas de sus diferencias en lo que respecta a esos riesgos. Especialmente, como cuando la IA está en manos de actores no estatales mal intencionados. Esa no es una cuestión de ideología. Nunca vamos a llegar a un acuerdo sobre que China no utilice la inteligencia artificial para la vigilancia masiva, pero sí podemos ponernos de acuerdo sobre algunas formas de intercambiar información colectivamente y tratar de contener esos riesgos existenciales, porque no están tan ligados a cierto tipo de posiciones ideológicas que tienen los países.
¿Cree que en materia de regulación de tecnología la UE ha tenido la relevante influencia sobre la cual ha escrito usted, y que ha denominado “el efecto Bruselas”?
Creo que ha sido influyente, pero esa influencia tiene sus límites. Obviamente, el efecto Bruselas no resuelve todos los problemas. No se está produciendo en todos los países, en todos los sectores y con respecto a todas las leyes que emanan de Bruselas. Y debo decir que otro gran cambio desde que escribí el libro es que la UE está absolutamente obsesionada con su competitividad, especialmente con toda esa idea de autonomía estratégica, que está rezagada con respecto a Estados Unidos. Se enfrenta a desafíos geopolíticos sin precedentes. No se puede lograr eso si no hay crecimiento económico. No se pueden abordar los desafíos económicos, ni los desafíos geopolíticos, ni construir Fuerzas Armadas, no se puede reconstruir Ucrania y no se puede ser competitivo a menos que se cuente con un sector tecnológico fuerte. Por eso la UE está haciendo un análisis crítico y se pregunta: ¿estamos simplemente regulando pero no innovando?
¿Qué piensa usted?
Lo planteo en el libro, y también he escrito un artículo, titulado La falsa elección entre regulación digital e innovación, donde trato de refutar este argumento. Sí, la UE está atrasada en innovación tecnológica, pero no es debido a su compromiso con la regulación. Existen otras diferencias. Si la conversación en Chile es: ¿podemos seguir a la UE con la regulación digital o eso significa que no vamos a innovar? Diría que esa es una elección falsa porque la razón por la que Estados Unidos ha tenido tanto éxito es que, en comparación con la UE, esta no tiene un mercado único digital. Sigue habiendo un mercado fragmentado y es difícil ampliarlo a 27 Estados miembros diferentes. Tampoco existe una unión de mercados de capitales profunda e integrada, por eso es más difícil financiar las innovaciones en la UE. Las leyes de quiebra son punitivas, por lo que resulta muy difícil emprender actividades innovadoras y disruptivas que impliquen mucho riesgo si no se tiene una segunda oportunidad en caso de fracaso. Y luego está el punto realmente importante sobre la inmigración, que explica también el éxito de EE. UU. Por eso no quisiera que países como Chile lleguen a la conclusión de que hay que elegir entre una u otra opción.
¿Cuál sería una mejor conclusión?
En muchos sentidos, me encantaría que Chile imitara a la UE en la mejora de los derechos digitales, pero también a EE.UU. en lo que respecta a tomar en serio la atracción de talento, asegurarse de que exista un mercado de capitales de riesgo próspero y acceso al capital, asegurarse de que los emprendedores tengan incentivos para participar en innovaciones que impliquen riesgos, etc. De modo que se pueda replicar lo mejor de ambos sistemas, no lo peor de ambos. No debería ser necesario que alguien como Elon Musk se hiciera cargo del gobierno y básicamente influyera en las elecciones y permitiera que el poder privado de las empresas tecnológicas eclipsara a los gobiernos democráticos.
¿Y cómo se puede proteger la democracia liberal, que se daña con las RRSS y la desinformación, con una regulación que no se use contra disidentes por parte de un gobierno?
Creo que es la cuestión más difícil de resolver de todos los ámbitos de la economía digital. Creo que la libertad de expresión y la moderación de contenidos son las más difíciles porque es muy fácil equivocarse y muy difícil acertar. Se puede exagerar o no. Y creo que eso nos lleva a la cuestión de quién decide (qué se modera). Y, en última instancia, creo que debe haber algún tipo de respaldo democrático para que estas empresas no tengan que decidir qué voces se tienen en cuenta. Los algoritmos se convierten en una especie de sustituto de cómo ejercemos nuestras voces democráticas en las sociedades. En muchos sentidos, me gusta el enfoque de la DSA, la regulación de la UE, porque no dice qué discurso está permitido y cuál no, pero realmente mejora la transparencia y la rendición de cuentas, para que entendamos los algoritmos detrás de la moderación de contenido. Así, al menos, podemos tener una conversación democrática sobre cómo lo hacen las empresas. No se puede permitir que nadie en Bruselas revise cada tuit antes de que se publique o que mire cada segmento de YouTube antes de que se publique en línea. Lo que ocurre es que, dado el volumen de contenido en línea, vamos a depender de las herramientas de toma de decisiones automatizadas de estas empresas. Por lo tanto, la cuestión es que tenemos que entender, y tenemos que tener el tipo de mecanismo de transparencia y rendición de cuentas que permita a las empresas explicar cómo toman las decisiones, cómo se construyen los algoritmos, para que podamos entender y luego criticar o sentirnos cómodos con la forma en que se toman esas decisiones. En definitiva, creo que es lo mejor que podemos hacer, pero es extremadamente difícil.
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