Diez emprendedores enjuician a la clase empresarial chilena y describen qué tipo de startup quieren construir
Tienen en su mayoría entre 30 y 40 años y dirigen empresas que crearon de cero. Son los líderes de NotCo, Algramo, Babytuto, Lab4you, Laboratoria, Phage Lab, Poliglota, Justo, Karün y Cornershop. El juicio sobre sus predecesores en el desarrollo y creación de empresas es más bien crítico: conservadores, herederos, verticalistas y con un énfasis único en la rentabilidad son parte de los reproches. Aun así, perciben aires de cambio. La mayoría cree que sus startups son más horizontales y resaltan que, a diferencia de las empresas tradicionales, tienen también propósito sociales.
“No me identifico para nada con el término empresario. Voy a ser siempre un emprendedor, porque no me interesa ser empresario. Lo que hago me interesa por una convicción mucho más allá de mi desarrollo profesional o económico. Yo estoy aquí para cambiar el mundo y no voy a dejar de hacerlo, por mucho que la compañía crezca en valorización o sea unicornio. Nunca jamás seré un empresario. La rentabilidad es una consecuencia de lo que hacemos”. Las palabras son de Matías Muchnick, CEO y cofundador de NotCo, la empresa que fue valorizada hace solo un mes en US$ 1.500 millones.
El ingeniero comercial de 33 años dice que es difícil juzgar al empresariado más tradicional. Entre otras cosas, porque las épocas son distintas. “Creo que tienen una manera muy distinta de hacer las cosas, por cómo se formaron. Remontémonos a la década de los 60, 70 y 80 para entender de dónde viene esa forma de ser. La mayoría de los padres de estos empresarios vinieron de guerras y, prácticamente, todos fueron inmigrantes. Simplemente, tienen maneras de pensar y ver el mundo distintas, porque en ese momento tener un negocio rentable era más importante que tener un negocio para cuidar el planeta. Era más importante hacer plata que tener un impacto social”.
Muchnick prosigue con la idea, conectándola con la actualidad: “Esa manera de empresa o emprendedor hoy no tiene cabida en la sociedad que vivimos y en el momento de la historia de la humanidad. Son contados con los dedos los que han sido capaz de adaptarse a la sociedad actual. No podemos tirarle dardos a las generaciones antiguas porque no se adaptaron a la realidad de hoy día. Somos distintas personas, distintas generaciones, distintos momentos en el tiempo, maneras de pensar distintas”.
Las semejanzas de ambas generaciones las describe de esta manera: “Las similitudes son las de un empresario exitoso. Somos gallos que nos matamos trabajando, resilientes y resolutorios de conflictos. Es la similitud del espíritu del emprendedor, más que de las maneras de hacer las cosas”.
Para Daniela Lorca, 37 años, CEO de la startup de e-commerce de artículos para bebés y madres, Babytuto, el empresariado tradicional “tiene mala fama por la apropiación máxima en todo sentido. Se mete en la misma bolsa a algunos que corrompieron las leyes apropiándose de recursos naturales del país y lucrando personalmente por eso y, también a los que han hecho las cosas bien y que han contribuido al desarrollo del país”.
¿Cuál es la mayor diferencia entre las Startup y las empresas tradicionales? Lorca responde así: “La era en la que estamos, donde se necesitan otras cosas. Nos diferencia el punto de partida en donde la distinción está en si eres heredero o no. Si eres heredero, es difícil que pongas en riesgo tu herencia haciendo las cosas de manera distinta. Si no lo eres, no tienes capital inicial ni aval, por lo que entras al juego de innovar en todo lo que puedas (industria, modelo de negocios, etc.). También nos diferencia el uso de la tecnología, donde actualmente podemos escalar negocios de una manera más rápida y eficaz sin destruir recursos naturales. Nos diferencia el bien colectivo, no el individual”.
“Mejorar la situación del país es lo que nos motiva a ambos lados”, opina Lorca sobre las similitudes entre ambas generaciones. “Tener un propósito con una energía diferenciadora capaz de mover masas para generar empleos y ser disruptivos”.
“Supongo que la edad”, es la primera respuesta de Daniel Undurraga cofundador y CTO (Chief Technology Officer) de Cornershop, cuando se le pregunta sobre lo que lo diferencia de otros empresarios de alto patrimonio. Y prosigue: “Yo cumplí 40 hace poco, crecí con internet, con acceso infinito a la información. También el hecho de haber partido algo desde cero y haberlo hecho crecer tanto en tan poco tiempo. Nosotros armamos Cornershop con el paradigma de Silicon Valley, de internacionalizarnos muy rápido con inyecciones de capital, y eso no se había visto mucho en Chile hasta entonces. La imagen del empresario tradicional en Chile está muy dañada, se relaciona con el patrón de fundo, que es rentista, clasista, tramposo, se colude mientras predica las maravillas del libre mercado y financia campañas políticas ilegalmente, campañas que generalmente buscan imponer una visión radical ultraconservadora en un país que ya se liberalizó hace rato. Yo no me puedo sentir más lejano a esa imagen de empresario y tampoco creo que todos los empresarios chilenos sean así”.
Undurraga indica además que en realidad “hay todo tipo de emprendedores: chicos, medianos, grandes, de todas las clases sociales y de todas las regiones del país y todos son importantes en la economía. Una gran diferencia que veo en empresas más tecnológicas y con fundadores más jóvenes es que son muy horizontales. Toda la gente, desde el gerente general hasta el practicante, tienen el mismo computador, el mismo escritorio, la misma silla. Eso hace que se cree un ambiente donde todos se sienten pares y contribuyen con ideas y las ideas buenas se terminan ejecutando. En una empresa vertical, eso no pasa, porque no se dan las instancias y el gerente no sabe relacionarse de igual a igual con todos los empleados. Eso es un derroche de talento brutal. ¡Imagínate que la selección chilena tuviera sólo jugadores de Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea, probablemente perdería todos los partidos!”.
Marisol Alarcón, 38 años, es actualmente la cofundadora de Kaudal, un spin-off (empresa surgida de otra) de Laboratoria, ambas, startups con un foco en inclusión tecnológica y presente en varios países. La emprendedora indica: “Es complejo generar una sola definición para la clase empresarial chilena tradicional. Pero pensando en sus puntos en común, me atrevería a decir que son empresas y empresarios que han sabido liderar sus negocios y hacerlos crecer, y son muy respetados en la región. No obstante, en algunos casos, ha faltado una visión de impacto positivo en la sociedad, el medioambiente y en sus colaboradores. En ese sentido, el éxito pasado les pudo haber jugado en contra para adaptarse con la rapidez que se requería a las nuevas demandas de la sociedad y entender que éstas han cambiado en muchos aspectos”
Siguiendo la idea de los problemas de adaptación, Alarcón señala que los empresarios tradicionales “pueden seguir siendo muy rígidos a los procesos y a las formas de entender las necesidades de sus clientes, con dificultades para adaptarse lo suficiente a nuevas metodologías de trabajo y tecnologías que se enfocan justamente en entender de manera rápida, barata y con bajo riesgo, lo que el cliente quiere y no lo que ellos creen que quiere, porque vienen sirviéndoles hace 20 años. Este éxito pasado en varios casos fue una barrera para entender que había que cambiar y adaptarse a este nuevo mundo mucho más competitivo, incierto, digital y efímero.”
En relación a las similitudes de ambas generaciones, la cofundadora de Kaudal agrega: “Al igual que ellos, somos un equipo de personas súper profesional, donde la calidad de nuestro trabajo es uno de nuestros nortes. A mi juicio tenemos una oportunidad virtuosa de tomar esas diferencias y similitudes entre las empresas tradicionales y las modernas. Si bien nosotros somos una empresa claramente de la nueva era, entendemos con mucha claridad cómo piensan las empresas más tradicionales y logramos empatizar rápidamente con sus dolores y ayudarlos a modernizarse. Ellos en tanto, tienen mucho que enseñarnos a las empresas más modernas y desde nuestro lado estamos muy abiertos a recibir esos aprendizajes”.
“Creo que durante las últimas décadas hemos sido testigos de una generación empresarial que ha hecho su fortuna principalmente a partir de herencias, explotación de recursos naturales, adquisición de ex empresas estatales estratégicas y un incentivo ciego al consumo desmedido como forma de vida”.
Esa es la opinión de José Manuel Moller, 33 años, CEO de Algramo, uno de los íconos de las startups chilenas sustentables. Moller agrega: “Esta clase empresarial ha generado millones de empleos y ha liderado un ideal de progreso que es hora de cuestionar. La posición que les dio rédito durante tantos años hoy los tiene sesgados y con poca capacidad de entender los nuevos tiempos, donde la gente no solo espera un ‘chorreo’ de su enriquecimiento, sino que espera empresas que hagan un aporte más profundo que la generación de empleo. Creo que se vienen tiempos complejos para los empresarios tradicionales. Hoy, su fórmula ya no es suficiente, no solo por el lado social, sino que está en tela de juicio por el impacto ambiental que generan. Saber actualizarse y sintonizar con los tiempos va a ser clave para la supervivencia de sus negocios”.
Moller estima que a diferencia de la clase empresarial chilena tradicional, esta nueva generación de emprendedores y emprendedoras han partido desde cero. “Si bien muchos somos hijos de esta clase empresarial, hemos tenido el valor de cuestionar su forma de hacer las cosas para romper la hegemonía de los modelos tradicionales de las grandes empresas. Hemos sido capaces de ver que el modelo de desarrollo que han impulsado, no es ni justo ni ético y mucho menos sustentable. Esta nueva generación es mucho más abierta, liberal y laica, con un sentido de propósito por el cual desarrollar un negocio. Me gusta pensar que es una generación que está poniendo a las personas y el medio ambiente como factores claves del desarrollo y no a costa de ellos. Creo que lo que más nos diferencia es que esta generación, antes de emprender, se está preguntando con qué se puede lucrar, de qué forma y con qué fin”.
¿Cuáles son entonces, los elementos que comparten ambos mundos? Según el CEO de Algramo, el punto de partida. “Creo que el origen sigue siendo la élite. Somos muchas veces de carreras similares, de círculos similares y el emprendimiento todavía no ha logrado, lamentablemente, romper con la segregación. La diferencia es que nos damos cuenta de esta realidad y queremos cambiarla. No nos interesa aferrarnos con uñas y dientes a nuestros privilegios”.
“En general considero que la clase empresarial chilena se caracteriza por ser más bien conservadora, lejana a sus trabajadores, muy cómoda y cerrada”, comenta Rodrigo Segal, 35 años, cofundador de Justo, startup que partió el 2018 y ayuda a los restaurantes con sus ventas online y delivery. “Hemos visto que en muchas ocasiones se construyen organizaciones muy verticales y eso no permite que los colaboradores puedan mantener una relación cercana ni de confianza con sus jefaturas, lo que finalmente se ve reflejado en los resultados de la empresa”, agrega.
Segal define así qué tipo de empresa aspira con Justo: “Hemos decidido construir una empresa muy horizontal, cercana, por sobre todas las cosas. Otra de las cosas que nos importa muchísimo es construir un equipo de primer nivel, centrado en la independencia y el bienestar de todos quienes forman parte de nuestra empresa”.
Desde Estados Unidos, Komal Dadlani, 32 años, CEO y cofundadora de Lab4U, estima que las empresas tradicionales están comenzando a cambiar el estilo, aunque, en su mayoría, aún no están muy dispuestas y abiertas al riesgo. “Tienen un ADN aún muy adverso a tomar nuevos riesgos, a dar saltos cuánticos, a dar grandes saltos. Pero, soy optimista y creo que eso está comenzando a cambiar. Y ya hay algunas que se están atreviendo”.
Sin embargo, señala que aún existen muchas diferencias con los nuevos emprendimientos. “De partida, una startup está tratando de solucionar un problema rápidamente y de una forma innovadora bajo condiciones de extrema incertidumbre. También suele pasar que estas startups, o nuevas empresas tecnológicas escalables, tienen esa misión definida en relación a su aporte al mundo como su foco principal. No obstante, comparten también la ambición de un corporativo más tradicional...esa ambición financiera, por ejemplo, de llegar a generar retornos y transformarse en un ‘unicornio’. Las startups sociales pueden tener la ambición de un corporativo tradicional, pero el corazón de una de ‘non-profit’ u ONGs, que quieren tener un impacto en el mundo”.
“Queremos ser empresarios que estén solucionando problemas para la comunidad y con soluciones que sean sustentables”, dice Dadlani, y agrega: “Yo en lo personal, soy una fiel creyente de que, si hacemos un bien social, con karma positivo, podemos construir un mundo mejor”.
“Creo que, hasta ahora, el empresario chileno ha sido muy conservador, donde siempre ha buscado una visión más de rentista que de creación de valor, lo que se ve en el tipo de empresas que tenemos en Chile y en la mayor actividad del país, que es básicamente de extracción de materia prima y commodities”, comenta Thomas Kimber, 32 años, CEO de Karün, una de las startups de economía circular más conocidas en Chile. Y agrega sobre el mismo punto: “Les ha faltado una visión de innovación y tomar riesgos para crear valor, más que buscar solo la rentabilidad”.
Sin embargo, Kimber aclara: “Yo no creo que las antiguas generaciones sean peores que las nuestras. Simplemente son diferentes paradigmas en diferentes momentos en el tiempo y, gracias a cómo se dio la historia, nosotros hoy tenemos la posibilidad de reflexionar, cuestionando las cosas para poder cambiarlas. Lo que realmente nos mueve es usar a las empresas como herramienta para crear valor y mejorar a la sociedad. Por lo tanto, tenemos que innovar y tomar riesgos. No vemos a la rentabilidad económica como el fin último”.
Con respecto a qué tipo de empresario quiere ser, el CEO de Karün señala: “Que realmente haga una diferencia en el cambio cultural. Tenemos que ser empresarios empáticos, conectados con la realidad y usar las redes para armar una sociedad más evolucionada que la que tenemos hoy”.
Hace menos de tres meses, recibieron una ronda de inversión de US$ 30 millones. Se trata de la startup Phage Lab. Su CEO y cofundador, Hans Pieringer, 35 años, estima que la clase empresarial chilena tradicional es “bastante tosca, distante y poco empática. Creo que por años han sentido demasiada seguridad en sus posiciones estratégicas, lo que ha hecho que subestimen a la competencia y el poder de la transformación digital que las nuevas generaciones traen consigo”.
Pieringer estima que la principal diferencia con las generaciones anteriores “yace en el significado de propósito al emprender. Por ejemplo, en Phage nos mueven dos propósitos: el de negocios, que es ‘Crear productos para salud animal y humana que permitan combatir la creciente crisis sanitaria de bacterias multiresistentes’; y el humano: ‘Demostrar que la ciencia en Chile puede generar impacto global’”. Además continúa: “La segunda diferencia tiene relación a cómo miramos el mundo. Es notorio que el empresariado chileno se quedó durante años limitado a nuestro territorio. Empresas como Cornershop o NotCo decidieron salir rápidamente a capitalizar más mercados y les trajo un éxito rotundo.. Creo que esta generación no le tiene miedo a salir ni problemas a adaptarse a nuevos tipos de culturas”.
“Queremos ser empresarios que crean valor. No queremos ser administradores de commodities en los que hay que recortar costos una y otra vez”, concluye Hans Pieringer.
Para Carlos Aravena, 37 años, CEO y cofundador de la startup de aprendizaje de idiomas Poliglota, la clase empresarial tradicional es “muy antigua y lamentablemente un porcentaje grande está preocupada por generar utilidades para sus accionistas y donde este valor queda en manos de unos pocos. Sin embargo, hay otro porcentaje emergente que está entendiendo que la empresa está construida en base al trabajo de las personas y que ellas deben ir creciendo profesional y económicamente junto a la empresa”.
Aravena agrega además que “las startups somos generadores de valor o riqueza y eso es para todos los que componen la organización, clientes, proveedores, trabajadores. Si a la empresa le va bien a todos nos va bien. Esa mentalidad empareja la cancha y genera nuevas oportunidades” Incluso, cree que ambos mundos tienen procesos similares en lo comercial, financiero o administrativo. “Buscamos ser eficientes en el día a día, con los gastos y controles. Así también con la forma de planificación. Sin embargo en las startups nos mueve un propósito que muchas veces es más grande que la propia empresa”, concluye.
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