La carrera presidencial de 2021 tiene el récord histórico de la mayor cantidad de competidores por La Moneda. Si bien solo siete llegaron a la papeleta (con esa vara las elecciones de 2013 tendrían el mayor registro, con nueve candidatos), en el intertanto quedaron otros 11 en el camino. En total, hubo 18 políticos que al menos compitieron en alguna instancia. Tal vez sea la mayor oferta de presidenciables de la historia. Sin embargo, la tendencia de los últimos procesos presidenciales indica que probablemente la proliferación de postulantes a La Moneda se mantendrá.
Los incentivos para ello son diversos, desde el financiamiento fiscal (alrededor de $ 1.400 por voto), el fraccionamiento político y la misma ventana de oportunidades que ofrecen las redes sociales para que un aspirante presidencial recoja información de las demandas ciudadanas e incluso hacer una campaña por plataformas digitales sin estar en territorio nacional, como fue el caso de Franco Parisi, quien salió tercero con 899.230 votos (12,80%).
El politólogo Rubén Darío, director de inteligencia digital de la agencia Rebaño, menciona que el caso de Parisi no es aislado. Menciona que en Brasil un parlamentario, Luis Miranda, fue electo haciendo campaña desde Miami a “punta de YouTube”. Además, en un plano más sofisticado, recuerda el ejemplo de Jean-Luc Melenchón, en Francia, quien en sus campañas presidenciales de 2017 y 2022 utilizó hologramas para estar simultáneamente en varios lugares en un mismo acto.
La retroalimentación de datos que ofrece el mundo digital también permite al político reinventarse, incluso, transitando desde un perfil de candidato tradicional a uno más incorrecto o juvenil o viceversa.
Darío menciona que la “inteligencia digital” se basa en darle un análisis a la información de las redes. “Con ello, uno puede eliminar los sesgos de las encuestas, como a quién se le pregunta o qué preguntas se hacen, a diferencia (en los espacios digitales), se genera una información espontánea, voluntaria y sincera respecto de lo que creen las personas”.
Explica que se pueden detectar grupos sociales que tengan ciertas afinidades con un candidato o candidata y “uno puede hacer que esa afinidad sea más cercana y empática”. “Por ejemplo, una vez identificamos un público juvenil que tenía una afinidad con un candidato a alcalde del sur de Santiago, y detectamos que ese público juvenil tenía un gusto por las zapatillas Converse. Entonces, lo que le recomendamos al candidato es que empezara a usar zapatillas Converse para tener más cercanía con ese público”.
El caso de Gabriel Boric puede ser otra muestra de ello. No era favorito en ninguna encuesta a inicios de 2021. En las mediciones que se hacían cuatro años antes, incluso, ni siquiera era mencionado.
De hecho, en la primera medición en que apareció Boric fue en enero de 2020, en un estudio de Criteria, con un 2% de preferencias. Fue un paso fugaz.
En esa época venía de firmar el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución (el 15 de noviembre de 2019) a contrapelo de la decisión de su partido, Convergencia Social (CS), y de gran parte de las fuerzas de izquierda, como el PC.
Sin embargo, ese hito “republicano” lo marcó. El episodio fue recordado por Mario Kreutzberger en la entrevista que le hizo al Presidente, el pasado 15 de marzo. “Yo creo que está aquí sentado por eso”, le dijo.
El despegue definitivo en las encuestas para Boric solo se dio en marzo de 2021. A fines de ese mes apareció en un sondeo de Activa, con un 1,9%. A esas alturas, el alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, seguía como favorito (7,9%).
En esa época, Boric aún usaba camisas escocesas, arremangadas, con un par de botones abiertos y fuera del pantalón. Además, lucía la barba más larga y el cabello despeinado.
Sin embargo, avanzada la campaña, el entonces diputado dio un giro en su discurso en busca de un elector más moderado. Su vestimenta y su apariencia personal también evolucionaron en línea con las nuevas circunstancias. Se puso chaqueta, comenzó a cuidar su peinado y accedió a retocarse la barba en un barbershop. Además, se metió la camisa dentro del pantalón y, si bien rehusó ponerse corbata, se dejó solo un botón abierto para el cuello.
Un estrecho colaborador cuenta que la estrategia era mostrar un tono republicano.
En menos de seis meses, el candidato logró reconfigurar su imagen y su discurso, más propio de un presidenciable tradicional. Así allanó el camino para que las fuerzas de la ex Concertación terminaran dándole su respaldo.
A juicio de Darío -quien trabajó en las campañas presidenciales de José Antonio Gómez, en 2013, y de Alejandro Guillier, en 2017-, el equipo del actual Presidente “probablemente detectó que había un público que buscaba una imagen de mayor seriedad y estabilidad y, a partir de eso, deben haber cambiado su imagen”. “Boric es un nativo digital, entiende cómo funciona la lógica digital y la supo utilizar bastante bien”, añade.
El candidato y su circunstancia
La receta de un político tradicional de Boric, sin embargo, no es necesariamente símbolo de éxito. A él también le ayudaron ciertas circunstancias políticas (por ejemplo, que la ex Concertación no se midiera en primarias) y su capacidad de leer adecuadamente el momento que se expresaba por las redes sociales.
“La carrera política es altamente líquida y competitiva”, sostiene el publicista Martín Vinacur, quien trabajó en la campaña de Michelle Bachelet en 2005.
A su juicio, el triunfo de Boric no indica que en Chile exista una preferencia por candidatos que desarrollen una campaña con un perfil más tradicional. “La circunstancia manda. Pero hay una idea que David Axelrod le planteó a (Barack) Obama en el 2004: las elecciones presidenciales están marcadas por la percepción del estilo y la personalidad del presidente saliente. Los votantes rara vez buscan la réplica de lo que tienen. Casi siempre buscan el remedio”, señala el fundador de la agencia AldeA.
El abogado Gonzalo Cordero -quien fue uno de los “samuráis” en la campaña presidencial de Joaquín Lavín en 1999 y también colaboró en el comando de Sebastián Piñera en 2017- comenta que el momento es clave. “Las candidaturas exitosas siguen, en general, el principio de la llave-cerradura, es decir, las sociedades tienen momentos determinados por crisis, situaciones específicas, por su historia. Y ese conjunto de variables configuran en cada momento un requerimiento, una demanda, una búsqueda (de un liderazgo). Y el que puede ser un buen candidato en un momento, puede ser muy malo en otro distinto”, dice el consultor y analista político.
“Tiene que producirse una confluencia de atributos del candidato con el momento de la sociedad. Por supuesto que los medios de comunicación, la internet, son una variable importante, pero el tema de fondo, el principio de la llave-cerradura, no ha cambiado”, añade Cordero.
Al no haber una receta mágica, también existe la tentación de los candidatos presidenciales a reinventarse con un perfil más incorrecto o polémico, como lo fue, por ejemplo, Donald Trump en la elección presidencial de EE.UU., en 2016, campaña que se nutrió precisamente por la comunicación a través de redes sociales.
“Hay en la sociedad una exacerbación de las demandas con una desconfianza por las instituciones. Eso hace muy tentador en campañas los candidatos estilo ‘atajo’ con soluciones populares a problemas complejos”, expresa Carlos Correa, director de Qualiz y exjefe de la Secretaría de Comunicaciones en el segundo gobierno de Bachelet, de quien también fue parte de su campaña.
No obstante, Correa cree que “las estridencias tienen un riesgo de ser burbujeantes, como pasó en Chile con las candidaturas previas de (Pamela) Jiles y (Sebastián) Sichel, que se veían como fenómenos emergentes y distintos. Por eso, en estos tiempos tan inestables, saber mantener el timón frío y esperar el momento es un activo”.