El año cinematográfico está terminando y, atendidas las circunstancias que hemos vivido, no tiene nada de raro que los títulos asociados a Netflix hayan sido los de mayor visibilidad durante el año.
24 dic 2021 03:16 PM
El año cinematográfico está terminando y, atendidas las circunstancias que hemos vivido, no tiene nada de raro que los títulos asociados a Netflix hayan sido los de mayor visibilidad durante el año.
Hay que reconocer que cuesta determinar en qué momento un cineasta que era interesante, divertido, punzante, inesperado y ocurrente como Wes Anderson, en especial en el primer tramo de su filmografía, se convirtió en el artista patético y en el realizador lastimado que es hoy, según queda en evidencia en su última realización.
Sabíamos de lo potente que ha llegado a ser la industria de la televisión en Israel. Sabíamos que varias de las más exitosas series de los últimos años corresponden a remakes de producciones originales israelíes, como Homeland o In Treatment. De esta cinematografía, sin embargo, sabemos menos.
La nueva radicalidad dista de esos chirridos y está asociada a realizadores como Eric Rohmer, como Hong Sangsoo y a autores que están llevando el cine al grado cero de la intencionalidad. Hace mucho rato que el rupturismo pasó de estirar las cuerdas de la violencia o el sexo a otra cosa muy distinta: a mirar con ojos de asombro, con mirada un poco marciana, si se quiere, el lado absurdo y aburrido de la vida.
Denis Villeneuve, el director canadiense de Duna, que no es ningún pavo, que hizo tres o cuatros cintas interesantes, que soñó por años con labrar en este trabajo su Capilla Sixtina y que para hacerlo tuvo todo a su favor, ha sonado como arpa vieja.