Columna de Emilio Sagredo: Salud mental, el gran reto de las comunidades escolares
De acuerdo con la reciente Encuesta Juventudes, de una muestra de 9700 jóvenes y 1000 adultos, más personas jóvenes que adultas han experimentado problemas de salud, y un cuarto de los jóvenes ha considerado la idea de no seguir viviendo, revelando datos alarmantes. Esto nos lleva a poner especial atención en la salud mental, particularmente en el ámbito escolar, donde converge la mayor cantidad de niños y adolescentes.
Las últimas cifras se complementan con estudios que arrojan que más de un cuarto de la población joven presenta síntomas depresivos o ansiosos de moderados a graves, duplicando la tasa observada en la población adulta, además del surgimiento de nuevos diagnósticos de condiciones como el TDAH, el TOC y el TEA.
En el contexto educativo, la salud mental se aborda principalmente desde el proceso de inclusión educativa y las políticas de convivencia escolar. Sin embargo, su implementación muchas veces presenta dificultades fundamentales, ya que la inclusión en Chile generalmente está sesgada hacia ciertas condiciones y trastornos del neurodesarrollo categorizados como “necesidades educativas especiales”, limitando la comprensión de la neurodiversidad. Si todos tuviéramos necesidades educativas particulares, técnicamente cada persona podría ser considerada como poseedora de una necesidad especial.
El problema radica en que estas necesidades están normativamente definidas por el Decreto 170, que excluye arbitrariamente aspectos esenciales de la salud mental, como por ejemplo aspectos como la psico emocionalidad y las adicciones. Por ejemplo, un estudiante con depresión, en duelo o con trastorno límite de la personalidad requeriría evidentes apoyos que, según la normativa, no se contemplan, dejando a estos estudiantes absolutamente invisibilizados.
Algo similar sucede con la convivencia escolar, pues el sistema parece estar diseñado para burocratizar los procesos y salvaguardar el prestigio institucional mediante la recopilación de evidencia; sin embargo, los casos de violencia escolar han aumentado, afectando a todos los miembros de la comunidad educativa. La salud mental no siempre recibe la atención que merece. Un ejemplo claro es la falta de acceso inmediato a psiquiatras o psicólogos en los hospitales públicos. Si una persona sufre la pérdida de un ser querido, rara vez recibe el trato necesario como paciente, sino más bien como un deudo, lo que contrasta con avances en otros países.
Por ello, en el marco del mes mundial de la Salud Mental, es crucial reconocer la importancia de esta temática en la población infantil y juvenil, y cómo se interrelaciona con el sistema educativo chileno. La salud mental debe ocupar un lugar central, no solo para los estudiantes, sino también para los docentes y toda la comunidad educativa.
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