Al cumplirse cincuenta años de relaciones diplomáticas entre Chile y la República Popular China uno revisa imágenes, palabras y momentos de las vivencias personales a lo largo de ese periodo. Y son muchas, pero en tres de ellas veo determinantes de nuestro itinerario común, de la interacción entre dos países diferentes avanzando hacia la comprensión mutua. Tres momentos donde la vida me permitió ser partícipe de ellos.
Primer momento
Es el 1° de Octubre 1971, Naciones Unidas, Nueva York. Soy parte de la delegación de Chile, a la 26ª Asamblea General de Naciones Unidas, enviado por el Presidente Salvador Allende. Nuestro jefe, el canciller Almeyda dirige la delegación. Chile, llega para dar cuenta por primera vez en esa tribuna del proceso político que vive y su visión del mundo, un país que pocos meses antes ha establecido relaciones diplomáticas con la República Popular China. Soy testigo cuando ese día Chile anuncia que votará a favor del Gobierno dirigido por Mao Tse-tung como legítimo ocupante de la silla de China en Naciones Unidas.
Somos los primeros en hacerlo. Dice Almeyda: “Chile confía que en esta asamblea se repare el tremendo error histórico de haber mantenido a la República Popular China fuera de la Organización Mundial. Al rectificarse esta situación injusta y anómala, estamos vigorizando a Naciones Unidas y dando un nuevo impulso con la colaboración de China a todas las empresas conducentes a la paz y bienestar de los pueblos”. Esto produce un impacto a nivel latinoamericano.
Cuando pocos días después llega el momento de la votación, recuerdo al embajador de Estados Unidos en Naciones Unidas, George H.W. Bush padre, yendo de una a otra delegación de los latinoamericanos para asegurarse la persistencia del voto en contra. Pero estaba escrito que ese año China entraría a ocupar su asiento como representante del pueblo chino, incluido su asiento en el Consejo de Seguridad. Fueron 76 miembros de la organización, entre los cuales estuvieron la URSS, la India, el Reino Unido, Francia y la mayoría de los estados europeos, los que votaron a favor, mientras que 35 países, encabezados por EEUU, en contra. Pero todos percibimos que era un momento histórico. Por lo demás, poco después, en febrero del año siguiente, Richard Nixon realizaría su viaje a China, a cuyo término dijo: “ésta fue una semana que cambió al mundo”.
Segundo momento
21 noviembre de 2005, Busán, Corea del Sur reunión del Foro APEC. En un aparte de la reunión tiene lugar un nuevo encuentro con el presidente chino Hu Jintao, esta vez para solemnizar lo que un año antes habíamos echado a andar: la firma del Tratado de Libre Comercio entre Chile y China. Las negociaciones fluyeron bien; fue un acuerdo pensado en mediano y largo plazo.
Por la diferencia de hora, en los medios en Santiago se publicaron frases como ésta: “Chile se convirtió esta madrugada en el primer país de occidente en tener un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China, la nación más poblada del mundo y la sexta economía del orbe”. Lo que allí quedó establecido fue crear un universo de intercambio donde un 92% de los productos chilenos podrían entrar sin pagar arancel a China y para un 50% de los productos chinos regiría la misma ventaja.
Aquel fue el primer acuerdo comercial suscrito por China fuera de Asia. Y, al mismo tiempo, para Chile fue demostrar nuestra voluntad de insertarnos en el mundo, junto con reiterar que por ello queremos un mundo con reglas justas y equitativas. A partir de ese momento, las relaciones con China pasaron a otro nivel. Con orgullo dijimos en el 2005 que exportábamos 3.400 millones de dólares a China e importábamos 2.000. Hoy nuestro comercio total sobrepasa los 43.000 millones de dólares y es China nuestro principal socio comercial.
Tercer momento
1° de abril de 2019 como miembro de los Elders -una entidad internacional de líderes ya mayores, fundada por Nelson Mandela y conducida luego por Kofi Annan, que acababa de fallecer, y Ban Ki-moon– llegué a Beijing en una delegación encabezada por Mary Robinson, presidenta de la entidad y exmandataria de Irlanda. El momento clave de nuestra visita fue una amplia conversación con el presidente Xi Jinping y las principales figuras de la política exterior China.
Allí hubo un intercambio de opiniones sobre el rol que debía jugar China en el escenario mundial, mientras se visualizaba que el multilateralismo activo estaba entrando en momentos más complejos. Y remarcamos la necesidad de ver a China dispuesta a mantener tales principios, a respaldar un sistema de gobernanza donde la globalización tenga sus reglas y que éstas sean sustentadas por todos los países, especialmente en los ámbitos del comercio internacional. En París hubo un avance real en el multilateralismo en torno del cambio climático. Y ahora tenemos al frente los Objetivos del Desarrollo Sustentable que la comunidad internacional en su conjunto se ha comprometido cumplir al 2030. El presidente Xi fue franco al decir que “muchos países han sentido presión y preocupación por el impacto del unilateralismo, pero la voz de la comunidad internacional en apoyo al multilateralismo sigue siendo la fuerza dominante”. Y nos reiteró su pensamiento sobre el destino común de la humanidad y por ello contribuir a tales tareas. China se mantiene en esa posición hasta el día de hoy.
Cooperar y competir
Esos tres momentos dan cuenta de cómo un país del tamaño de Chile puede construir una relación con China, el país más poblado del mundo, en torno de una agenda definida por el quehacer del presente y las visiones comunes sobre el futuro. Cada vez será más importante tener reglas en el mundo global y estas debemos construirlas entre todos, esa es la única forma civilizada de dar cauce a la integración en escala planetaria. Cooperar y competir son realidades entrelazadas –como el yin y el yang– con las cuales cabe entender las interdependencias de nuestro tiempo, en una globalización que no soñamos cincuenta años atrás.