La vida en Shanghái, donde estoy por desafíos laborales, marca un gran contraste con la de Chile. Además de las evidentes diferencias en tecnología, cultura, población, huso horario, estaciones del año invertidas, hoy también existe un contraste sumamente visible al hablar del nuevo Coronavirus (COVID-19).
Mientras que con la llegada del otoño, Chile vive el auge del virus con un crecimiento de dimensiones insospechadas hace algunas semanas, China llega a la primavera habiendo -a la fecha- logrado controlar el nivel de contagiados. En Shanghái, la situación mejora visiblemente día a día. Pero, aunque poco a poco se vuelve a ver gente transitando por las calles y reabre el comercio, el paso del COVID-19 dejará, con toda certeza, una huella difícil de borrar en la economía, la vida social y el trabajo.
Pero a pesar de las diferencias entre China y Chile, también existen similitudes. Como Chile, China históricamente tiene una cultura laboral conservadora. Hasta hace algunos meses, trabajar en casa era considerado un lujo por los chinos; un privilegio al alcance de pocos. No obstante, el COVID-19 lo convirtió en una obligación.
“El dinamismo tan característico de Shanghái desapareció: las calles y parques, bulliciosas y llenas de vida, quedaron vacías; el aislamiento social reemplazó cualquier actividad, y la vestimenta diaria pasó de camisas y zapatos a polerones y pantuflas”
Los últimos meses en Shanghái estuvieron marcados por estrictas medidas de contención sanitaria y distanciamiento social que, como representante de Carey, el estudio de abogados más grande de Chile, tuve que acatar de manera responsable.
La cuarentena en China fue rigurosamente controlada por las autoridades, las policías, los guardias de edificio, los vecinos y los ciudadanos en general. La sociedad en su conjunto asumió que era la única manera de vencer al virus. Esto alteró drásticamente la forma en que se vivía el día a día, tanto en lo personal como laboral.
El dinamismo tan característico de Shanghái desapareció: las calles y parques, bulliciosas y llenas de vida, quedaron vacías; el aislamiento social reemplazó cualquier actividad, y la vestimenta diaria pasó de camisas y zapatos a polerones y pantuflas.
Trabajar de forma normal se volvió impracticable: no más oficina o reuniones o conferencias en persona, quedando de manera manifiesta el enorme desarrollo tecnológico que ha alcanzado China. Las distintas herramientas informáticas disponibles hicieron que este país sea uno de los mejor preparados para enfrentar el desafío de mantener productiva a su fuerza laboral, estando ésta en cuarentena y full conectada.
Desde que los gobiernos regionales y las empresas chinas recomendaron trabajar desde la casa durante las primeras semanas de febrero, varias aplicaciones de mensajería comenzaron a posicionarse como soluciones viables para ello, con resultados más o menos efectivos.
Aplicaciones como WeChat (de Tencent) o DingTalk (de Alibaba) superan con facilidad las funcionalidades de WhatsApp (de Facebook) u otras aplicaciones normalmente utilizadas en Chile. Las chinas combinan funciones de mensajería, redes sociales, videoconferencias, pagos electrónicos, flujos de trabajo, entre otras, todo en una sola app) e indudablemente han permitido mantener contacto y coordinación con clientes, colegas y amigos.
“Desde que los gobiernos regionales y las empresas chinas recomendaron trabajar desde la casa durante las primeras semanas de febrero, varias aplicaciones de mensajería comenzaron a posicionarse como soluciones viables para ello, con resultados más o menos efectivos”
Más aun, la situación causada por el COVID-19 también ha ayudado a consolidar a estas apps como plataformas efectivas para realizar marketing digital. Así, entre el 22 de enero y 20 de febrero de este año, las descargas de WeChat Work (versión corporativa de WeChat) y de DingTalk aumentaron en 572% y 1.446%, respectivamente.
En materia de abastecimiento de la población, ante el cierre de supermercados y centros comerciales offline, aplicaciones de e-commerce como Ele.me (de Alibaba), JD.com y Meituan Dianping, por dar algunos ejemplos, mantuvieron premunidos a los residentes de Shanghái con alimentos y bienes de consumo de todo tipo, definitivamente haciendo más tolerable el aislamiento al que estuvimos todos.
Hoy, esta enorme ciudad de más de 24 millones de habitantes, ha recuperado gran parte de sus actividades comerciales y sociales. Su gran puerto, volvieron los tacos y afluencia de público en los parques, malls y demás establecimientos comerciales, aunque aún se toma la temperatura y registra a cada persona que entra. Más importante aún, un creciente número de fábricas y de oficinas han reabierto sus puertas, permitiendo volver a sus trabajadores.
Sabemos en China que aún queda una larga lucha contra el COVID-19, y que con toda seguridad existirán efectos duraderos de esta crisis en la sociedad y en la cultura del trabajo, que muy probablemente se reproducirán en Chile.
Patricio Laporta es abogado, asociado de Carey.