Para Bernard Sumner (60) -fundador de Joy Division y New Order, y uno de los músicos más inquietos de fines de los 70- el real impacto de un grupo no se calibra en los discos de platino, en los millones empacados o en las crías artísticas nacidas a partir de su influencia. “Recientemente estaba en casa viendo las últimas noticias sobre Medio Oriente, en cuyas imágenes aparecía gente corriendo para refugiarse de los misiles. De repente, una adolescente pasó por delante de la cámara con una camiseta de Unknown pleasures (álbum de Joy Division)”, cuenta en su reciente autobiografía para retratar la fascinación casi incalculable que sus conjuntos aún generan en las más diversas audiencias y latitudes.
Una reverencia nunca sustentada ni en hits planetarios ni en aciertos multiventas, pero que se aventura a descifrar en el libro New Order, Joy Division y yo, cuya versión en español llegó a Chile hace unos años y donde recorre desde su turbulenta vida familiar en la sombría Manchester de los 50 -nunca conoció a su padre, su madre sufrió de parálisis cerebral- hasta su carrera en la actualidad, siempre entusiasta frente a una obra que conquistó un sonido irrepetible.
De hecho, Sumner alude a Chile como ejemplo de un éxito que no figuraba en sus cálculos. “Cuando escribo esto, estoy preparando un viaje a América del Sur con New Order para dar unos conciertos en Chile, Argentina, Uruguay y Brasil. Nunca nos hemos promocionado de manera particular en esos países. Sin embargo, vamos a tocar en locales abarrotados, en ciudades tan alejadas en todos los sentidos del Manchester de nuestros orígenes”, detalla con respecto a la visita de 2014 que los tuvo en Lollapalooza.
Eso sí, hay pasajes menos festivos. El más lógico: el fallecimiento de Ian Curtis, la voz y el alma de Joy Division, quien se suicidó en 1980, a los 23 años y cuando estaban a las puertas del estrellato definitivo. El británico asume: "No puedo recordar nada que diera una pista de lo que ocurriría tan sólo unas pocas semanas después. Ian tenía que bregar con bastantes problemas, pero nada en aquel momento sugería que pudiera dar un paso tan drástico". Sus referencias apuntan a todo el drama con que lidió el vocalista en sus días finales, el que incluía ataques de epilepsia, una relación extramarital y una personalidad volcánica.
Luego la agrupación se reinventó como New Order, pero enfrentó otros tormentos. Por ejemplo, la conflictiva relación entre sus cabecillas, Sumner y el bajista Peter Hook, quien partió en 2007 y hasta hoy es un duro crítico de la banda. En New Order..., su autor revela que siempre existió una competencia camuflada de parte de su ex compañero. “Hook ha dicho un montón de estupideces sobre mí. No tengo deseo de ser arrastrado a un intercambio público de insultos. Parece decidido a perpetuar esa rivalidad imaginaria, pero New Order ha cambiado”.