El músico y diseñador alemán Klaus Voormann dice que cogió el guante del desafío sólo orientado por su intuición: "Sabía que este disco iba a ser un hito. Si no hubiera pensado de esa manera, jamás habría aceptado semejante trabajo".

En abril de 1966, cuando The Beatles se encerraron en los estudios Abbey Road para dar cuerpo al álbum que el mundo conocería como Revolver —esa pieza que remeció para siempre la marcha de la música popular—, el cuarteto le encargó el diseño de la portada a su viejo camarada de los días de Hamburgo, el mismo que había servido de inspiración para el peinado con flequillos que perpetuarían como marca de fábrica.

Klaus Voormann

Por eso, hace exactos 50 años, cuando el trabajo copó las disquerías, el público no sólo cayó hechizado ante un cancionero repleto de trucos y sonidos hasta entonces inéditos en la historia del rock; también se impactó con una carátula donde los rostros de los músicos parecían tallados en mármol y rodeaban un collage de aspecto onírico. Antes, las tapas de los álbumes sólo se remitían a mostrar a los artistas en pose promocional. Con Revolver, el agregado estético se consolidó como parte integral de las producciones, la imagen del sonido, herencia que luego tomaron The Velvet Underground, Pink Floyd, y todo el hard rock y el rock progresivo.

“La música a partir de ese año comenzó a ser tan innovadora que las cubiertas tuvieron que estar a la altura. La música empezó a tener sentido gracias a la carátula y viceversa. En ese ejercicio, Revolver fue un trabajo pionero”, postula Voormann desde Berlín. Un triunfo creativo fraguado en un pequeño ático situado en su cocina -donde se encerró por tres semanas a bosquejar el proyecto- y por el que EMI le pagó apenas 50 libras.

Antes de entrar a estudio, John Lennon telefoneó al también fotógrafo para preguntarle si se animaba a ilustrar el próximo título, recordando que había hecho varios dibujos de los Beatles antes del fenómeno y que había diseñado las tapas de algunos discos alemanes de jazz. El germano sigue: "En tiempos donde todo era flores y psicodelia, ellos querían experimentar en cada uno de los puntos de su obra. Que nada fuera convencional, que todo fuera atípico. Entonces, obviamente deseaban algo más surreal".

Para contagiarse con los nuevos tiempos, Voormann asistió a la primera sesión de grabación, donde registraron el track que después bautizarían como “Tomorrow never knows”, la quintaesencia de la vanguardia Beatle y esa canción montada sobre loops de cinta, guitarras a la inversa y la voz de John semejando un monje desde la cima de una montaña (el músico había sugerido cantar balanceándose en una soga, lo que fue descartado).

"Quedé mudo de asombro al escuchar lo que estaban haciendo", recuerda el hombre que también tocó en los proyectos en solitario de Lennon y George Harrison. "Ese tema tuvo una gran influencia sobre el resultado final de lo que hice, pero también hubo muchos otros aspectos que tomé en cuenta, como el público o las reacciones de los fans".

Klaus Voormann y George Harrison

En efecto, el plan también buscaba que tanta audacia no eclipsara a la fanaticada más tradicional que había alimentado la histeria beatlemaniaca hasta ese mismo 1966 en que se retiraron de las giras. Por eso, el mánager de la banda, Brian Epstein, le sugirió a Voormann que la carátula no olvidara a esos Beatles de melena y corbata que los bigotes y el LSD sepultarían para siempre. De alguna manera, el representante temía que la nueva apuesta detonara una fuga de público.

“Para evitar eso tuve una idea: en la carátula decidí remarcar sus cortes de pelo, que se vieran muy vistosos, porque era la marca que tenían como grupo. Hasta ese momento era lo más característico para el mundo, por lo que borrarlo de la gráfica habría sido extremo”, relata Voormann. Además, las imágenes reales que usó para el centro de la tapa son todas de 1964 y 1965, los años más representativos de la Beatlemanía.

Pero al final, los temores eran injustificados. Revolver marcó un hito en la cultura del siglo XX y su diseño ganó un Grammy como Mejor arte de álbum. Eso sí, tenía en sus propios autores al aguijón capaz de temperar su impacto. En otra exhibición de genialidad, los Beatles lanzaron un año después Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, cuya portada se convirtió en la más célebre de todos los tiempos. Pero Voormann, cinco décadas después, no se aproblema: “El tiempo ha demostrado que cada imagen brilla por sí misma. Ambas son de culto y ambas son un hito por separado”.