Tras una década sin entrevistas ni conciertos, la vida íntima de David Bowie se había convertido en un misterio para el resto del mundo. Así fue hasta la tarde del domingo (ayer en la madrugada en Chile), cuando un mensaje en su página de Facebook anunció al mundo que el músico de 69 años había fallecido en su casa de Nueva York, "rodeado de su familia y después de una valiente lucha de 18 meses contra el cáncer", que según versiones no oficiales atacó su hígado.
Para el hermético círculo cercano del artista no se hizo necesario más que ese breve texto para despedir a uno de los mayores íconos musicales y estéticos del último medio siglo, luego de que el viernes pasado el propio Bowie liberara Blackstar, su álbum de estudio número 25 y un epílogo artístico plagado de señales que hasta ayer casi nadie supo interpretar sobre su propia muerte y trascendencia. Dos ideas que ya estaban presentes en Space oddity, el sencillo que lo lanzó a la fama en 1969, cuando recién comenzaba una búsqueda que nunca acabó.
Publicado para su último cumpleaños, Blackstar es, en palabras de su amigo y productor Tony Visconti, "su regalo de despedida", con siete canciones que eluden el autohomenaje y muestran al músico enfrentando su propia muerte como una última obra de arte. No podía ser de otra forma con David Robert Jones, Ziggy Stardust, el Duque Blanco, el Camaleón; la estrella en constante movimiento que desde fines de los 60 lanzó un disco al año, y que con cada uno volvía a reinventar su personaje y a revolucionar los cánones musicales, estéticos y hasta sexuales de cada generación.
El impacto y los mensajes aparecidos tras su muerte revelan su trascendencia. Desde admiradores como Kanye West, Nirvana y Madonna hasta Paul McCartney y los Rolling Stones, además de su primogénito Duncan Jones, astronautas actualmente en órbita y algunos colaboradores históricos como Iggy Pop y Brian Eno, su aliado en la legendaria "trilogía de Berlín", a quien Bowie escribió una semana antes de su muerte para agradecerle por su amistad. "Recién me doy cuenta que se estaba despidiendo", dijo.
También hubo peregrinaje de los fans, que ayer llegaron a dejar flores y cartas a la casa natal del músico en Brixton, y también al 285 de Lafayette, en el el Lower Manhattan, donde Bowie pasó buena parte de sus últimos años tras retirarse de los escenarios en 2006, luego de una intervención coronario que puso fin a su Reality Tour. Casi en anonimato, el músico solía visitar cafés del barrio y sus propias oficinas, en paralelo a su rutina familiar junto a su esposa, la modelo Iman, y la única hija de ambos, Alexandria.
"Ya no tengo esa sensación de soledad que tuve por años. Estoy muy a gusto. Nunca pensé que sería un tipo de familia pero dicen que cuando envejeces te conviertes en la persona que siempre debiste haber sido", declaró a Telegraph en 2007, en una de sus últimas entrevistas.