Hernán Rivera Letelier, escritor: "Esta novela es un homenaje a los prostíbulos de antaño"
La muerte tiene olor a pachulí es el título de su nuevo libro policial, que gira en torno a la desaparición de un militar.
Se encontraban en la terraza del Café del Centro, en el paseo Prat, de Antofagasta. El Tira Gutiérrez mordió su tostada con mantequilla, mientras la hermana Tegualda miraba la noticia del día en el diario La Estrella del Norte. Era el 8 de julio de 2014. Se había descubierto un túnel a poco de haber comenzado los trabajos de demolición de la cárcel de la ciudad. En su lugar se alzaría un moderno mall. El nuevo reciento penal quedaría más cerca del desierto que de la urbe. Pero quedaba más por descubrir cuando los gendarmes llegaron al final del túnel y salieron a una casa.
"La sorpresa fue mayor: nos hallábamos al interior del otrora famoso y hoy abandonado burdel de la tía Nirvana, más exactamente en la que había sido su alcoba personal", se lee en la crónica del periodista de La Estrella del Norte, reproducida al inicio de La muerte tiene olor a pachulí, la nueva novela del escritor nacional Hernán Rivera Letelier (65), que esta semana llega a librerías editada por el sello Alfaguara. "La entregué a la editorial en diciembre", dice el narrador al teléfono desde el norte.
Es la segunda entrega de la trilogía policial que protagonizan el Tira Gutiérrez y la hermana Tegualda. Los personajes que debutaron el año pasado en la novela La muerte es una vieja historia. Gutiérrez, el detective privado que tomó un curso por correspondencia. Y la hermana, una religiosa evangélica convertida en su fiel asistente. Inseparables, en su primera aventura resolvieron el caso de El Muertito. Esta vez, la mujer de un militar quiere esclarecer la desaparición de su marido: el teniente del Ejército Arturo Calderón Iriarte.
"La dulce ancianita", Magallánica Suárez, es quien se acerca al Tira Gutiérrez y la hermana Tegualda, luego de leer la noticia sobre el túnel que se conectaba con el antiguo prostíbulo de la ciudad. Dicen que aún se percibía, impregnado en el ambiente, el olor a pachulí que usaban las prostitutas del Nirvana. El túnel habría sido cavado en los últimos meses de 1974 y coincidía con la fecha de desaparición del teniente del Ejército.
Hasta hoy, la versión era que Arturo Calderón había muerto luego de ser secuestrado por un grupo subversivo. "Desconfío de la versión oficial", le dijo la anciana al Tira Gutiérrez. "¿Y quiere que le diga algo más? Yo creo que se fue con una de esas atorrantes. Por lo mismo debería meter las narices también en el burdel", agregó la señora Magallánica sobre el lugar, también conocido como el Puticlub y la Casa de tratos.
Con esas pistas, la pareja de investigadores hará su primera salida de Antofagasta. Viajarán a Taltal, donde unas antiguas trabajadoras sexuales se habían tomado un terreno. Allí vivía Ojitos lindos, quien había trabajado en el Nirvana, y que al parecer había conocido al teniente Calderón. Sobre él, corría el rumor de que había sido un temido torturador. A la par, la investigación se desarrolla con interrogatorios a viejos presos que podrían haber visto algo aquel día de 1974. En especial, visitan en la cárcel al Choro Nylon, de la pandilla de los Robert Taylor, condenado a cadena perpetua.
¿Conoció un burdel como el Nirvana?
Claro, el que estaba en Antofagasta y quedaba justamente detrás de la cárcel. Fue uno de los últimos prostíbulos donde se manejaban las cosas a la antigua: había una orquesta en vivo, se bailaba, las mesas se llenaban de poncheras, los hombres pololeaban con las prostitutas antes de irse a la habitación… Había todo un rito. Había que pagar, pero también se producía, a veces, una ilusión de amor.
¿Y también había un vínculo, como en su libro, entre la cárcel y el burdel?
Los presos desde las ventanillas de las celdas del segundo piso veían el burdel. ¡Imagínate estar preso y saber que al frente todo era placer! Ahora, es cierto que lo primero que hacían los reos al salir de la cárcel era pasar por la casa de la tía. Era como el bar Quitapenas frente a los cementerios.
Dice que el pachulí era recurrente entre las prostitutas…
Lo usaban mucho. Recuerdo que cuando se estrenó la obra basada en La Reina Isabel cantaba rancheras, que hizo el grupo de teatro de la U. de Antofagasta, la tía de acá mandaba a sus asiladas a las funciones. Hasta la última, que asistió ella y le encantó la obra. Me quiso conocer y me llamó para que la visitara, y ahí conocí el burdel. Era el último puticlub a la antigua que quedaba en la ciudad. Esta novela es un homenaje a los prostíbulos de antaño y a la reina Isabel, que era la abanderada de las prostitutas.
¿Por qué decidió que el caso de la novela tuviese que ver con la desaparición de un militar?
El desaparecimiento de este militar es ficción. Pero también en la novela hay muchos sucesos sacados de la realidad. Por ejemplo, para el Golpe de Estado de 1973, las patrullas de soldados pasaban por este y otros burdeles y se aprovechaban de las mujeres, comían y tomaban gratis y después se iban sin pagar. Eso es verdad y pasó en todo el país. De alguna manera en mi novela yo tomo venganza, aunque sea en la ficción, de todas esas mujeres que fueron abusadas, violadas y golpeadas en la dictadura.
En el libro se refiere a temas de la contingencia, como los inmigrantes y la contaminación de las mineras.
Eso no puede quedar afuera y la novela policial es un género que permite la crítica social. Los inmigrantes han sufrido mucho en Antofagasta, porque hay un sector de la población que no los quiere. Creo que en la ciudad son 25 mil los colombianos residentes. Además hay peruanos, bolivianos, ecuatorianos. Yo siempre he dicho: si llegan mil extranjeros, el 0,1 será gente desordenada, pero el resto es gente trabajadora.
En la novela vuelve a estar esa tensión erótica entre el Tira Gutiérrez y la hermana Tegualda…
Es una cuestión que se me arranca con los tarros, porque la mayoría de los lectores me preguntan si en esta novela se la "tira o no se la tira" o cuándo va a ocurrir. Es un juego erótico entre ambos y la inquietud viene sobre todo de lectoras. Ahora, en la última entrega tiene que resolverse el asunto. Tengo que cumplir con las expectativas ¡Tiene que ser el polvazo!
¿Prepara el final de la trilogía?
Claro. Si en esta entrega el Tira y la hermana se hacen interregionales, en la tercera novela se harán internacionales. La historia transcurrirá en Cuba. He estado varias veces en la isla y se me ocurrió que a un personaje de Antofagasta, con mucho dinero y poder, se le pierde un hijo en La Habana y contacta al Tira Gutiérrez y la hermana Tegualda para que lo vayan a buscar.
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