Abrió los ojos temprano y pidió su desayuno. La mañana del 16 de octubre pasado, Juan Radrigán despertó lúcido y sereno, como si las sombras que lo habían atormentado se hubieran esfumado. "Le brillaban los ojos y tenía sus mejillas rosadas", recuerda Silvia Marín, la mujer que por 30 años caminó junto a él. "Me dijo: 'Si yo parto primero te voy a esperar. Guardaré un lugar para ti, pero debes terminar la misión que emprendimos juntos y encaminar a Rocío -la hija de ambos, de 19 años-, verla titulada. Tenís que hacerme caso'. Creo que él intuía que era su día".

Ese domingo hubo truenos, lluvia y un sol radiante en pocas horas. Al mediodía, el dramaturgo de 79 años falleció. "Se fue en un sueño tranquilo porque había luz. El le temía a la oscuridad", cuenta la actriz. En sus últimos días, el Premio Nacional de Teatro 2011, desahuciado dos meses antes de cáncer, decía que la metadona lo transportaba a otros lugares: el más frecuente fue Lisboa, la ciudad donde él y su mujer hicieron su último viaje juntos, en 2014.

"Fue como en los viejos tiempos, cuando solo éramos los dos. Gracias a esas ensoñaciones suyas por el medicamento supe que Juan había sido golpeado cuando niño, que por eso repudiaba la violencia. Supe también que, como en sus personajes, había en él una nostalgia inmensa de días pasados", agrega Marín, quien a dos meses de la muerte de Radrigán encabezará un homenaje póstumo y gratuito que se apoderará de distintos puntos de Quilicura, la comuna donde el dramaturgo formó parte del directorio de la corporación cultural. "Era Hijo Ilustre de Independencia, donde vivió por años, y se decía a sí mismo el Marqués de Recoleta, pero con Quilicura tenía un apego especial", cuenta ella: "Decía que de ahí provenían varios de sus seres e historias, y que aún faltaba mucho teatro por hacer y ver". Hace algunos días, el alcalde de la misma comuna, Juan Carrasco, anunció que el Festival de Teatro de Quilicura será rebautizado como Festival Juan Radrigán. "Saltaría en una pata", dice Marín.

Radrigán después de Juan

Será un recorrido por sus obras, una generosa dosis suya. El martes 3 de enero, cuando arranque el certamen, lo hará también el tributo organizado por la comuna, por el periodista y gestor Javier Ibacache, y por los actores Claudia Di Girolamo y Rodrigo Pérez. Al mediodía, en el Liceo José Miguel Carrera de Quilicura, sus alumnos de la U. Mayor harán lecturas dramatizadas de sus textos. "Quisimos reunir buena parte del mundo que rodeó a Radrigán: el de los actores, la compañía que él fundó y sus alumnos", dice Freddy Araya, productor del ciclo. Más tarde, a las 19 horas, su grupo Los locos del pueblo intervendrá la Plaza de la Villa Gildemeister con una pieza inédita: Apague la luz señor Godot. Víctor Faúndez, Leo Santana y Ximena Morales serán tres personajes que deambulan por el Purgatorio. "Ellos no saben dónde están, ella sí. El texto es una oda al existencialismo y a Beckett, su autor de autores", comenta Renzo Oviedo, director de la obra que el martes 10 tendrá otra función en la Plaza de Quilicura.

Unos pasos más allá, en la puerta de la capilla Villa Gildemeister, Rodrigo Pérez estrenará, a las 20 horas, El príncipe contrahecho, un monólogo inspirado en Ricardo III, de Shakespeare. "El me lo envió, y apenas pude leerlo, noté que Juan había hecho un profundo estudio de la obra", dice Pérez. Cristián Carvajal será el rey inglés, quien tras su histórico grito de batalla, "Mi reino por un caballo", se enfrentará a sí mismo y a su muerte. "Es un personaje que siempre lo apasionó, y en este trabajo se percibe de inmediato por su trabajo con el lenguaje", agrega. Un cajón lleno de tierra de hoja bastan para retratar al Ricardo III de Radrigán: abatido, quebrado y envuelto en fajas. "Acaba de morir y está frente a una puerta donde le niegan la entrada. Es una imagen muy suya", concluye.

Novias y viudas

La debilidad del autor de Hechos consumados por las mujeres era conocida. Bien lo sabía Claudia Di Girolamo, quien tras su recordada actuación en Las brutas (2007), quiso resaltar la óptica femenina en obras suyas como El desaparecido, Isabel desterrada en Isabel y Testimonio de las muertes de Sabina: "El sentía una adoración por ellas, y las retrató aparentemente frágiles, desechadas, pero a la vez muy rudas y poseedoras de la esperanza a pesar de estar relegadas al margen del margen", dice la actriz. En Lady marginal, el montaje que bajo su dirección estará el 3 de enero en la cancha Colonia, a las 21 horas, Silvia Marín, Catalina Saavedra, Francisca Gavilán, Tamara Acosta y Gaby Hernández junto a otras ex alumnas claman por un amor perdido: él. "Las separé en novias y viudas. Unas lo esperan, se lo pelean; otras exigen que vuelva, que aparezca, que hable, que nunca más se vaya", agrega. La pieza volverá a presentarse el 10 de enero en Quilicura, y en mayo de 2017 llegará al Mori Bellavista.

"Somos muchas las viudas de Juan", cree Silvia Marín. La actriz revela que un mes antes de morir, el dramaturgo citó a un notario y dos testigos de fe hasta su departamento, en Carmen con Copiapó. "Estaban encerrados en el living, nadie más podía entrar: allí él mismo redactó su testamento, donde me nombró la albacea de sus obras", cuenta. "Cuando todos se fueron le pregunté por qué lo había hecho. Me miró medio angustiado y dijo: '¿Qué va a pasar cuando me muera, Silvia?'. Tú nunca vas a morir, le dije, serás eterno, como tus obras".