Moana es primero una niña y luego una muchacha provista de una misión. Esta princesa polinésica, que estelariza el nuevo estreno Disney tras Zootopía, ve morir las plantaciones y escasear los peces en su pequeña isla de Motunui. Todo está conectado con una mitología oportunamente desarrollada: el semidios Maui robó de puro bondadoso el corazón de la diosa Te Fiti, hace ya siglos, pero se le atravesó el demonio de lava Te Ka y en la refriega se extravió el corazón. Ahora, Moana es la elegida para restablecer el orden: para salvar a los suyos y a sí misma; para iniciar un viaje de maduración y autodescubrimiento, aunque su padre no lo quiera ni lo entienda. La cinta sigue patrones conocidos y algunos resucitados, como una dimensión que incluye canciones del nuevo talento de Broadway, Lin-Manuel Miranda. La intriga opera sin turbulencias y sus personajes se arman sin complicaciones: pueden llegar a hacerse, es verdad, pero también ser medio freakies, como pasa con el gallo descerebrado que acompaña a la protagonista. Con todo ello vence, incluso cuando no convence.
Nota 5. De Ron Clements y John Musker. Animación. EEUU, 2016. 113 minutos. TE.