"¿Qué te hace mirar así?", pregunta al aire Jorge Brantmayer (1954), quizás esperando a que el retrato en blanco y negro de Esta Kendek respondiera. De lejos, Kendek parece un adulto joven de no más de 30 años. Tiene un aspecto formal, lleva su pelo peinado hacia atrás y barba bien mantenida. Más de cerca notamos algunos granos en sus mejillas y frente, además de que tiene las pestañas crespas. Y todavía más cerca, el brillo de sus ojos transmite un sentimiento de calma. Lo poco y nada que sabemos de él, es que nació en Haití y que, probablemente, se encuentre en alguna parte de Estación Central –lugar donde fue fotografiado.
El retrato de Esta Kendek es uno de los 80 rostros que hoy están colgados en la sala de arte de CorpArtes. Si bien algunos tienen rasgos en común, lo que los une en esta galería es que todos son inmigrantes y fueron fotografiados por Jorge Brantmayer.
Mientras Brantmayer fotografiaba para su proyecto Muchedumbre (2006-2016) –que registra rostros de más de 3 mil habitantes de Santiago- se percató que las calles de la capital estaban cambiando. Su atracción por los nuevos habitantes fue inmediata y el año pasado, después de seis meses siguiendo sus pasos, concretó su última exhibición: Geografía de la piel. "Me produjo curiosidad e interés acercarme a estas caras, verlos y saber cómo eran" dice, mientras miramos cómo se suceden fotos en blanco y negro de haitianos, colombianos, dominicanos –y algunos chilenos- proyectadas en la antesala de la galería. Es una especie de bienvenida audiovisual donde se muestran más de 300 imágenes.
—¿Quieres hacer un contraste?
—Más que eso es mostrar qué está sucediendo en las calles. Esto modifica el cuerpo social de nuestro Santiago. En la medida que han llegado, han cambiado definitivamente la imagen y la geografía de nuestra sociedad.
—¿Por qué elegir el retrato entre tantas posibilidades?
—A mi parecer no hay cosa más interesante que la geografía del retrato humano. Acercarse a un rostro… uno puede observar las grietas y los accidentes de la piel, los poros, las lágrimas. Uno puede entrar en la historia, en las esperanzas y dolores de la gente. Todo eso es lo que yo espero que uno pueda observar en un retrato, es una fuente inagotable.
—¿Y el uso de blanco y negro?
—Porque me gustaría rescatar los estados de ánimo y lo que no se ve. El color lo único que haría es perturbar la mirada. Así uno se va directo a los brillos más altos que están en los ojos.
Comunicación
Con su cámara, luces y un fondo de papel, Brantmayer se acercó a estas personas los domingos en una iglesia en Quilicura, temprano por la mañana en la vega de Lo Valledor, en las peluquerías de Santiago Centro o en fiestas de su patria celebradas en algún barrio de Independencia. Y por un minuto las sacó de su contexto para retratarlos.
—¿Ha sido difícil aproximarse a estas personas?
—Claro, pero es la capacidad que tiene la cámara de acercarse a la gente. Yo estoy muy cerca de ellos y uno no suele mirar a los demás de tan cerca. Entonces tengo que acercarme a ellos y generar en un par de minutos un momento de intimidad o complicidad. Lo que tienen estas fotos es una suerte de entrega y comunicación. Están hechas para verse de cerca. Y cuando tu eres el espectador, esta comunicación se produce contigo y eso es lo que encuentro maravilloso.
Aquí no hay una camino trazado para recorrer, por eso las personas que entran deambulan lentamente por la muestra. Por un lado hay una evidente sección de mujeres, en el medio otra dedicada a los niños, pero en el fondo hay una larga sucesión de retratos, todas de 1 metro x 30 centímetros aprox., donde las facciones y expresiones son variadas. En la esquina inferior izquierda de cada uno de ellos se puede leer el nombre, nacionalidad y lugar donde la persona fue fotografiada.
"La exposición en sí pretende ser el retrato del alma, de lo que no vemos en sus caras pero que se traspasa en sus ojos", dice el fotógrafo.
"Mira esa chica, se ha quedado mirando esa foto y eso es fantástico, esto es otra cosa, ella está captando algo", agrega.
Frente a nosotros una chica de no más de 20 años está absorta mirando el retrato de Derby Pierremarc. Durante un par de minutos más, se quedó inmóvil como si Derby le estuviera contando algo muy importante.