Le dijeron que Santiago era una ciudad fea y contaminada. Que en su primera visita a Chile escapara lo más posible de Santiago y se quedara en los alrededores, de preferencia en la cordillera. Pero su participación en la segunda Bienal de Diseño, que se realiza hasta el 22 de enero en la Estación Mapocho, y su charla sobre la belleza, lo obligaron a estar al menos tres días en la capital.

Lejos de lo que imaginó, a Stefan Stagmeister (54), el diseñador austríaco con oficina en Nueva York, Santiago le pareció una ciudad vibrante. Tanto así que dentro sus proyectos asegura que, si encuentra un museo para montar su próxima instalación, la traerá a Chile.

Ha sido nominado cinco veces a los premios Grammy y se hizo de uno por el box-set de Talking Heads, lo que lo ha relacionado durante su carrera con grandes músicos como David Byrne, Loud Reed, The Rolling Stones y la artista japonesa Mariko Mori.

En los últimos años, Sagmeister se ha alejado del diseño de portadas para explorar otras facetas como la dirección de cine. Acaba de estrenar su primera película en Europa, Happy film, que empezó como un proyecto amplio sobre la felicidad y, luego de siete años, terminó siendo una radiografía de su propia vida.

Dentro de sus planes está estrenar la película en Latinoamérica durante el primer semestre de este año. A pesar de sus nuevas incursiones, el diseñador sigue trabajando con músicos. Ahora escribe canciones con ellos, aunque, por mientras, prefiere mantener en secreto de quiénes se trata.

—¿Cómo fue el trabajo con los músicos en el proceso del diseño de portadas?

—Fue colaborativo. Primero, nos juntamos con los músicos en el estudio y hablamos sobre las canciones, de dónde venían, por qué las habían escrito, qué importancia tenían para ellos y cómo se habían inspirado. Antes del diseño, nunca hablamos de la portada. Cuando estaba lista la mostraba y a veces tuve que cambiarlas enteras por eso. También nos generó problemas con las disqueras y el mánager, hasta que decidimos hablar solamente con los músicos.

—Ha hecho portadas para Rolling Stones, Talking Heads y Lou Reed. ¿Haría una portada para alguien del mundo del pop, como Taylor Swift, por ejemplo?

—No, por dos razones. No sería bueno para ella tener gente a la que no le gusta su música haciendo su portada. Nosotros podemos hacer un trabajo mucho mejor y placentero cuando nos gusta la música, porque después podemos ir al ensayo y es emocionante, en cambio, no me llama la atención tener que escuchar a Taylor Swift por años. No soy la persona correcta para conocer a su audiencia y, si la tuviera que conocer, no me interesa. Además, creo que la audiencia reconoce ese tipo de mentiras.

Sagmeister ha sido la estrella de la Bienal. Entre aplausos y ovación, terminó con más de 700 asistentes su charla "Por qué importa la belleza", en la que se refirió a la importancia de retomar lo estético en el diseño como parte de la funcionalidad del objeto. Además, habló de la necesidad de mantener el sello de lo local y mencionó, dentro de sus referentes mundiales, al arquitecto chileno Alejandro Aravena.

—¿Cree que Chile tiene algo que ofrecer en el mundo del diseño y del arte?

—Sí, en la mayoría de los países de Latinoamérica en los que he estado he visto movimientos con un tipo de arte consolidado. Los arquitectos chilenos influencian a otros alrededor del mundo y eso se sabe, lograron construir un escenario con ciertas personalidades. Pero ¿por qué si los arquitectos rompieron una barrera, los diseñadores no han logrado hacerlo todavía? Si yo fuera un diseñador gráfico en Chile me preocuparía de estudiar cómo los arquitectos lo hicieron y luego ver si algo es replicable. Deberían imitar el modelo de los arquitectos.

—¿Considera que los artistas chilenos tienen su propia identidad o más bien intentan imitar otros modelos?

—Si hicieran eso, sería un error. Si los diseñadores gráficos chilenos quieren ser como uno norteamericano, nunca van a ser exitosos. En nuestro estudio estamos haciendo trabajos para Chile porque las grandes compañías chilenas vienen a nosotros, pero si hubiera un escenario de diseñadores y publicistas chilenos que fuera realmente fuerte, no tendría sentido que eso pasara. Creo que la única forma de que esto deje de pasar es si los diseñadores gráficos chilenos hacen un trabajo local y piensan realmente en qué es lo que tiene sentido hacer ahora.