Comparada como una versión moderna de Julia Roberts, con la naturalidad de Sandra Bullock y el carisma de Meg Ryan, Emma Stone parece haber heredado el reinado de las comedias románticas en Hollywood. Ya dio prueba de ello en Hombre irracional (2015) y Magia a la luz de la luna (2014), de Woody Allen. Y ahora, con la compañía de Ryan Gosling, lo confirma en la nueva película de Damien Chazelle (Whiplash), La La Land, un musical que ganó las siete categorías a las que estaba nominada en los Globos de Oro.  Un récord en los 74 años de historia de este galardón.

En su estreno en el Festival de Venecia, Emma Stone obtuvo la Copa Volpi a la mejor actriz y se llenó de elogios de la crítica y el público. La historia de una aspirante a actriz que busca triunfar en Hollywood y el pianista que sueña con un club de jazz, y cuyos caminos se cruzan, logró el premio del público en el Festival de Toronto y encabeza todas las predicciones al Oscar.

La cinta se estrenó el jueves pasado en salas nacionales, en ella Emma Stone sorprende cantando y bailando, recuperando un estilo de cine que parecía perdido desde la época de Fred Astaire y Ginger Rogers.

¿Fue un buen entrenamiento?

—Sí, absolutamente… tenía la energía para cantar y bailar que nunca antes había tenido.

¿Cuánto tiempo tuvo para preparar las coreografías del filme?

—Tuvimos casi tres meses. Y para el cine o incluso el teatro, es muchísimo tiempo. Fue genial, porque pude tomar clases de tap y baile de salón con coreografías que también fueron cambiando en base a lo que yo iba mejorando… o no. Por eso fue tan importante poder tener el tiempo. No creo que hubiera funcionado de otra forma.

—Es la tercera película que filman juntos con Ryan Gosling, después de Loco y estúpido amor (2011) y Gangster Squad (2013).

—Sí, es que es tan fácil trabajar con él… Fue muy divertido volver a trabajar juntos porque también hacía tiempo que no nos veíamos, creo que fueron cuatro años. Y entre las filmaciones de Loco y estúpido amor y Gangster… tampoco hubo demasiado tiempo. Por eso es maravilloso hacer algo tan ambicioso como la película La La Land con alguien que conozco y confío.

¿Y pasaron juntos los tres meses, ensayando en las clases de baile?

—En realidad, la mayor parte del tiempo nos separaron con Ryan, para aprender cada uno por su lado. Recién después nos juntamos sobre el final, para aprender la coreografía y el baile de salón, al mismo tiempo. Pero básicamente tuvimos que aprender solos porque la inexperiencia nos hubiese retrasado. Y los dos quisimos extender nuestras alas, en forma individual. Fue muy entretenido. La parte del baile, honestamente fue mi parte favorita.

En un estilo musical de las mejores épocas de Hollywood, con una historia romántica mucho más contemporánea, La La Land reúne al personaje de Emma Stone con el de Ryan Gosling en el común deseo de hacer lo que tanto aman. Pero la película también presenta el momento en que el éxito tensiona la vida afectiva, donde hay que decidir entre el amor o el camino profesional que amenaza con separarlos.

¿Qué tan difíciles fueron sus primeros pasos en Hollywood, comparados con su personaje en La La Land?

—Para mí fue todo muy extraño, porque tenía 15 años y sólo podía estudiar en casa, me la pasaba casi todo el tiempo con mi mamá. El ajuste fue muy grande. Yo había venido a Hollywood desde Arizona, que es bastante diferente. Pero también tenía cierta desesperación por mudarme a Nueva York, aunque sabía que tenía que estar en Los Angeles para trabajar. Pero cuando ya tenía casi los 21, me mudé a Nueva York y ahí estoy desde hace ocho años

¿Vivió la experiencia de la prueba de actuación que muestra la película, donde el director de casting se la pasa en el teléfono y no le presta atención a los actores?

—Definitivamente, sí.

¿Son siempre así de humillantes las pruebas de casting en Hollywood?

—Yo no las veo tan así… puede ser un poco humillante pero también nuestro trabajo a diario es arriesgarnos a la humillación. Será por eso que no tomamos tan en cuenta aquellas audiciones donde alguien nunca nos mira o está siempre en el teléfono. Pero sé que así fue la primera prueba de audición que tuvo Ryan (Gosling) cuando era adolescente. Yo me acuerdo más de las épocas en que no tenía ninguna audición. Esos son peores recuerdos que sentirse rechazada.

—¿Nunca pensó en renunciar después de una mala prueba?

—Totalmente, muchísimas veces. Llegué al punto de llorar en el piso, pero después me levantaba pensando en probar una vez más, un día más. Me acuerdo de una prueba de casting que tuve para el capítulo piloto de una serie, con la directora de casting Allison Jones. Y se notaba que era como que había visto conmigo lo peor de su vida. Esos son los momentos en que me siento totalmente rechazada. Hay miradas que hablan por sí solas.

—¿Cómo logra controlar la ansiedad hasta la llamada final donde la contratan para una película?

—Igual que cualquiera que tiene que esperar lo que sea… Pero eso cierto, esperar es horrible (risas). Hago bastante yoga y meditación. Y por eso trato de encontrar siempre algo interesante para hacer en los tiempos de espera. Fíjate que no trabajo desde el 20 de mayo, porque es cuando terminé mi última película. Y ya me ves: no estoy haciendo lo que amo hacer. Hace seis meses que no actúo y tengo que encontrar otras vías creativas, en la medida que pueda. Eso ayuda.