“Nunca fui reina de ninguna primavera”.

“El Lemebel es un gesto de alianza con lo femenino, inscribir un apellido materno, reconocer a mi madre huacha desde la ilegalidad homosexual y travesti”.

Yo no voy a cambiar por el marxismo que me rechazó tantas veces. No necesito cambiar. Soy más subversivo que usted. No voy a cambiar solamente porque los pobres y los ricos. A otro perro con ese hueso. Tampoco porque el capitalismo es injusto. En Nueva York los maricas se besan en la calle. Pero esa parte se la dejo a usted, que tanto le interesa. Que la revolución no se pudra del todo. A usted le doy este mensaje. Y no es por mí. Yo estoy viejo. - (de Hablo por mi diferencia, de 1986).

“Cuidado niña, agáchate que viene un Terodactilo… Nada niña, es un pelícano gigante. Deben crecer así por lo que comen, igual que los cabrochicos guatones que van al McDonalds”.

“Si a la masa idiotizada de los chilenos le basta con lo que le da la televisión, me parece que este es un pobre país, porque, aunque seguramente tiene mucho futuro y goza de una prosperidad que se refleja en sus malls y en sus palmeras sintéticas, es un país al que se le está apagando el alma”,

“Para mí, su muerte fue un zarpazo de la vida”, (sobre la muerte de Roberto Bolaño).

“Ahora que te veo en la tele con tu terno tan parlamentario, caigo en cuenta que, tal vez, nunca fuiste de los nuestros, ni siquiera con el puño en alto atragantándote con esas frases rojas que les discurseabas a los estudiantes” (sobre Camilo Escalona).

“Si no ganó Tengo miedo torero en 2001, no espero nada del Altazor. Lo encuentro banal y muy ordinario. Además, los escritorcillos machones chilenos me tienen bronca, me descalifican. Yo creo que Bolaño me hizo un gran mal al alabarme, me gané muchos odios”.

“Siempre fui marihuanera, desde los 14 creo. Ahora me ha hecho muy bien para dormir y para levantar el ánimo, sólo que no puedo fumar y la consumo en queque, en pesto y en ensaladas. Quizás debería ser legal, aunque en todo lo que se legaliza pierde el misterio, y yo amo el abismo de lo ilegal”.

“Hoy está todo distinto, esos barrios están peligrosos y casi todo es permitido. Ya no existe ese romanticismo de la delincuencia, la imagen del antiguo Robin Hood ha muerto. La delincuencia de hoy es otra, muy cruel, y todos quieren golpear a otros. Por ejemplo, ¿por qué a Daniel Zamudio lo sometieron a esa clase de torturas? Si bastaba con una puñalada y chao. Hay una brutalidad fascista de otra época. El chico salió de paseo, y se encontró con la Naranja Mecánica versión neoliberal. Y yo, ahora de vieja, también me la he topado”.

“Ahora hasta me acuesto temprano. Esto me sirvió para cuidarme, estar más sano. Siempre fue una enfermedad más, y de la que conocía algunos antecedentes. No era para morirse tampoco, y no lo asumo como un estigma macabro. Quizás llegue a escribir sobre esto, algún día”.

“Nunca he dejado de producir, y no es por labor estética ni por ser trabajólico del arte. Odio trabajar. Es más bien por sobrevivencia. La enfermedad en este país se paga muy cara. Pero también sin drama, con un poco de ironía le tuerzo la mano y sigo caminando”.

“Cómo es la vida… Yo arrancando del sida y me agarra el cáncer”.

“Me dejaron una cuerda y la mitad de la laringe. Tenía voz de ultratumba. Me sacaron también la manzana de Adán, el sueño de toda travesti”.

“Me hizo bien estar mudo, a todo el mundo le haría bien un poco de silencio para pensarse. Los chilenos hablan tanto y agudo y gritado. El neoliberalismo farandulón los puso así, muy engreídos”.

“(El Premio Nacional) estaba más arreglado que cara de travesti”.