Le bastó publicar solo dos libros para decidir salir de las pistas y convertirse en leyenda. Ambas fueron obras rarísimas que escaparon de forma inquietante del concepto de libro y de poesía. En 1977, Juan Luis Martínez revolucionaría la escena literaria con La nueva novela, una combinación de retazos poéticos construidos con citas a la historia del arte, problemas matemáticos, iconografía popular y juegos de ingenio. Un año después publicó su segundo libro inclasificable, titulado La poesía chilena, pero que prescindía de palabra alguna. En lugar de eso, el volumen consistía en una cajita donde puso los certificados de defunción de Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Pablo de Rokha y Pablo Neruda, acompañados de un saquito con tierra del Valle Central, banderitas chilenas y fichas de biblioteca vacías.
Luego de eso, él mismo decidió recluirse en Villa Alemana, quizás como último gesto de rechazo a la noción tradicional de autor. En todo caso, eso no significó que dejara de crear ni tampoco impidió que hasta su casa llegara una corte de seguidores, entre ellos Enrique Lihn, Armando Uribe y Roberto Merino.
Antes de morir en 1993, de un infarto a los 50 años, ya le había hecho prometer a su esposa Eliana Rodríguez que quemaría todos sus textos, excepto por dos libros que solo podrían ser publicados cuando se cumplieran 20 años de su muerte. Uno fue El poeta anónimo, que dejó listo y que se editó en 2012, y el segundo fue una reedición de La nueva novela, pero no la que circuló en 1985 con solo 100 ejemplares y que terminó convertida en un objeto casi inencontrable. Sino una con nuevas correcciones hechas por el propio Martínez y que acaba de ser editada por el editor Pedro Montes.
Además, como celebración de esta tercera edición, el también coleccionista y dueño de galería D21, exhibió en diciembre cerca de 25 obras visuales, una de las facetas menos analizadas del "loco" Martínez, que incluye una serie de 14 collages inéditos de los años 70 que conforman proyecto de revista titulado La Neurótica, además de objetos escultóricos de los años 80 y 90, y una pintura hecha por el poeta a los 15 años, una copia de la obra El Angelus de Millet.
"Las obras más interesantes por lo únicas y diferentes corresponden a una serie de collages en pares, que realiza en base a recortes de revistas y un antiguo álbum o muestrario de mármoles. La Neurótica lo fue trabajando intermitentemente a medida que encontraba recortes, imágenes, publicidad, que le sirvieran. Parece una versión moderna del Quebrantahuesos (revista hecha por Nicanor Parra, Enrique Lihn y Jodorowsky), pero con un humor más erudito. Eliana ya me manifestó su intención de completar este proyecto y publicarlo", cuenta Montes.
El inicio de un acervo
Si bien Juan Luis Martínez dejó instrucciones para su obra escrita, no parece haberse manifestado sobre el destino de su obra gráfica, área que su viuda se ha preocupado de proteger y en estos últimos años de difundir, gracias a la ayuda del mismo Pedro Montes.
En 2008, el coleccionista, quien se ha dedicado al rescate de artistas de los años 70 y 80 como Las Yeguas del Apocalipsis y Carlos Leppe, se acercó a la viuda de Martínez y le propuso hacer una exposición como debut de su futura galería en Providencia. No hubo un sí inmediato, pero de a poco se fueron estrechando las confianzas y ya en marzo de 2010, en la instalada galería D21 se inauguró Señales de ruta, la primera exposición individual del viñamarino, que dejó la educación formal a los 12 años para ser poeta. También se publicó, con la ayuda de Ronald Kay, el libro poético y visual, Aproximaciones del principio de incertidumbre.
Desde entonces Montes se convirtió en el principal aliado de Eliana Rodríguez. "Los proyectos editoriales y expositivos de la obra de Juan Luis los acordamos y resolvemos conjuntamente con Eliana y con sus hijas. Probablemente el próximo año cuando se cumplan los 40 años desde la publicación original de La nueva novela, tengamos algún homenaje", dice Montes.
Deudor de las vanguardias francesas, el surrealismo de Breton, Cornell y más tarde Duchamp, Juan Luis Martínez creó una obra visual que complementaba su trabajo poético. A inicios de los 70, cuando concebía La nueva novela, Martínez vivía en Concón con su esposa, y su amigo Raúl Zurita estaba casado con su hermana y trabajaba en Purgatorio. "Lo sabía todo. Conocía de literatura francesa, alemana; con él conocí a Nicanor Parra y fuimos a su casa junto al Gitano Rodríguez. Juan Luis había leído todo, pero eso no era su devoción, a él le gustaba un tipo de literatura del absurdo. No era Esquilo ni Sófocles, lo que le apasionaba eran los asuntos que bordeaban la demencia", dijo Zurita en una entrevista, disponible en juanluismartinez.cl.
En su obra visual, la ironía y el humor se unen con su gusto por la ciencia, la antropología y hasta la historieta y el I-Ching. El resultado es una obra con varias capas de lectura que inicia ahora un largo camino de análisis, que en el extranjero ya partió. El curador de arte latinoamericano del MoMA, Luis Pérez-Oramas, exhibió la obra de Juan Luis Martínez en la Bienal de Sao Paulo de 2012, y el museo neoyorquino adquirió ocho collages de El Lenguaje de la moda, al igual que el Museo de Bellas Artes. Aún hay mucho por hacer.
"No han existido grandes oportunidades de exhibir o mostrar la obra visual de Juan Luis Martínez en todo su esplendor", dice Pedro Montes. "Le he propuesto a cercanos al ministro de Cultura poder contar con un lugar físico y permanente en Viña del Mar o Valparaíso donde pueda exhibirse, resguardarse e investigarse toda su obra. En esto momentos se exhiben cuatro piezas importantes en el Centro Nacional de Arte Cerrillos. A pesar de lo anterior, estimo que los museos y la institucionalidad cultural están al debe con Juan Luis", afirma.