Es difícil hablar de Juan Luis Martínez, sobre todo teniendo en cuenta su voluntad estética y personal de silenciarse y borrar su biografía. Martínez quiso tener una identidad velada. Quiso ser un poeta anónimo y, a la vez, un creador exquisito de varios registros. Trabajó en silencio toda su vida, sin aspavientos; pero intuyo que lo hizo con plena conciencia de que su obra era también la creación de un mito, la fundación de una nueva manera de entender la literatura y, por extensión, de asumirla en la realidad.
Desde joven estuvo lejos de las convenciones, en conflicto con la autoridad. Esta rebeldía será una huella en su obra, en calidad de parodia, de interrogante ante verdades científicas o de directo desacato a los preceptos de la escritura. Su postura fue de vanguardia, puntuda, consciente de sí mismo. Martínez -hay que decirlo, aunque suene raro en estos tiempos de reciclaje y escepticismo extremo- buscó la originalidad en su obra: la encontró en los procedimientos y consiguió la inspiración para lograr textos que alumbran a sus lectores. La nueva novela es un libro indiscutible, excepcional. Está fuera de cualquier categoría conocida, no obstante ser una enciclopedia de citas e imágenes, un manual de diversas poéticas, una caja llena de deliberados equívocos y tergiversaciones.
La originalidad es el horizonte de todo poeta y es un mandato que Martínez enfrentó con libertad, con una noción excéntrica de la tradición. En vez de buscar su singularidad exclusivamente en uso particular del lenguaje, lo que hizo fue trenzar varias formas de asumir el idioma con imágenes para obtener los diversos tipos de escritura que conviven en La nueva novela. Hay poemas donde el texto y la imagen van ligados; existen otros poemas en los que el diseño de la página es fundamental; están los que son poemas exclusivamente visuales y también los que tienen versos y estrofas. Lo que une a todo esto es una estética fría, limpia, blanca, que cuestiona el concepto de autoría. Los versos no riman pero sí remecen por su ajustada nitidez, su falta de énfasis, por su pureza.
Juan Luis Martínez define un estilo literario a través de la resta: menos adjetivos, menos exclamaciones, menos sentimentalismos; en cambio, frases simples y directas, sin palabras oscuras, similares a las proposiciones matemáticas. Y con imágenes. En vez de las descripciones en las que abundan los poetas tradicionales, y que los hacen gastar ingentes cantidades de palabras, Martínez incluye la escritura visual, económica y sintética, ambigua y alucinada. También incluye la voz de otros mediante breves citas que le evitan al poeta glosar, redactar o asumir aquello que ya fue escrito a la perfección por un autor determinado. Cada cita en La nueva novela es una alusión y, al mismo tiempo, una demostración de cómo restarse como autor. Juan Luis Martínez enseña que se puede escribir sin hacerlo. Algunos de los poemas que componen La nueva novela consisten en una serie de referencias seleccionadas que, al mezclarse, dan vida a un texto de radical singularidad, construido con fragmentos de discursos ajenos. Restarse -antes que nada- implicó para Juan Luis Martínez abandonar el plano de los significados obvios, de lo que se puede o no decir, para radicarse en el plano de los significantes, es decir, del sonido y las formas, del espacio reflejado en la página en blanco.
Por último, restarse fue una ética para él. Nunca hizo de su historia personal un tema poético, ni se refirió a sus hazañas, pese a que tuvo decenas. Lo suyo fue el ocultamiento, el pudor cultivado junto a la timidez. Dio escasas entrevistas y nunca practicó el agasajo del ego a través de la retórica satisfecha. Hizo de su retiro en Villa Alemana una manera de abrir un espacio literario. Su silencio tuvo una resonancia elocuente durante años. Era un silencio crítico ante la vanguardia y la poesía que se convertía en espectáculo, en credo y militancia.
La nueva novela es un libro único que contiene un sistema poético de correspondencias entre sus partes. Este sistema involucra una forma de leer, de aproximarse a la literatura, a la tradición, a la historia y a la política. Martínez elaboró una cosmogonía, un universo poético y visual donde las partes que lo componen funcionan de manera individual y, al mismo tiempo, son piezas de una serie. En La nueva novela el orden, la edición del volumen, sus capítulos, su diseño general y particular, componen un objeto poético único: un libro que es metáfora de un cosmos y de la privacidad. Un libro articulado desde el más perfecto irracionalismo, en el que se despliega un relato sobre la pérdida, la familia y el amor, los animales y las palabras. La nueva novela remite a los alcances de la imaginación y del humor. Lo hace a través de un lenguaje que se presenta desnudo y concreto en oposición al ímpetu narcisista catapultado por el "yo" metafísico. El lenguaje que aparece en La nueva novela es la fuga del yo, la huella de su vacío congelado en palabras luminosas.