Con el revuelo que ha provocado la nueva adaptación del popular manga de Masamune Shirow, que debutará a fines de marzo en cines nacionales, ha regresado la interrogante que ha caracterizado el núcleo de Ghost In The Shell: en un contexto donde la tecnología domina a la sociedad, ¿dónde comienza y termina la persona?
A través de la historia de La Mayor (originalmente llamada Motoko Kusanagi), el thriller futurista narra cómo ella y su equipo operativo de élite se encargan de misiones policiales encubiertas en el área de crímenes tecnológicos.
En el año 2019, los avances permiten que hombres y mujeres puedan sustituir cualquier parte de su cuerpo por elementos robóticos. Mediante prótesis, los débiles y moribundos obtienen una segunda oportunidad. La misma protagonista es un cyborg único en su especie, con un físico artificial y un cerebro reemplazado en su totalidad, la agente es capaz de realizar hazañas inimaginables.
EL ALMA DE LA MÁQUINA
Sin embargo, ¿qué tan humana es realmente La Mayor? ¿Tener conciencia y raciocinio basta para convertir algo en alguien?
Ese pensamiento insiste en la psiquis de la máquina, hasta lograr una crisis íntima sobre cuál es su propósito. Es así como a la hora de combatir la fuerza antagónica principal, Kusanagi se enfrentará a un misterio que remecerá todas las creencias que tenía hasta ese minuto.
Una inteligencia artificial autónoma que controla la mente de los humanos y la verdadera naturaleza de por qué le presta sus servicios al gobierno serán los pilares de su crecimiento como personaje y de la confusión que trae el concepto de identidad .
La aglomeración de datos y entidades como el enemigo buscan un cuerpo propio, poder establecerse como un yo. Cuentan con un carácter único, conciencia y discernimiento. ¿Por qué, entonces, no podrían tener un alma? Si los humanos pueden acceder a lo mejor de la tecnología, ¿por qué esta no podría optar por cualidades del otro bando?
El live-action protagonizado por Scarlett Johnsson busca revivir estas inquietudes planteadas en la película de 1995. Es más, lo muestra de una forma directa en el fragmento que se mostrará públicamente en la nueva versión del Super Bowl este domingo.
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"Ellos no salvaron tu vida, la robaron", es la frase que resume el conflicto de la protagonista, quien ha sido utilizada para completar objetivos ajenos a ella.
Si ha servido como una herramienta, ¿cuál es el valor real de la identidad humana y hasta qué punto puede adaptarse a conveniencia? Esta duda se une a la de definir el momento en que la existencia puede considerarse a sí misma como individuo.
Incluso después de dos décadas, Ghost in the Shell tiene el poder de hacer que el espectador se sienta aludido por dichos factores existencialistas. Ghost in the Shell quizá, más que cualquier otro exponente de la animación japonesa, puede repercutir en el público.
Y lo logra al relatar una serie de acontecimientos donde no existen reales enemigos o aliados, sino que el vacío que provoca la búsqueda de quién es quién y su lugar en el mundo. La disociación del ser, y la versión que existe sobre nosotros mismos, son parte de la franquicia que revolucionó el universo de la ciencia ficción por su nivel de excelencia literaria.
Las tecnologías, por su parte, también representan la incertidumbre que provoca el volátil hacer y deshacer de su responsable: el hombre. ¿Hasta qué punto el creador tiene derecho de doblegar a su creación? Y, si esta desarrolla autonomía, ¿podría él decidir su futuro por ella?
LA MUSA DE LA CIENCIA FICCIÓN MODERNA
Para muchos, The Matrix (1999) fue un exponente que cambió las reglas del juego en la industria cinematográfica, y los hermanos Wachowski han reiterado que fueron directamente influenciados por Ghost in the Shell cuando estaban haciendo su obra de ciencia de ficción maestra.
Hay varios elementos temáticos compartidos que lo demuestran, como la apropiación directa de detalles clave. La lluvia de números verdes y la conexión del humano con la red vía agujeros en la parte posterior del cuello, son influencias innegables del animé.
El filme japonés también se respira en la era temprana del 2000, con exponentes como Inteligencia artificial (2001) y Minority report (2002), y abrió las puertas para que otras producciones de la ciencia ficción plantearan las vicisitudes de un futuro más próximo que lejano.
Con la nueva versión del filme en una sociedad expuesta al frenesí de los avances, a su vez, podría abrirse el debate de cuál es nuestra esencia real como raza, como colectividad y como jueces de lo que nuestras propias mentes produjeron.