Uno de sus primeros recuerdos: la Radio Beethoven encendida a todo volumen, y cuando no, su hermana mayor tocando el piano en la habitación contigua a la suya. Pero el sonido que el pequeño Helmuth Reichel buscaba era otro. Quinta generación descendiente de alemanes, el director de 33 años, nacido en Santiago en 1983, cuenta que sus padres no fueron ni son músicos, pero eso no le impidió crecer rodeado de grandes compositores.
A los cinco años fue inscrito en la Escuela Experimental Artística, en el centro de Santiago. Fue un profesor, recuerda, quien dio con el instrumento que alguna vez había oído y que desde entonces quiso ver, solo para saber cómo lucía: el violín. Un año después, ya dominaba algunas notas y movimientos, y tanto sus padres como maestros notaron en él una sensibilidad inusual para un niño de su edad.
"Entré al Conservatorio Nacional de Música de Santiago con seis años, y estuve ahí hasta el 2001. Ese mismo año asistí a una clase magistral en la UC en la que conocí a un alemán que tiempo después se convirtió en mi maestro, y en 2002, apoyado por él, partí a Würzburg, al sur de Alemania", cuenta.
Ese fue el inicio de la carrera que terminaría por conducirlo a la dirección musical. Al frente de la Orquesta Sinfónica de Chile, Helmuth Reichel debutará esta noche en el Teatro del Lago, para las Semanas Musicales de Frutillar, donde dará tres grandes conciertos, incluido el de clausura.
Joven figura de la batuta, tras formarse como violinista en Würzburg, fue llamado a integrar la Orquesta Filarmónica de Stuttgart, y meses después la Filarmónica de Westfalen, en el Teatro de la Opera de Gelsenkirchen. "Mis acercamientos con la música fueron algo bien natural e intuitivo. Toqué jazz por varios años, y luego pasé incluso por el violín gitano, pero ya había notado que mi inquietud era otra", agrega.
En 2010, seducido por la idea de sostener la batuta, ingresó a la cátedra de Dirección Orquestal de las universidades de Stuttgart y Trossingen, y cuatro años después fue designado director titular de la Orquesta Sinfónica Katholische Hochschulgemeinde de Friburgo. Desde entonces, ha estado al frente de las Radio de Stuttgart, la de Basel y la Victor Hugo Franche-Comté, entre otras, además de dirigir a las orquestas juveniles de Nordrhein-Westfalen y la Filarmónica Alemana.
Diálogo con los músicos
"Mi interés en la dirección siempre estuvo centrado en la actividad misma, algo que vi y viví en mi paso por distintas orquestas. Fue estando ahí que me llamó la atención el rol del director, y cómo él mismo podía influir en cómo una pieza vuelve a cobrar vida, además de otras lecturas y ritmos. Y eso era lo que yo quería hacer: volver a dialogar con los compositores y hallar en sus partituras las indicaciones exactas para interpretar sus obras", dice.
Se reconoce un admirador de otros pares suyos, "como Maximiano Valdés y Rodolfo Fischer", pero para Helmuth Reichel "la edad no es garantía de nada", opina: "Aquí o allá, siempre hay y habrá directores jóvenes y otros más experimentados en todo tipo de nivel. La dirección tiende a variar en unos y otros a partir de la edad en que comiencen sus estudios. Yo tengo 33, y seguro me queda mucho por madurar musicalmente, y siempre digo que hago la música como la estoy sintiendo ahora. Después, en 20 ó 30 años, claro que será distinta, esa ruta no se termina nunca. Al final, lo que nos diferencia es la experiencia de vida, nada más".
La primera vez que vino a Chile en calidad de director fue en 2012, invitado por la Orquesta Sinfónica de La Serena. "Fue un gran regalo. En 2014 nuevamente me invitaron a dirigirlos, y hasta había un tercer compromiso para este año, pero no logramos coordinar". Luego, en 2015, obtuvo el segundo premio del Sexto Concurso Alemán de Dirección Orquestal en Stuttgart, y ese mismo año se convirtió en el primer sudamericano en ser uno de los tres finalistas del Concurso Internacional para Jóvenes Directores de Besançon, en Francia.
"No gané, y por lo general los segundos lugares no consiguen mucho, pero ese año fue distinto. Yo sabía que los japoneses ponían especial atención al concurso, y para esta temporada, en mayo, me invitaron a dirigir la Orquesta Sinfónica de Tokio, que abrirá la temporada en el teatro Muza Kawasaki Symphony Hall", cuenta. Allí dirigirá Sherezade, la suite del ruso Nikolái Rimski-Kórsakov que ya condujo en Santiago en junio pasado, al frente de la Orquesta Sinfónica de Chile.
Con la misma agrupación se estrenó en Frutillar Andante para cuerdas, de Alfredo Leng; las Danzas Polovetsianas, de la ópera Príncipe Igor, de Alexander Borodin, y la Sinfonía N° 5 en mi menor, de Tchaikovsky. El viernes, en tanto, el programa estará dedicado a los Strauss, padre e hijo, para continuar con las Danzas húngaras número 5 y 6, y algunas polkas de Brahms. Para el cierre del certamen, este domingo 5, volverá al escenario junto a la Orquesta y el Coro Sinfónico de la U. de Chile con la Sinfonía N°9, de Beethoven.
"Son autores a los que siempre he admirado y que además estudié y sigo estudiando en Alemania, donde me casé y tuve a mis dos hijas", cuenta Reichel. "Es complejo definir qué sello tendrán sus obras bajo mi dirección, pues el trabajo de un director es, guardando las proporciones, reemplazar a sus compositores y tratar de identificarse con ellos, dejando un poco de lado las ideas personales. Como director tienes la responsabilidad de montar una obra, aunque eso pueda destruirlas o realizarlas. Yo prefiero detenerme en las partituras: en ellas está el material necesario para guiar a otros".