Es un libro pequeño. La historia misma se concentra en 39 páginas, en una edición un poco más grande que el tamaño de la palma de una mano. Novela. nouvelle, cuento largo, poco importa. Montacerdos del escritor peruano Cronwell Jara tiene ese hálito de clásico que emanan los grandes libros y la extensión es una anécdota. La obra, la primera de la editorial chilena del mismo nombre –algo así como su obra fundacional- no es nueva. Fue escrita en 1981, hace más de 35 años, pero no ha perdido un ápice de frescura ni de actualidad. Lo que relata puede repetirse en muchos rincones de América Latina, ese drama de la pobreza y la marginalidad que atraviesa a la región. La vida de una madre y sus dos hijos intentando sobrevivir.
Como muy bien dice Diego Zúñiga en uno de las tres pequeñas reseñas que cierran el libro, "lo que nos cuenta Montacerdos es una historia de fantasmas, a la manera de Pedro Páramo, una familia de muertos vivientes que transita de un lugar a otro en un mundo violento, inhóspito". Pero lo que podría ser un drama -lo que, claramente es un drama-, se convierte por obra y gracia de su autor en una historia que en más de una de sus páginas trasunta la alegría e ingenuidad de quien es capaz de ver lo hermoso en la desgracia. La voz que nos cuenta la historia es la de la hija menor, la hermana de quien es el centro de la historia, Yococo, el montacerdos, el niño que convierte a su cerdo Celedunio en su amigo inseparable, compañero de aventuras y también de desgracias.
Jara tiene la capacidad de convertir casi en leyenda una historia tan dramática como las cientos y miles que se ocultan en nuestras poblaciones callampas o en las villas miseria de Argentina, en las favelas brasileñas y, en este caso, en los pueblos nuevos peruanos. Es el épico relato de la marginalidad. "Antes que Yococo cabalgara con maestría nunca vista su cerdo el Celedunio, en la carrera de cerdos, antes que los caballos de la policía le quebraran los huesos y fuera llamado por ahí el inmortal; la llaga de su cabeza todavía era tan pequeña que jamás imaginé que una picadura de araña iba a lograr una herida capaz de inundar de podredumbre el mundo…", escribe el autor al inicio del libro como si de la historia de los Buendía y sus Cien años de soledad se tratara.
Cronwell Jara no es un aparecido. Con casi veinte obras a su haber, varios premios obtenidos a lo largo de su carrera y reconocido por su Taller Itinerante de Narrativa Breve, tiene un lugar ganado en cualquier antología de literatura latinoamericana. Y Montacerdos fue la obra que abrió ese camino con una asombrosa riqueza literaria. Como escribe Zuñiga, "la novela sigue siendo un pequeño secreto que explota en las manos de cada lector que la descubre". La obra es una prueba más de esa capacidad de la buena literatura de convertir lo cotidiano en algo extraordinario, de mirar con otros ojos lo que muchos miran y no ven. Una "contradictoria constatación de que la miseria más absoluta puede ser heroica, hermosa o risible", escribe Juan Manuel Silva.