Viejas tradiciones hollywoodenses, argumentales y estilísticas, convergen en Nada que perder, una de las películas indies más reverenciadas de 2016 y hoy nominada a cuatro Oscar. Y razones para el entusiasmo hay, aunque menos de las que este redactor desearía. La cinta sigue los pasos de una pareja de hermanos: el "bueno", que necesita desesperadamente el dinero que impida a sus hijos quedarse en la calle; y el otro, que estuvo en la cárcel por homicidio y que le ayuda porque para ayudar están los hermanos. Y es así es como se lanzan a asaltar bancos. En paralelo, un ranger tejano (Jeff Bridges) los sigue cada vez más de cerca.

Con música de Nick Cave e imágenes recurrentes de los efectos de la crisis económica, el filme es pródigo en tensión y escenas bien resueltas. Eso sí, padece del síndrome del trompo con muchas cuerdas: entre la expedición emotiva sobrenarrada y la porfía del comentario político-social, hay algo que se pierde. O que sencillamente no aparece, aun si el drama, la acción y el humor andan siempre por ahí.

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Nada que perder. De David Mackenzie. Con Chris Pine, Ben Foster, Jeff Bridges. EEUU, 2016. 102 minutos. Nota: 5