Después de publicar su primer libro de cuentos, La Antártica empieza aquí (2012), Benjamín Labatut (Rotterdam, 1980) dice que vivió una de las experiencias más extrañas de su vida y que comenzó con una sensación de irrealidad. "Eso es lo que dio origen al libro", relata el escritor sobre su reciente publicación, Después de la luz, sentado en el comedor del departamento que comparte con la artista Juana Gómez.
Labatut se sintió de golpe enfrentado al vacío, atrapado por la sensación de que las partes más importantes de la experiencia no se logran pasar al lenguaje. De ese modo, el autor asegura que pasó más de dos años sin poder leer ni escribir.
Entonces Labatut, que estudió periodismo en la UC, inició una etapa de exploración: dice que a través de la meditación, la reclusión o la privación de los sentidos buscaba entender esta sensación que lo inundaba y que no podía manifestar. "No podía escribir, estaba como en un estado donde buscaba algo nuevo y mi lógica fue: el único lugar nuevo son las energías del inconsciente", agrega Labatut, mientras juega con un cigarro recién armado.
Sin el plan de escribir un libro, Labatut tomó sus apuntes de los últimos 10 años y rebuscó entre papers, ensayos y documentales experiencias similares a la que él estaba atravesando. Así fue encontrando una serie de ideas, notas científicas, episodios personales y ajenos, que apuntaban en la misma dirección: ir más allá de los límites, donde se quiebra la capacidad de entender.
Después de la luz, libro publicado por la editorial Hueders, es un recorrido por incidentes en la vida de una diversidad de personajes históricos: monjes budistas, científicos como Albert Einstein, sicoanalistas como Sigmund Freud, matemáticos como Ramanujan o escritores como Jorge Luis Borges, pero que tienen en común el hecho de que sus ideas rompieron moldes y redefinieron condiciones básicas en su época.
"Son una serie de ideas asociadas", dice el autor, que dedicó más de tres semanas para recolectar cada escena. La narración del libro está compuesta por pequeños párrafos, y se alterna con pasajes que relatan la vida del propio escritor. "Las cosas que parecen ficción son ciertas y las que uno descarta como reales las tuve que introducir porque, bueno, para no quedar como loco", agrega.
—¿Cree que ha podido plasmar esta experiencia de la que habla?
—Ese es uno de los problemas del libro, y es el problema que tuve cuando traté de escribir, porque ¿cómo se habla de lo que no se puede hablar? Por ejemplo, Georg Cantor que expandió nuestra noción del infinito y tocó terreno nuevo por primera vez... eso no se puede transmitir en palabras y se queda en el ámbito de la experiencia. Este libro está buscando cosas que no tienen explicación, no pretende dar soluciones, la intención es que la cabeza entre en un espacio de lo que no entiende, porque sólo ahí uno va hacia adelante.