La bomba estalló el 17 de mayo del 2016 durante el estreno de la película del Festival de Cannes. En plena alfombra roja, sin previo aviso y provistos de unos pequeños cartelitos donde se leía entre otras frases "Brasil está experimentando un golpe de Estado", el equipo de la película Aquarius protestó contra el proceso de destitución de la entonces presidenta Dilma Rousseff. Tres meses más tarde la mandataria era removida de su cargo y las posibilidades de que la cinta brasileña más elogiada de la última década postulara al Oscar extranjero era reducida a la nada.

Sin quererlo, los responsables de Aquarius habían firmado su sentencia de muerte en el ámbito de los premios: uno de los miembros del comité seleccionador del Ministerio de Cultura del nuevo gobierno era un abierto detractor de Aquarius. A la larga, la seleccionada por Brasil fue la cinta Pequeño secreto, pero el filme del que hasta se habla es Aquarius.

Elegido entre los mejores largometrajes del 2016 por The New York Times, Cahiers du Cinéma y Sight; Sound, el filme de Kleber Mendonça Filho es la historia de Doña Clara, una nostálgica y corajuda mujer interpretada por Sonia Braga (1950) que se resiste a dejar su departamento de la ciudad de Recife, aunque la demolición del edificio está en ciernes. Ex crítica musical y apegada a los buenos viejos tiempos, Doña Clara es una suerte de metáfora sobre un país que ya no existe. La voraz empresa inmobilaria, por otro lado, representa tal vez una nación nueva. En ese sentido, los ecos sociales y políticos de la película son claros.

En su residencia de Nueva York, Sonia Braga (Doña Flor y sus dos maridos, Tieta do Agreste) aún respira la atmósfera de controversia que provocó la cinta. Después de todo, es su rol más elogiado desde Doña Flor hace ya cuatro décadas y la actriz lo hace notar en cada una de las respuestas que da.

¿Qué opinión le merece la controversia del Oscar?

Si un país no apoya el arte va por un muy mal camino. Es una nación que no cree en la democracia, porque a fin de cuentas lo que pasó en Brasil con Aquarius no es democrático: fue un castigo por lo que hicimos en Cannes. El gobierno actual, que no nos representa, no sólo no apoyó nuestra película, sino que no respalda ninguna expresión artística que no sea afín a lo que ellos piensan. Esto no es democracia, sino que un golpe de estado. Aquarius tenía reales posibilidades de obtener un Oscar y al no postularla, automáticamente le niegan la posibilidad a un pueblo de disfrutar de un triunfo, de una alegría

¿Qué fue lo que más le atrajo del personaje de Doña Clara?

Desde que leí el guión sentí que podía internalizar a Clara. En rigor es una historia muy simple: una mujer que no se quiere ir de su departamento ante la inminente demolición del edificio en el que vive. Representa de cierta manera lo que pasa en Brasil o en otras partes del mundo. Clara habla mucho y permite expresar lo que muchos sienten. Para mí es como una plataforma, como despertar y hablar ante las Naciones Unidas. Me dan ganas de decir, por ejemplo, ¿Es posible que todavía en el año 2017, estemos hablando de la gran pobreza en el mundo? ¿Hay todavía apenas cinco tipos ricos en el planeta y el resto es pobre? ¿Acaso todavía los gays y transexuales tienen que esconderse e un baño y hablar a escondidas?

¿Es una luchadora, una nostálgica, una reliquia?

Clara es el clásico personaje que no puede ser etiquetado. Lo único que realmente la diferencia del resto es que es una persona que resiste. No pertenece a ningún partido político, a ningún grupo. Su estrategia es luchar por sus derechos, en este caso a tener una vida digna en un lugar con una gran carga emocional para ella.

¿Cómo fue la filmación?

Me permitió conocer a un joven director brasileño increíblemente sagaz e inteligente, con un pasado como crítico de cine (se refiere a Kleber Mendonça Filho). Y además debo decir esto: después de 50 años en la actuación, casi toda una vida, siempre he estado aterrorizada de muchas cosas. Siempre le he tenido temor a los ensayos y a los actores. Sé que es raro. Por ejemplo, hay actores que preparan sus personajes en sus camerinos y jamás interactúan con el resto del equipo de filmación. Yo soy diferente: prefiero siempre trabajar con todos, con la luz del set, con el director, sin secretos. Reconozco además que me siento un poco tensa junto a actores que tienen una auténtica formación académica.

Debe ser muy diferente al clima de rodaje de una película de Clint Eastwood, quien la dirigió en El principiante (1990)

Clint nunca deja el set de filmación, está siempre dando vueltas por ahí y trabaja con el mismo equipo hace 40 años. Es uno más en el grupo. Un gran tipo. Otro director que me sorprendió mucho por su modestia y amabilidad fue Paul Mazursky (Una mujer descasada, 1978), quien me dirigió en Luna sobre Parador (1988). Una persona muy cómica y sencilla. Dos días antes del inicio del rodaje nos enteramos que la actriz que debía interpretar a la madre del dictador no vendría a la filmación en Brasil. Para Paul no fue problema alguno. Nos dijo: "No se preocupen. Tráiganme la peluca. Yo haré el personaje". Creo que en general todos los set de rodajes del mundo se parecen. La misma ropa, los mismos radiotransmisores. Somos como una misma tribu en el planeta. Trabajamos duro rodando en Brasil o en Hollywood. Claro, en Brasil probablemente el asistente de dirección dirá: "¡Acción! Filmen al Volkswagen que viene desde la derecha!", mientras que en EE.UU. gritará: "¡Acción!, Filmen al avión que entra por la pista de aterrizaje!". Aún así, en EE.UU. hay cintas pequeñas también. Por ejemplo, acabo de tener un rol en una película que dirige John Turturro donde él interpreta otra vez a Jesús Quintana, su personaje de El gran Lebowski, de los hermanos Coen. Fue una filmación muy distendida y hasta me tocó decir la famosa frase aquella de El gran Lebowski:"Nobody fucks with the Jesus".