"Lo de la Nueva Canción, es un invento de Ricardo García para el festival que él organizó, está bien. Pero ya en esa época Volodia me dijo: 'Cuidadito con eso de la Nueva Canción, porque mañana va ser Vieja Canción'. Tenía razón, entonces yo siempre me he apegado al término de canto popular, cantor popular, porque te engloba además del tango, el vals, la milonga, la tonada, la cueca, todo el repertorio", dice Ángel Parra en el libro En busca de la música chilena, crónica y antología de una historia sonora (Catalonia), del periodista y Premio Nacional de Literatura, José Miguel Varas, y el musicólogo Juan Pablo González.
A mediados de los años 60, la Nueva Canción Chilena o 'Neo Folklore' tomaba fuerza en esencia y nombre con letras contestatarias que daban cuenta de las penas del pueblo acompañados del suave sonido de una guitarra. El término acuñado hace medio siglo, sigue siendo considerado un capítulo fundamental en la historia de la música chilena, ya sea como Nueva Canción o como Canto Popular, como le decía el hijo de Violeta.
Las peñas fueron el lugar de proliferación de las manifestaciones artísticas de la época, propiciando el desarrollo de la escritura, pintura, escultura y sobre todo música, principalmente de la bohemia izquierdista. Para agosto de 1965 "las Peñas se convirtieron en una epidemia", dice Parra en la investigación de Varas y González. La Peña de la Universidad de Chile de Valparaíso, "La Porteñita", la Peña de la Federación de Estudiantes de la Universidad Técnica del Estado en Santiago y en otras sedes como Valdivia y Antofagasta; fueron solo el comienzo para los encuentros en liceos y sindicatos chilenos que buscaban la fuerza del arte como forma de expresión.
La masificación de las peñas tiene un punto de origen: la Peña de Los Parra, idea inspirada en los dos años en que los hermanos Isabel y Ángel Parra vivieron de la música en los cafés parisinos. En la capital francesa, 'Chabela' y Ángel interpretaron sus canciones en un café/bar que abría sus puertas a los artistas latinoamericanos. Platos de comida circulaban de una mesa a otra mientras cantaban: ese sería un elemento que no copiarían de su experiencia en París.
"La Peña comenzó en abril de 1965. Tenía un pequeño escenario al que nos encaramábamos los cantores", cuenta Ángel Cereceda Parra en En busca de la música chilena. La casona, que pertenecía al pintor y cantor Juan Capra, fue el lugar de encuentro de los hermanos Parra, Rolando Alarcón y Patricio Manns, quienes cantaban, comían y bebían hasta que decidieron organizar sus reuniones y tener un propósito.
"Comprendimos en cierto momento que había que ponerle orden a la cuestión. Porque se lo cantaban todo, se lo comían todo y se lo tomaban todo. La idea fue hacer la peña como medio de difusión y de subsistencia para nosotros", recuerda Ángel en el libro.
La casona ubicada en el centro de Santiago dio un espacio con pequeñas mesas distribuidas frente a un escenario. En el lugar se regalaba un vaso de vino, incluido en la entrada, y no se vendían contundentes platos: solo empanadas, charqui o anticuchos, durante los interludios, de manera que los artistas no eran interrumpidos por enormes cantidades de comida.
En agosto de 1965, la Peña de los Parra incorporó un nuevo artista: Víctor Jara, quien decidió emprender su carrera solista dejando de lado su participación en el grupo folklórico Cuncumán. La Peña siguió el desarrollo de la música y las artes hasta la mañana del martes 11 de septiembre de 1973.