Alejandro Zambra
Zambra es un escritor que ha sido varios escritores, así como cada persona es muchas personas. Y sin embargo, a pesar de la variedad de géneros practicados —la novela, el cuento, el ensayo, la entrevista, la crítica literaria y, por supuesto, la poesía—, a pesar de toda esa heterogeneidad, da la impresión de que en su caso hay una marca común en cada uno de esos géneros, en cada una de esas formas. Tiempo ha, el poeta Rodrigo Rojas dijo que el lenguaje circular del poema "Mudanza" es la estructura central que se repite en las tres novelas de Zambra publicadas por Anagrama: Bonsái (2006), La vida privada de los árboles (2007) y Formas de volver a casa (2011), en donde una planta no debe morir porque la relación de Emilia y Julio corre el peligro de secarse y acabar, al tiempo que reaparece en forma de un relato para hacer dormir a una niña, o se hace extensivo desde las entrevistas. Walter Benjamin decía que el arte de contar historias es el arte de saber seguir contándolas. "No sé si entiendo bien la frase —dijo Zambra en una entrevista—, pero me parece oportuna. Otra vez: el arte de contar historias es el arte de saber seguir contándolas".
Fabián Casas
En el año 2000, cuando Casas ya era un clásico entre la poesía de los años noventa (lo publicó José Luis Mangieri, mítico editor), el relato "Veteranos del pánico" lo instaló en el mapa de los narradores que rompieron la barrera del sonido de la literatura que se trafica y circula. De esa novela breve se dispararon los poemas y las historias que Casas escribió después. Entre ellos, los poemarios Oda, El spleen de Boedo, Horla City, y una serie de crónicas publicadas en el diario argentino Perfil. La mayoría de esos textos, que sobreviven por separado, están ambientados en Boedo, el barrio de Buenos Aires donde creció, y están contaminados por una escritura contundente, dominada por el lenguaje directo, la cotidianidad y el picante de la filosofía. Vicente Huidobro escribió que el adjetivo, cuando no da vida, mata. Y algo de eso sobrevive en Casas: una resistencia feroz a la sobrecarga y una estética de la escena y de lo visto. "A los adjetivos hay que manejarlos como se maneja material radioactivo. Si explota se carga a todo el poema", dijo el escritor argentino. En El estilo de los otros, Mauro Libertella lo explica con autoridad: "El mejor Casas es un jugador que pasa la pelota y hace sentir inteligente al lector, como si lo que leemos lo hubiésemos pensado, en realidad, nosotros". Hay otro asunto que llama la atención y es que sus textos mezclan todas las fuentes posibles: periodismo, fútbol, rock, cine y filosofía oriental. También, sus relatos funcionan en habitaciones de puertas abiertas, donde es habitual encontrarse con personajes dando vueltas. "Siempre entendí a la literatura como algo colectivo y nunca individual. Individual es el tenis", dice él.
Álvaro Bisama
Hace diez años que Bisama comenzó un proyecto narrativo con Caja negra, una primera novela descrita por la crítica como "esperpéntica" y "rockera". Entonces fue escogido como parte de un movimiento renovador de las letras chilenas llamado Freak Power, una especie de parque de diversiones que mezcló ficción y desquiciamiento, y que terminó clausurando con otro libro sobre dos frentistas con la resaca de la transición, la novela Estrellas muertas, aparecida después del zoológico de dibujantes y vampiros que fue Música marciana. Todavía hay más: sus críticas recogidas en el compilado Cien libros chilenos, las novelas Ruido y Taxidermia, el volumen de cuentos Los Muertos, y Deslizamientos, un compilado que reúne las obsesiones del autor: historietas, televisión, memoria, música y sobre todo literatura, desde el punto de vista de un lector de los escombros que producen.
Pedro Mairal
Mairal es un escritor notable, comenzando por sus libros en donde el humor se muestra como una herramienta para llamar la atención, aunque en realidad, lo que está ahí, detrás de esos textos amables, es la mirada del poeta en la narrativa y una escritura oxigenada por el vértigo de Internet y los blogs. La información genética de Mairal es la poesía y eso se nota en la decisión de ser menos lírico y más coloquial. Su lenguaje, como dijo en alguna entrevista, es el que usa la gente para tirar, insultarse o reírse. De ahí que sus temas aparecen con naturalidad y soltura: habla de lo que recuerda, de lo que verá, de lo que se cruza en el segundo en que está escribiendo. Mairal, además, titula muy bien, esto es, no juega a hacer haiku ni otras leseras, sino que, al contrario, su norte es la fluidez y la constante transformación. En su texto "Un mail", donde el autor le escribe a Hernán Casciari, del blog Orsai, una especie de apología al correo y su escritura no contaminada, parece contenido su propio manifiesto: "Los mails son un refugio al que no llega la radiación literaria. La gente escribe mails con toda naturalidad, cuenta con gracia las cosas, y después las quiere poner en un cuento o una novela y las arruina, con palabras como rostro pensativo, allí, luz cansina. Esa es la radiación literaria, que va mutando en tics de la época: lo que cada generación considera Literatura con mayúscula. Eso me gustó de los blogs en su momento, se olvidaban de esa mayúscula. La gente contaba su vida cotidiana sin pretensión literaria, sin darse cuenta de que estaba escribiendo bien". En Chile, además de Maniobras de evasión, se pueden encontrar varios de sus libros, entre otros El subrayador y El año del desierto.
Gonzalo Maier
Si hoy en día la aventura del viaje es un programa rígido que disuelve lo desconocido, el talento de Maier, como explica Diego Zúñiga desde una reseña publicada en Qué Pasa, consiste en explotar la pausa reflexiva, convirtiendo cualquier recuerdo en un relato atractivo, iluminando a punta de observaciones inesperadas y divagaciones plásticas y ocurrentes imaginaciones, semblanzas y, por supuesto, lecturas. Material rodante y Leyendo a Vila-Matas, ambas novelas, son dos entradas recomendables para el más joven de los seleccionados chilenos.
Federico Falco
Los cuentos de Falco transmiten una sensación de familiaridad, de trasladarnos a un universo habitado simultáneamente por lo real y lo imaginario. Eso fue lo que anotó la escritora chilena Alejandra Costamagna de su par argentinom cuando presentó el volumen Flores nuevas. Lo cierto es que el autor cordobés parece narrar lo común y lo extraordinario con el mismo énfasis. Así por lo menos se lo lee en sus libros de cuentos 00, 222 patitos, El pelo de la virgen y La hora de los monos.