La premisa de Un jefe en pañales, la última animación de Dreamworks, no es de las entusiasmantes: un hijo único de 7 años, imaginativo y feliz de la vida, recibe inopinadamente en casa a un hermanito. Y a los habituales celos y la nueva relación con los padres, viene aparejado lo insólito: la guagua no es cualquier guagua, sino un funcionario de una corporación que administra y distribuye los bebés de este mundo y que lo tienen en la Tierra con una misión del más alto nivel. La criatura, entonces, sabe hablar, tiene vozarrón, sabe de números y de negocios. Los adultos no se enteran y su hermano mayor apenas entiende lo que pasa, no quedándole más que seguir adelante con la aventura.

Dueña de trazos computarizados que parecen extrañar el lápiz, esta película tiene el tono juguetón de cierta animación que fusiona la moral vintage con el humor listillo y el gag cumplidor. Se le arrancan los tarros, sin duda, pero sería tanto peor si se le extraviara totalmente la gracia.

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