Año Nuevo, protagonizada por Jaime Lorca y Paulina García, retrata el abandono y la baja valoración social de la vejez en Chile. No es novedad que la experiencia de vida y la sabiduría que otorgan los años no sean apreciados en un modelo económico neoliberal, donde se privilegia a los sujetos productivos en el mercado laboral. De ahí quizá la fuerza que han cobrado las reivindicaciones del movimiento No+AFP y sus multitudinarias marchas en diferentes ciudades.
Como lo anuncia el título, el montaje registra el envejecimiento de una pareja a través de sus celebraciones de Año Nuevo. Jaime Lorca manipula con sensibilidad objetos cotidianos, como sillas antiguas con patas modernas, globos, una lámpara o maceteros que adquieren vida propia y crean la ilusión de realidad, de humanidad. Tozudo y de ideas intransables, abandonó la compañía La Troppa cuando el resto del grupo optó por las nuevas tecnologías como herramienta narrativa en lugar de los tradicionales recursos artesanales, a su juicio, la esencia y base de su oficio. No es gratuito que el protagonista de la trama sea mueblista, ancestral gremio ya casi extinto por la globalización. Paulina García, actriz de excelencia, adapta su talento al teatro de máscaras y objetos. La intérprete sale airosa y está a la altura del desafío, pero vuelca su energía en buscar cierto realismo más cinematográfico. Lorca, al contrario, siempre apunta al artificio, la irrealidad, a lo teatral. Ahí se percibe un irreconciliable choque o cruce de estilos, técnicas e imaginarios.
Al principio la obra es confusa y caótica por la aparición de múltiples personajes interpretados sólo por dos actores. A los pocos minutos, el público comprende esa convención y la trama se va armando pieza a pieza. Hay guiños a la contingencia, a casos de corrupción dentro de las Fuerzas Armadas, y al eterno tema pendiente de la justicia en las violaciones a los Derechos Humanos. La escena de sexo en la tercera edad, los bailes de Año Nuevo y el encuentro por Skype con la hija revolucionaria son notables y comprueban las destrezas corporales y gestuales de los actores. El demoledor desenlace, sobre la soledad y exclusión de la vejez en Chile, recuerda el de la película Amour, de Michael Haneke.
Al final de la función y al momento de los aplausos, Jaime Lorca trata de mantener la épica y la mística con gags y humoradas. Paulina García se ve algo forzada al salir al escenario una y otra vez a recibir la aprobación de los espectadores. Ya es público que por desencuentros entre ambos y una lesión física debido a un accidente en su casa, la actriz será reemplazada por Tita Iacobelli (Otelo) desde mañana miércoles 29 y hasta que termine la temporada el 8 de abril.
La función debe continuar.