Tenían una misión especial: ser algo así como el orientador de la gente que a esa hora entraba al Parque O'Higgins entre coronas de flores, decenas de personas que entregaban flyers sobre Jesús y las próximas tocatas, y que afrontaban con energía uno de los primeros días nublados de este 2017.
Y Villa Cariño -"un grupo chileno", como dijeron en medio de su presentación desatando el aplauso rabioso del público- cumplió con la fórmula que los ha llevado a ganarse un nombre en estos nueve años juntos: cumbia, fiesta y letras que pueden sonar provocativas, como ese "De política, de amor y de la revolución" que sonaba paradójico escuchar en la misma explanada donde todos los años desfilan miles de efectivos en la Parada Militar.
Mientras la gente que entraba iba llegando casi de forma natural hacia el Itaú Stage, a Villa Cariño se les notó cómodos, sin inmutarse por el reloj que, con números rojos, les marcaba implacable el tiempo de su presentación a un costado de su escenario, o por el humo que se vio al norte del Parque O'Higgins por unos minutos.
Su show también tenía una integrante especial, y muy celebrada por los asistentes: una traductora de señas que no sólo interpretó las canciones en un Lollapalooza que busca tener un sello inclusivo, sino que bailó y se movió al ritmo de los "villanos", convirtiéndose en una gran adición a la apertura.
"¿Están cansados?", consultaron, medio en broma, medio en serio, los integrantes de Villa Cariño al público. Sabían que la respuesta sería un gigantesco "no": eran el inicio de dos de los días más esperados del calendario de eventos chileno cada año. Y cumplieron con eficiencia su rol de ser los primeros maestros de ceremonias.