"Es mi primera vez en Chile y me encantaría volver realmente pronto". Hasta las palabras eran la prueba de la corrección que envuelve a The Weeknd, el cantante canadiense que se presentaba como el espectáculo final en el Itaú Stage y que, para la mayoría de los asistentes, servía también como preámbulo para el cierre de The Strokes.
Porque el show de Abel Tesfaye, el joven que a comienzos de esta década subía videos con sus composiciones a YouTube y hoy se codea con estrellas como su novia, Selena Gómez, fue absolutamente correcto, sin desatar pasiones, pero sí contando con una generosa respuesta del público, que en forma numerosa lo escogió para escuchar su presentación.
La música R&B de The Weeknd, con un registro vocal impecable, actuó como mecedora en la noche del Parque O'Higgins, pero dejando no sueño, sino una sensación agradable a quienes lo escuchaban.
Quizás lo único un poco incorrecto fue la partida: diez minutos tarde, un pequeño pecado en un festival que convierte en carne aquella frase de que el tiempo es oro.
Su show estuvo centrado en los dos álbumes que en los últimos años lo han hecho ganarse la aclamación de la crítica y que lo han convertido en uno de los nuevos rostros del género: "Beauty Behind the Madness" y "Starboy", con canciones como la pegajosa "Can't Feel my Face" o "I Feel it Coming", que llegaron a encender una potente recta final de la actuación.
Con eficiencia, sin demasiada interacción con el público y con una precisión musical de una muy buena banda, The Weeknd quizás no desató la euforia de Metallica o Duran Duran, pero sí cumplió con algo que siempre se le pide a Lollapalooza: traer a artistas que estén pasando por un buen momento a nivel mundial y cuyos hits son reconocibles. En eso, el canadiense cumplió de sobra. Lo demás, sólo el tiempo lo dirá.