The Strokes, una dosis de rock con ripios al cierre de Lollapalooza
La banda estadounidense fue la última en presentarse en la edición 2017, donde, tras una partida en falso y en medio de problemas de sonido durante la mayor parte de su actuación, se reencontraron con sus fanáticos locales.
"Olé, olé, olé, olé... The Strokes, The Strokes". Quedaban diez minutos para que la banda liderada por Julian Casablancas y Albert Hammond Jr. apareciera según la programación y casi media hora para que los músicos aparecieran en escena, pero al grupo de fanáticos al borde del VTR Stage eso no les importaba.
Porque a The Strokes se le perdonaron muchas cosas. Como que la salida fuera casi veinticinco minutos después de lo anunciado en ese reloj suizo que es la programación de Lollapalooza, y que Casablancas llegara preguntando: "¿Están todos aquí?", como jugando con esa demora.
Y que, inmediatamente después de eso, hagan una partida falsa marcada por severos problemas de sonido, que les hizo detenerse y que Casablancas dijera, apenas avergonzado, que "vamos a hacer como que eso no pasó".
Algunos los marcan como la banda más joven del rock, y sus guitarras inconfundibles -en especial la de Hammond Jr.- con un sonido que se sentía más afilado en la fría noche del Parque O'Higgins respondían perfectamente a esa calificación.
El público estaba ahí para ellos, no tan numeroso como el de Metallica la noche previa, pero igual en fidelidad, coreando el nombre de la banda incluso durante los errores, que no abandonaron en las primeras canciones, haciendo que Casablancas constantemente dialogara con el público.
Él era el más afectado: con problemas de retorno, su voz además se escuchaba a veces extremadamente aguda, a veces desafinada y con problemas de ecualización, o casi totalmente tapada por los instrumentos, como en "Reptilia", uno de sus himnos. Y por eso, también, los silencios extendidos entre las canciones generaban cierta tensión.
Claro: ante un tema tan rotundo como "Last Nite", ya en la segunda parte del show, hay poco que se pueda hacer, más si Hammond Jr. se prodiga mostrando toda su calidad: basta que la voz de Casablancas se escuche un poco más para que los presentes deliren y quienes se quedaron disfruten con la satisfacción de estar escuchando una canción emblemática.
Pero por más que los gritos y el apoyo hayan estado ahí, el hecho de que justo el número de cierre de Lollapalooza haya presentado los problemas de sonido -sobre todo en comparación a la impecable actuación de Metallica un día antes- dejó un extraño sabor de boca en la despedida de un festival por lo demás bastante bien ajustado.
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