Al parecer fue su secreto mejor guardado durante la última década. Al mismo tiempo que las obras de Damien Hirst caían en picada en el mercado del arte luego de haber sido uno de los más cotizados hasta el 2008, cuando la crisis financiera golpeó a EEUU. El artista -que saltó a la fama en los 90 como parte del grupo Young British Artist, apadrinado por Charles Saatchi,- ya estaba planeando cómo sería su futuro retorno en gloria y majestad.
Hirst ya había llamado la atención en el pasado por sus extravagantes obras: tiburones, vacas y ovejas conservados en formol; además de un cráneo humano hecho en platino y adornado con más de 8 mil diamantes que se vendió en US$ 100 millones. Ahora, a sus 51 años, se reinventa usando la historia del arte y la ciencia como gancho. Hace más de un mes que la prensa comenzó a especular en qué consistía la doble exposición titulada Tesoros desde la ruina de lo increíble, que mañana se inaugura en Venecia- en el Palazzo Grassi y la Punta della Dogana- y que ayer tuvo su primer recorrido para la prensa.
El rumor generalizado era que hace una década que el artista estaba abocado al financiamiento de una investigación científica para desenterrar los tesoros de un barco del período romano hundido tras un naufragio y descubierto en 2008 en el mar Adriático. Se trataba supuestamente de las obras de arte de Cif Amotan II, un esclavo liberado desde el noroeste de Turquía, que vivió entre el siglo I y II, y que había logrado acumular una gran riqueza.
Los buzos habrían rescatado más de 100 esculturas, las que Hirst exhibiría al público en un osada apuesta digna de su carrera. Ayer se descubrió la verdadera dimensión del proyecto, que aunque tiene su origen en una fantasía del británico, no dejó de asombrar por su espectacularidad. En el hall del Palazzo Grassi se levanta un coloso sin cabeza de 18 metros, fabricado de resina pintada e inspirado en el dibujo de una colección del artista William Blake. Mientras, en la Punta della Dogana, se asoma una diosa griega de 7 metros, sosteniendo una espada en cada mano y con uno de sus pies apoyado sobre un oso muerto. Toda ella está cubierta por corales incrustados de colores verdes, amarillos, rojos y morados que aluden a su pasado en el fondo del mar. La exposición completa está repleta de estos objetos de bronce antiguo cubiertos por algas y flora subacuática. Muchos corresponden a figuras de la mitología griega, romana e hindú, pero algunos tienen claramente otras referencias: se ve un busto que es más bien una réplica de Mickey Mouse, un faraón de mármol blanco, que tiene un parecido inconfundible con el cantante Pharrell Williams; está Rihanna como una diosa egipcia de color rojo y la cantante del dúo de rap sudafricano Die Antwoord, se alza como una deidad mesopotámica hecha en bronce y pan de oro.
El propio torso de Damien Hirst aparece retratado es un escultura que tiene la mitad cubierta de corales. Es evidente que a pesar de la majestuosidad con que presenta sus obras, el británico no pierde el humor ni las ganas de provocar a un público que en un momento se hartó de su ególatra forma de hacer arte. Las piezas están complementadas con videos donde se ve cómo los buzos desentierran el tesoro.
En marzo, alertados por el desembarco de Hirst en tierras italianas, un grupo de activistas arrojó estiércol afuera del Palacio Grazzi y colgó la pancarta "Damien Hirst vete a casa. Fuera el trabajo de arte con animales". Aunque luego la dirección advirtió que esta vez la muestra del artista no contiene ni animales ni mariposas muertas.
Hijo del mercado
"La carrera de Damien se ha realizado sin tener en cuenta la voz de los curadores ni de los críticos. Eso deja al mundo de los museos un poco nervioso", dijo Nicholas Serota, ex director de la Tate Gallery de Londres, quien justamente hizo una gran retrospectiva del británico en esa institución, en 2012. Lo cierto es que el británico siempre ha estado dividido por el reconocimiento artístico: ganó el Premio Turner en 1995 y expuso en la Bienal de Venecia, pero por su adicción a las ventas y el espectáculo su obra fue tildada por el prestigioso crítico australiano Robert Hughes como "burda" y "sin sentido".
En esta ocasión Hirst ha tenido el apoyo, tanto económico como artístico, de François Pinault , coleccionista francés y dueño de ambos museos en Venecia, además de la Casa Christie's, y admirador de Damien Hirst por más de 30 años. Mientras que parte importante de la producción está a cargo de la curadora Elena Geuna, quien se encargó de transportar en barco las gigantes esculturas, algunas de más de cuatro toneladas de peso- que provenían, la mayoría, de una fundición en Gloucestershire, Inglaterra. En la muestra, además, hay involucrados proveedores de Italia, Alemania, Sudáfrica y Estados Unidos. Eso sí, las costosas piezas, ya empiezan a tener a coleccionistas interesados en adquirirlas. Por su puesto, todo está a la venta y por cada original existen tres copias que van de los US$ 500 mil a los US$ 5 millones. El negocio puede ser redondo y transformarse en el nuevo batatazo de Hirst al mercado, desde el corazón del arte clásico. Por otro lado, ya hay quienes están sugiriendo que es hora de que el artista haga un catálogo razonado de obras, cuestión que en el pasado ha sido polémico, por lo prolífica de su obra y los altos precios que de todas formas alcanzaba.
Los críticos ya se están dividiendo en cuanto al valor artístico de la serie. Mientras The Telegraph anotó que "la exposición es una locura espectacular que podría resultar en el naufragio definitivo de Hirst"; The Guardian fue positivo y la describió como "una forma titánica de redimirse". Aunque todavía ni el artista ni los curadores han querido referirse a los detalles de la muestra, Pinault sí ha escrito en el catálogo que ésta fue concebida para ser un nuevo punto de partida para Hirst. "Por su exceso, por su ambición, y finalmente por su audacia, Damien hace una ruptura completa con todo lo que ha logrado hasta ahora. Las obras no encajan en ninguna categoría estética convencional o estructura canónica," dice el millonario coleccionista.