En compañía de Caroline Deruas, su colaboradora, colega y esposa, Philippe Garrel inició el martes su primera visita a Chile. Su agenda es movida e incluso lo sacará de Santiago por unos días para llevarlo a Valparaíso. Pero antes de eso estaba lo primero, si es que no lo principal: el encuentro con el público.

El jueves, a las 18.30, y ante una audiencia reunida en el auditorio de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos de la U. Católica, el cineasta francés sostuvo una conversación con el escritor argentino Alan Pauls en el marco del ciclo La Ciudad y las Palabras del Programa de Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos de la señalada casa de estudios, con apoyo de La Tercera. Y no fue poco lo que los asistentes pudieron sacar en limpio.

Lanzado a hacer cortometrajes cuando el circuito internacional sentía aún con fuerza el influjo de la Nueva Ola francesa (la de Truffaut, Godard y los demás), Garrel estrenó su primer largo en 1968 (Le révélateur) y durante el medio siglo siguiente ha cincelado una filmografía muy personal: con más silencios que estruendos, más propensa al blanco y negro que al color, ha puesto énfasis en la pareja, la traición, la separación y la naturaleza efímera del amor. Un cine que ha encontrado variados reconocimientos, especialmente en el Festival de Venecia, y que a títulos legendarios como L'enfant secret (1979), Le vent de la nuit (1999) y Les amants réguliers (2005), sumó en 2015 A la sombra de las mujeres, el primero de sus filmes en llegar a la cartelera chilena.

Su obra enjundiosa vertebró la conversación. También tuvieron su lugar, por cierto, las consideraciones generales sobre el propio oficio, puesto en el amplio contexto del arte fílmico.

En el arranque, Alan Pauls presentó al director y guionista como "uno de los últimos radicales que quedan en el cine", especie de encarnación de ciertos valores que este arte sigue alojando. Acto seguido su contraparte vinculó la cuestión de la radicalidad con la relación que el cine y que él mismo tienen con los sueños (si Ken Loach tiene a Marx en su velador, dijo, en su caso se trata de los sueños y de los mecanismos del inconsciente). También, y a propósito del lugar en que se encontraba, dijo que el cine y la arquitectura, en lo que toca a la relación con la industria, están en una situación muy parecida.

Más adelante, a propósito la reconstitución histórica que lleva a cabo en filmes como Les amants réguliers, habló Garrel del joven rebelde que fue en los 60, de los filmes que hizo cuando era el "cineasta más joven del mundo", incluidos ciertos anti-noticiarios que armaba con amigos, y afirmó que "una película es necesariamente un documental de la época en que se ha realizado". También mencionó a John Cassavetes, el gran cineasta estadounidense a su juicio no reconocido en su momento. Y habló de la Nueva Ola, de la cual, dice, recogió algunas cosas, aunque tomó distancia de sus modos jerarquizados de trabajar.

Por último, afirmó el realizador que el suyo ha sido un camino recorrido por el exterior de la industria, ya que "es posible hacer un cine fabricado de otro modo".

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