Las grandes estrellas de la música popular cantaban sobre la era espacial y fantaseaban. Lo hizo David Bowie en "Space oddity" y Black Sabbath con "Into the void". Elton John se inscribió a la altura -la hermosa "Rocket man"-, pero la noche del lunes ante un Movistar arena abarrotado por un público que por condición y edad está pensando seriamente en la jubilación, la leyenda británica del pop la puso difícil con tamaño clásico. Ejecutó una introducción al piano que duró una eternidad para compensar con épico remate una de sus mejores canciones, levantando a la circunspecta audiencia de sus butacas.
Elton John se puede tomar esas licencias y dar nuevas formas a clásicos que uno desearía escuchar siempre igual con esa voz inocente y profundamente melódica de los primeros años, la época inigualable de su obra junto a Bernie Taupin. Lo hace porque tiene tantos éxitos que incluso deja fuera unos cuantos como "Nikita", "Blue eyes" o "Sacrifice", y la merma no se siente en particular. Toda la selección de la noche se concentró en grandes éxitos como lo viene haciendo por décadas. Arrancó con "The bitch is back" donde de inmediato ganó notoriedad la guitarra de Davey Johnstone, el director musical que lo ha acompañado en más de 2000 conciertos, seguida de "Bennie and the jets", "I guess that's why they call it the blues", "Daniel", "Philadelphia freedom", "Tiny dancer" y "Goodbye yellow brick road", entre varias.
A los 70 años Elton John es un cantante muy distinto al de sus inicios. Su voz es más grave y la intencionalidad de la interpretación mucho más intensa, visceral a ratos. Los agudos perdidos son suplidos a la perfección por la banda donde todos cantan (los coros macizos siempre fueron fundamentales en sus piezas), en cuya alineación destaca Nigel Olsson, el baterista de prácticamente toda su carrera. Al piano Elton John mantiene sus cualidades como el último exponente de una estirpe que arranca en los orígenes del rock con Jerry Lee Lewis y Fats Domino.
En la previa James Taylor, ícono del soft rock, cumplió su palabra. Trajo una banda portentosa de once músicos donde destaca el legendario baterista Steve Gadd. Taylor remató con la blusera "Steamroller", seguida de "México" -un pastiche de clichés latinos incluyendo solos de timbaleta-, para cerrar con "How sweet it is" y "Shed a little light" en clave world music donde sus coristas, todas voces maduras, se lucieron. El arranque fue más calmo, simbolizado en su mayor clásico "You've got a friend", una de esas canciones en sepia de los 70 que definieron una era.