Michael Silva, protagonista de El Cristo ciego: "La película me hizo preguntarme sobre mi propia fe"
Dirigida por Christopher Murray, El Cristo ciego se estrena hoy en cines. En Culto conversamos con Michael Silva, protagonista de este filme que invita a reflexionar sobre las propias creencias y el poder de la fe.
Rafael es un hombre de 30 años que habita en un pequeño pueblo en el norte de Chile. Pero él no es un hombre como cualquier otro. De niño tuvo una revelación divina que lo marcó para siempre: Él es Cristo. Su vida transcurría con cierta normalidad, mientras lidiaba con los cuidados de un padre alcohólico y su trabajo como mecánico, hasta que se entera que su amigo de la infancia está gravemente enfermo.
Los demás se burlan de él, nadie cree en sus reflexiones o sus habilidades milagrosas, pero a Rafael no le importa. Deja todo atrás y emprende un largo peregrinaje para salvar a su amigo. Las llagas en su cuerpo, la incredulidad de la gente y el ambiente inclemente del norte pasan a último plano. Él puede hacer el milagro de salvar una vida.
Bajo la dirección del chileno Christopher Murray, Michael Silva —quien debutó en la televisión como Jorge González en Sudamerican Rockers—
encarna a Rafael. Este es su primer rol protagónico y debut en el cine, ya que este filme fue grabado antes de Neruda (2016). En conversación con Culto, Silva da cuenta de su experiencia como actor en esta producción y explicó las principales interrogantes que El Cristo Ciego plantea a sus espectadores.
—¿Cómo fue la transición de actuar en la televisión al cine?
—Es distinto el formato, porque uno tiene la conciencia de que se va ver en una pantalla gigante. Todo movimiento y gesto del actor se aprecia mucho más en el cine que en la televisión, entonces el trabajo actoral es distinto. Yo quedé encantado porque era algo que quería hacer, más en este rol y más en esta historia que estamos contando con El Cristo Ciego, porque también fue una experiencia nueva para mí como actor al momento de trabajar con otros actores que no tienen estudios profesionales. Me invitó esto a mucho desafíos, a preguntarme cómo se tenía que actuar con personas que no tienen estudios en esta área y que no tienen noción de ciertas cosas que los actores que sí tienen estudios manejan, como la relación con la cámara o con la caña de sonido. Ellos manejan otra realidad, otra naturalidad y el trabajo fue sumarme a eso, fundirme en ello de tal manera que no pareciera un actor. Ahora, si lo logré o no lo logré, no está en mí decirlo.
—¿Te ha costado mucho dejar de lado tu rol como Jorge González?
—Me ha pasado que las personas, así como reconocen a Pablo Schwarz como Juan del burro (de la teleserie Sucupira), a mí me pasa que creo que se van a acordar de mi primer rol como Jorge González, también considerando y teniendo en cuenta quien es Jorge González. Para mí nunca fue un trabajo o una meta decir: "Tengo que desmarcarme de eso", simplemente hacía lo que tenía que hacer con mis trabajos posteriores. Pero eso siempre va estar creo yo, aunque haga otros roles, González siempre va estar por sobre. Pero es bonito, es más bonito que te recuerden por algo a que no lo hagan.
—¿Qué fue lo más difícil de tu rol en El Cristo ciego? Tu primer rol protagónico en el cine.
—Para mí siempre es complejo actuar porque me hago muchas preguntas: cómo se hace, cómo se actúa en este proyecto en específico, qué cosas se deben hacer y qué cosas no se deben hacer para dar con cierto grado de verosimilitud. En El Cristo ciego tenía justamente que ver con eso, con la verosimilitud, con cómo podía ser creíble para los espectadores, actuando con personas que estaban contando sus propias historias. Yo no hago peregrinaje, no soy un mecánico de La Tirana, todo lo que le pasaba a mi rol, no son cosas que me suceden a mí. A ellos (los otros actores) sí, para ellos era mucho más cercano, yo tenía que adentrarme en esa verdad, esa realidad, Creo que eso fue lo más complejo.
—¿Cómo fue trabajar bajo la dirección de Christopher Murray?
—Algo muy bueno que tiene Christopher es la disposición a escuchar, el hecho de creer que no lo sabe todo y que somos un equipo. Eso es muy bueno en los directores. Si bien es cabecilla y él lleva el barco, pasa que no está solo, hay un montón de gente experta en lo que son que está al servicio de él, pero servicio desde un diálogo. Por mi parte como actor, pude dialogar con Christopher en torno al guión, y poder decirle que quizás habían escenas que no iban o que sobraban. Él tomaba en cuenta mis propuestas, las de los actores en Iquique también, la de todo el equipo. Él escuchaba y después decidía. Eso contribuyó a que la película sea lo que es.
—¿Qué significó para ti protagonizar este filme que tiene una temática religiosa tan fuerte? ¿Cuál es tu relación con la fe?
—Soy creyente, creo en Jesús, pero la película en ningún caso promueve a Jesús como alguien a quien seguir. Las interrogantes, los cuestionamientos, este rol, van hacia otro lugar. Pero eso a mí no me hace no desear formar parte del proyecto, por el contrario porque a mí la película me hizo preguntarme sobre mi propia fe.
—En entrevista con Paula dijiste que Jesús fue un revolucionario. ¿Qué quisiste decir?
—Yo creo que en el contexto en que Jesús vive, en que los judíos estaban bajo dominio romano, hay un contexto histórico en el cual los judíos esperaban a un mesías que viniera a liberarlos con las armas, pero Jesús apela al corazón del ser humano. Jesús es la figura más importante en la historia de la humanidad, hace una revolución al corazón del ser humano y a mí me parece que lo que hizo es muy exigente, muy demandante. Al leer la biblia uno se da cuenta que Jesús dice que si alguien te quita la túnica hay que dársela, si alguien te hace ir con él una milla anda con él otra, da de ti, perdona, ama a quienes te odian... En fin, nombro algunas cosas porque el sistema de vida cristiano, creo yo, es muy demandante y desde ese lugar es revolucionario. Apela al ego del ser humano porque el cristianismo consiste en eso, en que uno no vive para uno mismo, vive para Dios. De hecho, uno vive para Dios primero y después para el resto, ni siquiera vive para uno. Esa forma de vida ahora, en este tiempo es impensable, las personas somos súper egoístas. Queremos todo para nosotros mismos, nos gusta el dinero, el poder, el reconocimiento, y Jesús está por sobre todas estas cosas. Como dice la Biblia: "Jesús siendo Dios, no consideró ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo haciéndose semejante entre los hombres". Entonces hay una humildad en la figura de Jesús, hay un amor que es contrario a ese pensamiento que dice que Dios es tirano, que Dios es un intolerante, que es homofóbico, que es un sádico, o un sin fin de cosas. ¿Cómo va ser todo eso si dio la vida? Creo yo que opinamos porque no entendemos realmente lo que dice la Biblia. Yo creo que no nos acercamos a la figura de Dios por prejuicio y desconocimiento.
—Desde tu perspectiva, ¿cuáles son las principales interrogantes que plantea el filme?
—La película transcurre al interior de Iquique, que nosotros sabemos que aquí ocurre una de las fiestas religiosas más importantes de Chile, que es la fiesta de La Tirana. Al interior del lugar uno se da cuenta que la gente vive en escasez, en vulnerabilidad, pobreza, vive en la miseria literalmente. Entonces la pregunta que instala la película es desde este territorio, desde esta geografía, la construcción de este mito religioso. Es decir, ¿llegamos a creer en algo o alguien por nuestro contexto? Cuando no tenemos nada de qué valernos, de qué aferrarnos. Hay mala educación, salud, vivienda... todas esas cosas nos llevan a decir: "Ok, aferrémonos a la Virgen, a San Lorenzo, a alguna otra figura". De alguna forma intenta preguntarnos y cuestionar nuestras creencias, de por qué creemos en lo que creemos. ¿Creemos en base a qué? ¿A que carecemos de ciertas cosas? ¿Entonces nos aferramos a una u otra cosa que está por sobre? Hacia esos lugares va, o más bien, cuáles son las bases de nuestra fe, qué sustento tiene.
https://www.youtube.com/watch?v=3Qw4yq2q6pk
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