"¿El momento más importante de mi carrera? Díficil, pero si tengo que escoger, fue cuando conocí al coreógrafo John Cranko y cuando en 1969 estrenamos en Nueva York el ballet Onegin, que él creó para mí. Cuando llegamos allí, él no era conocido y tampoco lo era el Ballet de Stuttgart. No éramos nadie. Es cierto lo que dicen de que en Nueva York nace una estrella de la noche a la mañana… Cuando terminó el espectáculo, mi nombre ya estaba en los periódicos del mundo entero. Esa es la fecha más importante de mi vida, porque fue el preciso momento en que todo explotó", recuerda Marcia Haydée, que nació en Niterói (Brasil) hace exactamente 80 años y tres días.
En su oficina, en el Municipal de Santiago, las fotografías en las paredes hacen un recorrido por su extensa carrera: una imagen del ballet Romeo y Julieta, protagonizado por ella en Stuttgart, Alemania, en 1973; un retrato de John Cranko (1927-1973) en blanco y negro y varios afiches en los que figura su nombre ya no como bailarina, sino como coreógrafa.
Luego de haber trabajado con los grandes coreógrafos del siglo XX, como lo fueron Cranko, Maurice Béjart y John Neumeier, entre otros, Marcia Haydée aterrizó en Chile para dirigir al Ballet de Santiago en 1992, por un período que duró tres años. Luego, volvería en 2004 para quedarse a dirigir el mismo cuerpo de danza, cargo en el que está hace 13 años. Ahora acaba de renovar su contrato con el Municipal de Santiago, por cinco años más.
—Ud. había anunciado su retiro para 2017. ¿Por qué decidió mantenerse en el cargo?
—Todo el tiempo que yo había trabajado en este teatro, lo hice bajo la dirección de Andrés Rodríguez y cuando él se fue en 2016 pensé que era mejor que se hiciera un cambio completo. Y de verdad lo fue, porque todos los otros directores cambiaron. Cuando llegó el francés Frédéric Chambert nos conocimos y entendimos muy bien, tal vez porque los dos trabajamos mucho tiempo en Europa. Es un placer trabajar juntos y él me dijo "Marcia, no quiero que te vayas" y yo dije "Bueno, me quedo entonces". Eso sí, con la condición de que si ya no quiero más o ya no tengo salud, podamos cortarlo. Ahora yo tengo ganas, me siento bien acá en Chile, me gusta la compañía y estamos consiguiendo cada vez más cosas, entonces no hay razón para irme.
—¿Cómo evolucionó el Ballet de Santiago en estos 13 años?
—Antes solo se hacían ballet clásicos y hoy en día el mundo ya no es así. El público quiere ver muchas otras cosas, entonces los bailarines tienen que tener la capacidad de bailar en punta, en mediapunta, sin zapatillas, de hacer musicales… Y eso es una cosa que esta compañía tiene. Yo puedo traer a cualquier coreógrafo, cualquiera, y ellos lo pueden hacer y lo hacen bien.
Bailar toda la vida
Para celebrar su octogésimo cumpleaños, la bailarina viajará a Alemania, donde el Ballet de Stuttgart, compañía que dirigió durante más de 20 años, le prepara un homenaje. Tres funciones de Romeo y Julieta que se montarán el último fin de semana de abril, honrarán a Haydée, quien en el momento culminante de su carrera hizo en la misma compañía el papel de Julieta. Posteriormente, cuando dejó de bailar en puntas de pie, el de la madre de Julieta, y ahora, volverá para interpretar a la nodriza de Julieta. "Stuttgart es mi casa, donde me volví famosa y me volví grande", dice. La última vez que pisó el escenario fue en 2015, cuando interpretó el ballet Madame Scudery bajo la dirección del alemán Christian Spuck.
—¿Cómo se siente al cumplir 80 años?
—Para mí el ocho siempre fue un número de la suerte a lo largo de toda mi vida, y ahora cumplir 80, que es el máximo, me fascina. Por suerte tengo una cabeza muy positiva y pienso que lo mejor aún está por venir.
—¿No siente ganas de retirarse, para descansar junto a su familia, por ejemplo?
—Yo creo que nunca voy a parar, porque comencé a bailar cuando tenía tres años y es mi única manera de vivir. Nunca quise tener hijos, me hubiese encantado haber sido madre, pero tuve que escoger. Yo viajo mucho: mi familia es de Brasil, vivo en Alemania, mi pareja es alemán y estuve casada con un americano, ¿Cómo vas a criar a un niño así? Por otro lado, aquí yo tengo una familia muy grande. En el teatro mis compañeros son mis hermanos y los bailarines son como mis niños. Mi familia está acá.
—¿Cómo ha cambiado la escena del ballet?
—No me gusta quedarme en el pasado, pero sí ha cambiado mucho. Hoy en día los bailarines nacen con un físico y una flexibilidad impactantes, como lo veo en nuestra primera bailarina, Romina Contreras, por ejemplo. Yo doy las gracias por haber nacido cuando nací, porque de haber nacido hoy, no sé si hubiese hecho carrera. Técnicamente, la rapidez y el movimiento de los chicos es fantástica, pero a veces se pierden la presencia, la fuerza y el carisma. Hoy la cosa es más física, pero yo siempre voy a preferir a un bailarín que sonríe, que tiene personalidad o una mirada expresiva. Para mí, es lo más importante.
Junto al Ballet de Santiago, actualmente prepara el montaje El lago de los cisnes, que se presentará en el Municipal de Santiago entre el 29 de mayo y el 3 junio con una coreografía creada por ella. Del resto de la programación 2017, la directora destaca el montaje de La flauta mágica con coreografía de Maurice Béjart que se presentará en septiembre. "De los genios de la danza del siglo XX, Béjart era el más contemporáneo. Es mucho más que un ballet, su danza se toma todo el teatro". Además, subraya una coreografía inédita creada por Matthieu Guilhaumon que se presentará en el marco del Festival de Coreógrafos en julio, y que juntará al Ballet de Santiago y al Ballet Nacional Chileno. Se trata de los dos principales cuerpos de baile del país, todos sobre el escenario: "Nunca antes se había dado una relación tan cercana entre ambas compañías. Con Matthieu [Guilhaumon] nos entendemos".