Javiera Parra (48) dice que debieron transcurrir muchos años -amores, quiebres, hijos, pérdidas y casi una carrera completa- para que al fin la música de su abuela no sólo significara pena y melancolía, parte de la sensibilidad más común en cualquier chileno cuando se evoca la figura de Violeta Parra.

"Me demoré muchos años en escucharla sin que me diera tristeza, porque su voz estaba asociada al exilio, a una muerte temprana, a una pena para mi padre, para mi familia; su voz era una carga y una pena difícil de llevar. Ahora escucho Gracias a la vida y es como escuchar un estero, la cadencia de las olas, algo que me hace bien y me gusta. Es una cosa hermosa, casi un mantra budista. Adquirió un nuevo sentido, porque la relacionaba mucho con el exilio y con cuando éramos niños, una edad en la que uno no quiere tristeza. Recién después de ser madre y de haber perdido a mi propia madre (en 2009) dije: 'Bueno, ahora sí entiendo de lo que hablaba Violeta en sus canciones'".

Ese renovado abrazo con la cantautora se materializó en el disco tributo El árbol de la vida (2012) y adquirió una dimensión aún más amplia cuando llegó su centenario, el que se celebra este 2017 y que tiene a la mujer de Los Imposibles como el mayor eje de los proyectos que agitarán la fiesta.

Por ejemplo, la reversión que realiza junto a su hermano Angel de Las últimas composiciones (1966), ese manifiesto de honestidad brutal que se convirtió en el último álbum de Violeta, iniciativa que ya han mostrado en escenarios como Lollapalooza y que repetirán este 5 de mayo en el GAM, además de editar un disco con múltiples invitados.

Y la próxima semana, se reunirá en México con el Cuarteto Latinoamericano, el reputado grupo de cuerdas integrado por tres chilenos, ganador de dos Grammy Latinos y con quien grabará 10 composiciones de la fallecida autora, experiencia que rematará el viernes 28 de este mes con un espectáculo conjunto en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México.

"Para que sucediera todo esto, tuvo que existir un camino recorrido en términos de trayectoria y en términos de vida. Es algo que compartimos con el Angelito ahora que somos personas adultas y que hemos pasado por tantas cosas, desde amores grandes hasta pérdidas grandes", recalca.

—Esa visión menos afligida en torno a su abuela, ¿es algo que por ejemplo también compartió su padre Angel en los últimos años?

—Mi padre fue súper sabio con la Violeta, porque él siempre, siempre, a pesar de ser un compositor tan prolífico, actuar en películas y ser un autor de éxito, nunca dejó de ser el más grande potenciador de la obra de Violeta. Lo digo con todas sus letras: él fue muy poco egocéntrico con respecto a su propia obra y siempre privilegió, en todos sus shows, cantar a la Violeta, sacar un libro, contactar a Andrés Wood para hacer la película. Hasta sus últimos días nos cantó cosas increíbles de la Violeta que se acordaba, cuecas rarísimas, muchos temas que nos cantó a mí y al Angelito, y fue súper emocionante. Nosotros sentíamos que nos estaba transmitiendo el legado. Fue demasiado lindo, todo cubierto de un sentimiento en que realmente nos estaba entregando una posta.

Y ese simbólico cambio de manos tuvo una marcha fulminante, de apenas dos meses. Luego de tener una activa agenda en el país que incluyó la presentación de dos libros y el documental Violeta más viva que nunca, el cantautor debió internarse en una clínica capitalina para tratar una serie de complicaciones derivadas del cáncer pulmonar que le diagnosticaron en 2014. Fue el mismo día de principios de enero en que su hija se presentaba en la Cumbre del rock chileno del Estadio Nacional.

"Mi papá nos pidió que fuéramos, que lo hiciera igual, porque para él el contacto con el público era algo mucho más grande que sólo tocar, que ganarse la vida. Era algo sublime. Mi papá era muy respetuoso por todos los escenarios. En los agradecimientos de la gente que fue al crematorio, miles de organizaciones sociales le decían: 'cada vez que te pedimos estar ahí con nosotros estuviste. Gracias por eso'".

Tras ello, Angel Parra padre viajó a su residencia en París para continuar con su tratamiento, pero en febrero una bacteria hizo que su estado volviera a complicarse. Ahí, sus dos hijos viajaron a Francia para cuidarlo y pasar un total de 12 días con él: fue el gran adiós, el período más prolongado que compartieron antes de su muerte el pasado 11 de marzo.

"Mi padre, dentro de su fuero interno, estaba preparado para este desenlace. Nunca fue una persona materialista, ni preocupada por la plata u otras cosas. Y creo que alguien que vive así está preparado para despegarse de su cuerpo. Pero además lo vi con una energía brutal, nos daba cancha, tiro y lado en cuanto a sus proyectos anuales. Entonces, me dejó con una sensación muy luminosa, muy de 'hay que empezar a hacer cosas, hay que entregar y comunicar'".

—¿No hubo esa sensación de injusticia, de 'por qué se va justo cuando tenía tantos planes'?

—Fue algo que sin duda esperábamos de aquí a dos años, nos pilló muy encima, independiente que yo haya estado muy cerca de él, muy en paz y tranquila con todo lo que tuve que decirle. Igual nosotros esperábamos que mi papá viviera un tiempo más. Lo único que me quedó inconcluso con él es un concierto que vamos a dar en octubre en París, porque para él, tocar con sus dos hijos, en los 100 años de Violeta, en su ciudad como era París, era cerrar el círculo. Lo sentí mucho, porque era algo de lo que le hablábamos en los últimos días para que estuviera contento y con el espíritu en alto.

—¿Cómo vivió esos últimos minutos con él?

—En un ambiente súper místico, de comunicación total hasta el último momento, de poder decirle todo lo que quería sin guardarme nada. Con una tranquilidad y una paz gigante. Le dije todo lo que lo amaba y no lo vi deteriorado ni pasándolo mal. De eso estoy agradecida. Lo vi lúcido, con su pañuelo morado, sentado en su casa. El, con su mujer, sus hijos y en el país que consideraba tan propio como Chile.

—¿Cuál es el legado que deja en usted?

—Hay dos palabras básicas para mí: humildad y, por otro lado, generosidad. Es loco para uno como hijo sentir que ese agradecimiento lo tiene también un montón de gente. Me siento súper pequeña. Uno no puede estar pensando en igualar ningún legado, pero tengo el corazón gigante de las palabras que le han transmitido a mi padre.

—Usted vivió una parte importante de su vida alejada geográficamente de su padre. ¿Eso generó un lazo más fuerte?

—El exilio primero y después que se haya quedado a vivir en Francia nos obligó a tener la exigencia de mantenernos comunicados. No creo que todos los hijos hablen por Skype o por teléfono todos los días con sus papás y yo lo hice así en los últimos diez años. Hablábamos media hora, desde las cosas más nimias hasta las más profundas. Nos unía la música, pero también el sentido del humor. Hasta el final él tiraba tallas para cagarse de la risa, las enfermeras se morían de la risa con él. Nos queda un vacío muy grande en ese aspecto, porque, por todo lo que he dicho, creo que él era un ser humano en extinción.

En algunos pasajes de esta conversación, Parra se emociona al rememorar a su progenitor, pilar indiscutido de la Nueva Canción Chilena. Pero, a su vez, concluye que todo es parte de una sincronía ancestral, de una cadena de hechos que sólo se dio durante el último tiempo, otro reflejo de que le había llegado el minuto de enfrentar con serenidad todas las caras de su familia.

"Es bien especial que yo vuelva a los estudios justo cuando sucede todo esto. Es una sincronía tan fuerte de cosas, acontecimientos que tienen todo un sentido. Son los 100 años de un genio como Violeta, la muerte de un hijo, de un padre, nosotros como hermanos con Angel unidos en algo que nunca habíamos hecho juntos. Esto es la verdad, las cosas que pasan cuando las emociones son reales".